8 mayo, 2024
24 marzo, 2024

Bendito Él que viene en el nombre del Señor

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Passage: Zacarías 9:9-12, Salmo 118, Filipenses 2:5-11, Juan 12:12-19
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“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Estas palabras vienen del Salmo 118. Los salmos 113-118 quedaron combinados en una unidad litúrgica llamada el Alel, un gran canto de alabanza acción de gracias para la repetida liberación de Israel por parte de Dios a lo largo de los siglos. En la cena de la Pascua, los salmos 113-114 fueron entonados antes de los comidas, los salmos 115-118 después de haber comido. No hay duda de que estos fueron los salmos cantados por Jesús y sus discípulos en su última cena, según Mateo 26:30.

En el culto público, el pueblo se reunía fuera del templo y caminaba en procesión hacia él mientras cantaba el salmo en respuesta con un líder y un coro. Las puertas del templo se abrirían con las palabras del versículo 19. Las puertas del templo se abrirían con las palabras del versículo 19. Los adoradores continuarían hasta el atrio interior donde serían bendecidos por los sacerdotes con las obras de los versículos 25-26.

También estas palabras de bendición se usaban para dar la bienvenida a los peregrinos que solían venir a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua y las otras grandes fiestas en el Templo. Pero, algunas palabras de Salmo 118 también entendían en un sentido mesiánico. El uso de la primera persona en versículos 5-21 da a entender a un representante de Israel o el Mesías. Dios no permitió que Israel fuera destruido por sus enemigos terrenales, ni permitió que su Mesías fuera superado por las fuerzas del mal. Israel fue rechazado por sus enemigos. Pero el pequeño e insignificante Israel fue destinado para la grandeza como Dios lo determinó. Sin embargo, versículo 22 fue destinado a hallar un cumplimiento más pleno cuando fue cantado en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y cuando Él mismo se refirió a este salmo en relación a su muerte y resurrección (Mateo 21:42-44). La piedra angular prefiguró el Mesías, a quien Dios enviaría por medio de Israel. Incluso los líderes de Israel rechazarían esta piedra angular. Pero, Dios construiría una nueva nación de creyentes sobre la fundación de Cristo y los apóstoles.

Los habitantes de Jerusalén, habiendo oído de la resurrección de Lázaro y de las otras señales de Jesús, salen para recibirlo como un conquistador que viene para liberar a Jerusalén de sus opresores. Las ramas, que simbolizan victoria, y los gritos de “¡Hosana!”, que significan “¡Salve ahora!”, nos recuerdan la manera en que los habitantes de Jerusalén recibieron a Simón Macabeo (1 Macabeos 13:51).

Como en Juan 6:15, las multitudes quieren apoderarse de Jesús y hacerlo un rey de este mundo. La mayoría de los que tienden las palmas creen que está por estallar un golpe de estado y vienen para dar un respaldo a la revolución. Pero, para cumplir la profecía de Zacarías 9:9-10, Jesús fue montado en un asno. La profecía de Zacarías no habla de un conquistador o revolucionario que viene montado en un caballo para establecer su reino por medios violentos, sino un rey que viene montado en un burro, un animal de cargo, no de guerra.

Pero este rey no vino sólo para hacer las paces por un rato. El reinado de Cristo es universal y no está limitado por fronteras geográficas. Los instrumentos de guerra no tienen cabida en este reino. La Palabra de Dios es el arma que trae paz.

Por eso hoy también nosotros respondemos a la invitación de Zacarías a las hijas de Sión. Cada domingo cantamos estas palabras en la segunda parte del Sanctus. “Bendito Él que viene en el nombre del Señor. ¡Hosana! ¡Hosana! ¡Hosana en las alturas!” Anticipamos el día cuando Cristo vendrá en gloria y “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Amén.

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