20 mayo, 2024
15 octubre, 2023

La palabra segura y salvadora de absolución

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Passage: Mateo 9:1-8
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

El paralítico que es traido a Jesús sin duda espera una sanidad física. Él recibe una bendición incluso mayor: la absolución. Cuando confesamos nuestros pecados, bien sea pública o privadamente, y escuchamos que se nos dice la misma palabra de de perdón de Dios, entonces, como el paralítico, somos absueltos.

Los cuatro hombres que llevaron a este paralítico a Jesús trabajaron muy duro. Primero tuvieron que cargarlo hasta lo alto de la casa. Luego, tuvieron que hacer un agujero en el techo justo encima de Jesús para dejar caer al enfermo delante de Jesús. También los fariseos y escribas habían venido a ochenta 128 kilometros de Jerusalén, pero no tenían la misma fe en Jesús. La sala estaba llena pero estos enemigos estaban sentados. El pueblo respetaba a estos líderes y por eso les otorgaba asientos de honor.

Este pasaje tiene un paralelo en Marcos 2:1-12 y Lucas 5:17-26. Jesús dice en los tres relatos: “El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. Se ocupa primero de la enfermedad del alma, anunciando con absoluta autoridad el hecho del perdón de los pecados, aplicándolo a este hombre individual. Así como el pecado es el mayor mal en la tierra y arrastra tras de sí todos los demás males de los que la carne es heredera, así el perdón es el mayor bien que Dios puede dar al hombre. El derecho y la autoridad de perdonar pecados implica el poder y la capacidad de curar meras dolencias corporales. Si hubiera sido culpable de blasfemia, no podría haber tenido la autoridad para curar al enfermo mediante una orden perentoria. Él, el verdadero ser humano, no es, sin embargo, un simple hombre, sino que puede controlar la enfermedad y devolver a los enfermos la completa salud mediante una palabra de su omnipotencia.

¿Por qué le ordenó al paralítico que caminara? Para demostrar a sus enemigos que Él era su Salvador del pecado. Jesús ya había perdonado al paralítico sus pecados. Los enemigos de Jesús no podían ver eso con sus ojos. Pero pudieron ver al hombre levantarse y caminar. Es muy probable que estos fariseos y escribas no creyeran en los milagros. Pero en los tres casos la gente común se regocijó y alababa a Dios. Sólo el Evangelio puede crear fe. Pero los milagros ayudan a las personas que son débiles en su fe. Las personas se vuelven cristianas sólo a través de la conversión, que es una obra de gracia del Espíritu Santo en el corazón del hombre. Pero el hombre puede resistir esta obra del Espíritu Santo.

Más tarde, Jesús le dio a la iglesia la autoridad de perdonar pecados en la tierra (Juan 20:22-23). Esto es lo que los luteranos llaman El Oficio de las Llaves, la quinta parte principal del Catecismo.

Sólo Dios perdona los pecados por medio de Cristo Jesús. Nuestro Señor ha dado a su iglesia, y sólo a su iglesia, es decir, a todo el pueblo redimido de Dios, la autoridad de perdonar los pecados de todos los que se arrepientan y de negar su perdón a aquellos que no se arrepientan. El Oficio de las Llaves es una forma especial dada por Dios de proclamar la Ley y el Evangelio a las personas.

Si bien todos los cristianos pueden proclamar el perdón de Cristo a las personas en sus vocaciones diarias, sólo aquellos que son llamados y ordenados como pastores de la iglesia tienen la responsabilidad de ejercer el Oficio de las Llaves públicamente, en nombre de Cristo y su iglesia. Cuando oímos la absolución del pastor, sus palabras son tan válidas y ciertas como si nuestro Señor mismo tratara con nosotros. Esto se debe a que no son sus palabras sino la Palabra de Dios.

Y sabemos por nuestra lectura del Antiguo Testamento (Génesis 28:10-17) que dondequiera que se proclame la Palabra de Dios en su pureza y se administren los sacramentos según el mandato del Señor, allí está el Señor y es su casa. Jacob estaba lejos de casa, pero en su sueño vio a los santos ángeles protegiéndolo y escuchó del mismo Señor la reafirmación de la promesa que Dios le había hecho a Abraham. Entonces dijo que el Señor mismo está en este lugar.

El comentario de Mateo mira hacia el futuro, la iglesia apóstolica, donde la palabra del perdón será pronunciada con validez divina. El perdón ya no será un evento incierto, reservado para el Juicio Final, sino una realidad concreta en este nuestro tiempo actual. Por eso, tenemos la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.

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