8 mayo, 2024
14 enero, 2024

Para cumplir toda justicia

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Passage: Mateo 3:13-17, 1 Corintios 1:26-31, Isaías 42:1-7, Salmo 85
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

“Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos todo justicia.”

Mateo, Marcos y Lucas registran y describen el bautismo de Jesús, pero sólo Mateo registra este versículo decimoquinto. En Cristo, la justificación es un hecho establecido para todas las personas. Ésa es una justificación objetiva. La aplicación personal llega al individuo a través de los medios de gracia.

La palabra traducida como “justicia” ocurre siete veces en el evangelio según San Mateo, y significa un verdicto de aprobación. En este caso significa la obra redentora de Dios. Aunque Juan el Bautista reconoció Jesús como el Mesías, la necesidad del bautismo de Jesús era incomprensible para él porque Jesús no tiene pecado, entonces no tenía que arrepentirse. No tenía sentido. Por eso, San Pablo dice en nuestra epístola (1 Corintios 1:26-31), “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios: y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte.” Como la Encarnación como hijo de María, el bautismo de Jesús fue otra etapa en su humillación. Pero, Jesús fue exaltado en su humillación, por la manifestación del poder de Dios. Lo que sucedió después del bautismo de Jesús fue asombroso y inesperado.

En el bautismo de Jesús tenemos una de las manifestaciones más claras de la Trinidad en las Escrituras. El Dios trino es el Dios salvador. El Dios trino, en el bautismo de Jesús, puso el sello de Su aprobación sobre la obra de la redención. Toda la Trinidad se revela. Las tres personas son agentes activos en nuestra redención.

En su bautismo Jesús fue ungido con el Espíritu Santo. Jesús no es la persona que actúa, sino Aquel sobre quien se actúa. Él tenía el Espíritu, porque del Espíritu fue concebido; y la plenitud de la Deidad habitaba en Él corporalmente. Sin embargo, ahora Él es recipiente del Espíritu. Dios quería transmitir la idea de una impartición ilimitada del Espíritu Santo a Su Hijo, según Su naturaleza humana, Salmo 45:8, Hebreos 1:9; Hechos 10:38.

Y una voz del cielo dijo: Este es mi Hijo amado; en él tengo complacencia. Esta es la voz del Padre. Estas palabras nos aseguran que Él es la segunda persona de la Deidad. El versículo habla del Cristo, el Cristo encarnado, no del Cristo preencarnado. Es con la conciencia de la buena voluntad del Padre, de su pleno e inequívoco consentimiento y de sus bendiciones, que Cristo inicia su ministerio. Es un eco de nuestra lectura del Antiguo Testamento, Isaías 41:1-7. El período de paz en la vida de Jesús había llegado a su fin. Hasta este acontecimiento Jesús había vivido en Nazaret. Ahora Él está entrando en la obra de su vida. El bautismo de Jesús marcó el comienzo de su ministerio público y anticipó su muerte en la cruz.

Cuando Juan el Bautista llegó al desierto de Judea con su mensaje y bautismo de arrepentimiento, no estaba imponiendo al pueblo una ceremonia nueva y extraña de la que nunca habían oído hablar. Los judíos conocían muchas formas de lavado ritual desde la época de Moisés. Para nosotros, el más interesante de los lavamientos religiosos judíos era el bautismo de los prosélitos, quienes, después de haber sido instruidos en ciertas partes de la Ley y de haber hecho nueva profesión de su fe, eran sumergidos en agua, después de lo cual eran considerados israelitas de pleno derecho en todas las cosas. Es esta ceremonia con la que se relacionó el bautismo de Juan, en su forma exterior. Así, el bautismo como requisito para la participación plena en la comunidad cristiana no debe haber sido cosa extraña y desacostumbrada ni para los discípulos originales nie para quienes más tarde llegaron a ser miembros de la congregación por la actividad de los discípulos.

Por supuesto, Juan bautizó por mandato divino; el suyo fue un bautismo en y con agua. Fue un bautismo para arrepentimiento, para el perdón de los pecados. Juan se negó a bautizar a los fariseos y saduceos porque no se arrepintieron.

El bautismo de Juan se administraba sólo a los adultos, a los que confesaban sus pecados y habían alcanzado la edad de discreción, mientras que el bautismo de Cristo es para todos los hombres, incluidos los niños. El bautismo de Jesús obra y transmite el perdón de los pecados como don ganado; el bautismo de Juan apunta hacia la obtención de este precioso don mediante la redención que se realizará a través de Jesucristo. En resumen, el bautismo de Juan fue típico, preparatorio, como lo fue su predicación; el cumplimiento glorioso ha llegado en y con Cristo.

Porque Jesús se sometió al bautismo para el arrepentimiento, luego fue exaltado en la resurrección, nosotros recibamos no sólo perdón, también la exaltación en nuestro bautismo. Debido a que Jesús es nuestro sustituto en la cruz, no debemos temer la ira de Dios. El mismo Salvador preparó las aguas del bautismo para nosotros. El sacramento del bautismo forma y moldea la vida del cristiana cada vez que se arrepiente como hijo de Dios, se vuelve a Cristo en ve y vive una vida renovada por el Espíritu Santo.

Clemente Señor, te damos gracias porque en el santo bautismo recibimos el perdón de los pecados, la liberación de la muerte y el diablo, y la salvación eterna. Amén.

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