9 mayo, 2024
25 diciembre, 2023

Los ángeles cantan de gloria y paz

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Passage: Lucas 2:8-20
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¡Gloria a Dios que está en los cielos, en la tierra paz a los hombres!

El Evangelio según San Lucas nos ofrece los cuatro grandes cánticos de nuestra liturgia: el Magnificat de María, Lucas 1:46-55, que se canta en las Vísperas; el Benedictus, Lucas 1:68-79, que se canta en los maitines; el Gloria in Excelsis, Lucas 2:14, que se canta todos los domingos después del Introito y Kyrie; también el Nunc Dimittis, Lucas 2:29-32, que se canta después de que los comulgantes reciben el cuerpo y la sangre del Señor en, con y bajo el pan y el vino.

El más corto de ellos es el Gloria, también llamado el Himnus Angelius (himno angelical), por ser en su principio el cántico de los ángeles. Grandes músicos como Bach, Handel y Mozart han escrito arias y oratorios basándose en Lucas 2:14. Muchos himnos navideños se basan en este texto.

Se nos dice que los ángeles alabaron a Dios por lo que había hecho, y los pastores alabaron a Dios por todas las cosas que habían oído y visto. Las huestes del cielo y de la tierra se regocijan y alaban a Dios por el don de su Hijo Jesucristo. Y en el cielo los ángeles y los pecadores redimidos alabarán a Dios por siempre. Los ángeles se regocijaron cuando Dios creó el mundo, Job 38:7, cuando Cristo nació, y todavía lo hacen cuando un pecador se arrepiente de su pecado, Lucas 15:7-10. Los ángeles se regocijan por la creación, la redención y la santificación. Debemos recordar eso cuando confesamos a los credos.

En este gran himo de fe y alabanza, fundamos nuestra adoración sobre la base de la encarnación, la expiación y la intercesión perpetua de nuestro Señor Jesucristo. Además, en este himno se recalca la excelsa gloria de Dios de modo especial, porque nuestro Dios no es indulgente con los pecadores, ni nos perdonará a pesar de todo, sino que siendo el Dios glorioso y soberano, santo y todopoderoso, castigará al pecador y de ningún modo tendrá por inocente al malvado.

La palabra “gloria” aparece más de 400 veces en el Antiguo Testamento. Denota el asombroso esplendor y la santidad de Dios. El hombre pecador no podía contemplar a este Dios glorioso. Moisés temió cuando Dios apareció en gloria. Cuando la gloria del Señor brilló alrededor de los pastores, tuvieron miedo, Lucas 2:9. Pero él dijo: “No temáis porque os traigo buenas noticias”. La mayor gloria de Dios es que guarda misericordia a millares, perdonando la iniquidad, la rebelión y el pecado a los que confían en su perdón obrado por Cristo. Por tanto, para nosotros, la revelación de la gloria les hizo no tener miedo. Por la fe esperamos la gloriosa aparición del gran Dios y Salvador, Jesucristo, quien se entregó en nuestro lugar, Tito 2:13.

Dios tiene su gloria, se manifiesta y se le reconoce y adora como Dios en las alturas. Al enviar a su Hijo como Salvador, Él trae paz en la tierra por su gracia sola. Cuando el hombre cayó en pecado no hubo paz entre el hombre y Dios ni entre los hombres. El hombre pecador está muerto en sus pecados pero está peor que muerto porque está en guerra con Dios y con el hombre. Por supuesto, Dios quiere la paz para toda la creación, 1 Corintios 14:33. Pero, aparte de la luz de Cristo, la mala voluntad del hombre provoca guerras y rumores de guerras. Cuando tenéis la paz de Dios, podéis tener contiendas con vuestros parientes que no son cristianos, Mateo 10:34-36.

Pero nuestro texto dice: “No temáis. Hay paz en la tierra”. Él dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”, Juan 14:27. “Os he dicho estas cosas para que en Mí tengáis paz. En este mundo tendréis tribulación. Pero estad alegres, yo he vencido al mundo”, Juan 16:33.

Entonces, cuando oramos para la paz del mundo entero, no oramos sólo para el fin de las hostilidades entre las naciones, tambíen que todos saben la luz y paz de Cristo en sus corazones.

Padre celestial, Dios de toda concordia, tu piadosa voluntad es que tus hijos vivan juntos en la tierra en armonía y paz. Haz fracasar los planes de todos los que incitan a la violencia y el conflicto, destruye las armas de los que se complacen en la guerra y en el derramamiento de sangre y, según tu voluntad, pon fin a todos los conflictos en el mundo. Enseñanos a examinar nuestro corazón, para que podamos reconocer nuestra propia inclinación hacia la envidia, la maldad, el odio y la enemistad. Con tu Palabra y con tu Espíritu Santo, ayúdanos a examinar nuestro corazón para extirpar la maldad que nos lleva a la violencia y a los conflictos, a fin de que en nuestra vida lleguemos a estar en paz con todas las personas. Llénanos de celo por la obra de tu iglesia y por la proclamación del Evangelio de Jesucristo, que es lo único que puede dar esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.