8 mayo, 2024
2 julio, 2023

Bendito el fruto de tu vientre

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Passage: Lucas 1:39-56
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

En nuestro evangelio para hoy, leemos el encuentro de dos madres altamente favorecidas. Por obra del Espíritu Santo, Elisabet, la madre de Juan el Bautista, concibió en su vejez, mientras María, la madre de nuestro Señor, concibió como un virgen.

María dejó Nazaret casi inmediatamente después de la Anunciación. Elisabet estaba embarazada de seis meses. María se quedó tres meses. Elisabet era madre de Juan el Bautista y esposa del sacerdote Zacarías y pariente de María. No sabemos con seguridad se Elisabet era una tía segunda y una prima de Jesús. El texto de ninguna manera dice que María informó a Isabel sobre lo que le sucedió a María. Dada la edad avanzada de Elisabet, probablemente no vivió como para ser testigo del ministerio de Juan y de Jesus. Lo importante es ese saludo y el despertar en el seno de Elisabet y la llenura de Elisabet del Espíritu Santo.

¿Fue un movimiento fetal normal? Por supuesto que no. Éste fue con alegría, dice el texto. Bajo el Espíritu Santo, el embrión afectó a Isabel, no al revés. La frase “llenos del Espíritu Santo” de ninguna manera denota una espiritualidad superior, en el sentido moderno de los llamados carismáticos, y ciertamente no es extático. El gozo de la madre y el impulso del Espíritu Santo produjeron en el hijo no nacido de Isabel un movimiento de gozo sobrenatural, pues Juan, aún en este tiempo, estaba lleno del Espíritu Santo. Y sobre Elisabet el Espíritu actuó de manera milagrosa, llenándola con el don de adivinación y profecía. Sus palabras, por lo tanto, fueron una expresión desenfrenada bajo la influencia de un sentimiento incontenible. Su declaración es una fina muestra de poesía exaltada. María oyó de labios de su pariente la confirmación del mensaje de Gabriel.

Llama a María, la madre, bendita entre todas las mujeres, por la alta distinción que le ha sido conferida, y llama bienaventurado al niño que iba a nacer de ella. ¡La Madre más maravillosa del Hijo más maravilloso! Ella la declara bendecida. Bendito denota un estado, una relación con Dios, muy aparte de los sentimientos. Uno puede ser bendecido en tiempos de gran dolor, persecución y necesidad. Ver las bienaventuranzas en Mateo y Lucas.

Entonces, María cantó la gloria de Dios que se avino en su gracia a hacer de ella el objeto e instrumento de su obra redentora. El vocabulario en que María expresa su fe es el de las mujeres de Antiguo Testamento. El cántico de María recuerda, no sólo el cántico de Ana (1 Samuel 2:1-10), sino también en los cantícos de María, la hermana de Moisés (Éxodo 15:20-21) y Débora (Jueces 5:1-31). El Magnificat, nombrado por la primera palabra de la traducción de latín, es uno de los cuatro cánticos de alabanza se encuentran en los primero dos capítulos del evangelio de San Lucas y todavía están cantados en la liturgía de la iglesia. Los otros son de Zacarías al nacer su hijo, Juan el Bautista (1:68-79); los ángeles en la Nochebuena (Lucas 2:14); y del Simeón en el templo (2:29-32).

Una nota sobre el uso del Avemaría en la iglesia católicorromana. Está compuesta por dos partes. En la primera, se citan dos pasajes bíblicos: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1:28), el anuncio angélico; y la salutación de Elisabet en nuestro texto para hoy, “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.”

Las palabras del arcángel Gabriel aparecen en las liturgias ya en el siglo VI. Las palabras de Elisabet se agregaron a la primera parte alrededor del año 1000. La segunda parte, “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte,” apareció en el siglo XIV, pero no fue usada en Alemania en la época de Lutero. El uso de esta segunda parte fue hecho obligatorio por la iglesia de Roma en el Concilio de Trento entre los años 1545 y 1563. Las Confesiones Luteranas reconocen a María como Madre de Dios, pero condenan las súplicas a ella. Pero no rechazamos el uso de la primera parte del Avemaría para honrar a María. El Avemaría no aparece en Culto Cristiano, nuestro himnario español actual, sino en el Himno Luterano de 1941 en ingles, si. Las palabras de Gabriel en el Gradual para la Anunciación, las palabras de Elisabet en el Gradual para el gradual de la Visitación.
Bueno, entonces, todo este pasaje afirma la promesa del ángel de que María concebirá un hijo por el poder del Espíritu Santo. En cierto sentido, toda vida humana desde la concepción es un regalo de Dios quien, como dice en Deuteronomio 28:11 a 28:18, puede abrir o cerrar la matriz. Más de una vez, Dios hizo concebir a mujeres estériles. Elizabeth es un ejemplo, pero también están los casos de Sara, esposa de Abraham; Raquel, esposa de Jacob; Ana, madre del profeta Samuel; y la madre de Sansón en Jueces 13. En el caso de María, el mismo Espíritu Santo que actuó en la creación del mundo creó directamente la vida en su seno sin la intermediación de un padre humano. Esto convirtió a Jesús en una nueva creación, un nuevo Adán, que rompió el ciclo del pecado que nos esclavizaba a todos. Sin embargo, verdaderamente fue humano en cada etapa de su desarrollo, así que, como nosotros, fue humano en el vientre de su madre.
De todo modo, reconocemos que en el quinto mandamiento, Dios nos exige el respeto y la preservación de la vida de nuestro prójimo. El aborto es pecado, en verdad, es homicidio. Pero, hay más. Claramente, Jesús y Juan estaban vivos antes de nacer, de hecho, eran personas. Por el poder del Espíritu Santo, Juan no solo estaba consciente de sí mismo, sino que también estaba consciente de algo fuera del vientre de su madre. Esa fue la presencia de Dios en Jesucristo.
Lo que esto significa es que el Espíritu Santo puede crear fe en aquellos que no tienen el entendimiento de los adultos. Por lo tanto, creemos los infantes pueden creer y deben ser bautizados. Alguien podría preguntar, ¿por qué no se bautiza antes de nacer? Nuestro Señor nos ordena bautizar con agua y la Palabra. No hay seguridad de que en el curso ordinario de los acontecimientos, los niños no nacidos sean conscientes del mundo exterior como lo era Juan el Bautista. Los sacramentos fueron instituidos con elementos visibles para que quienes los reciben no solo escuchen la palabra de Dios, sino que también lo hagan de manera personal. Uno puede escuchar la predicación de la Palabra por radio, televisión o Internet, pero uno no puede recibir el cuerpo y la sangre de nuestro Señor a la distancia. Seguimos el mandato del Señor y confiamos en su misericordia para los que nacen muertos, por ejemplo.
El bautismo no es una promesa que le hacemos a Dios, sino una promesa que Dios hace a nosotros. “Bendito tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.” La palabra griega traducida “bendito” o “bienaventurado” denota la bendición de Dios sobre los humanos. No significa un estado superior de espiritualidad, como tampoco significa estar lleno del Espíritu Santo. María es bendita porque dará a luz al Salvador. Jesús, un verdadero ser humano, es bendecido por Dios para ser el Salvador. Tenemos la bendición de tener padres, cónyuges e hijos. Además, somos bendecidos por ser hijos de Dios a través del bautismo y somos llenos del Espíritu Santo a través de la regeneración bautismal. En eso tenemos nuestra seguridad y paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.

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