25 noviembre, 2024
7 abril, 2023

Más que el rey de los judíos

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Passage: Juan 19: 17-24
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Gracia y paz en nuestro Salvador, Jesucristo.

La muerte por crucifixión era la sentencia más vergonzosa y humillante conocida por todos los habitantes del mundo antiguo. Por eso era tan difícil, tanto para judios como griegos, aceptar la idea de que un hombre crucificado pudiese ser el Hijo de Dios. La crucifixión, como forma de ejecución, se usaba por muchos pueblos en el mundo antiguo. Los romanos aprendieron de los cartaginenses como crucificar a sus criminales. En los primeros años de la República Romana, los autores romanos mencionaron la crucifixión como una costumbre repugnante de los bárbaros. Pero con el tiempo ellos también adoptaron esa práctica como método para ejecutar esclavos rebeldes, asaltantes y revolucionarios.

Los romanos acostumbraban escribir en un letrero o cartel el crimen por lo cual un prisionera moría. Este letrero se amarraba al cuello del condenado o se clavaba en la madera de la cruz sobre la cabeza del reo. Por eso, “escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz. Y el escrito era: JESÚS DE NAZARET, EL REY DE LOS JUDÍOS.”

Esta era una forma de venganza por parte de Pilato, el gobernador romano, quien consideraba a Jesús como un tonto inofensivo y quería que los judíos sintieran que ese hombre era el rey apropiado para ellos. Pero lo que proclamaba Pilato en son de burla de las esperanzas mesíanicas de los judíos era verdad. Jesucristo realmente era y es el rey de los judíos.

Los líderes de los judíos sintieron el aguijón de las palabras tanto más cuanto que mucha gente pasaba por el lugar de la crucifixión, estando el Calvario cerca de las puertas de la ciudad. El hecho también de que el título había sido compuesto por Pilato en los tres idiomas que se usaban en Palestina, hizo mucho para dar a conocer el asunto contenido en las palabras.

Allí, en el Calvario, los soldados crucificaron a Jesús, sujetándolo a los brazos cruzados del árbol de la maldición y la vergüenza clavándole clavos en las manos y los pies. Pero en todas estas cosas debe discernirse la mano de Dios.

Jesús fue colocado entre dos malhechores, hombres que eran culpables de actos criminales y habían merecido la pena de muerte. Así Jesús se convirtió en malhechor, tomó el lugar de los malhechores de todo el mundo. Este detalle fue profetizado en Isaías 53:12.

Otro ejemplo: Salmo 22 es uno de los salmos mesiánicos por excelencia y mas citados en el Nuevo Testamento. “Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado” es el cumplimiento de Salmo 22:1. “Tengo sed”, la quinta de los siete palabras de Jesús en la cruz es el cumplimiento de Salmo 22:15. Cuandos los soldados echaron suertes para su túnica, se cumplió Salmo 22:18. “Repartieron entre sí mis vestiduras, y sobre mi ropa echaron suertes.”

Fue la voluntad de Dios poner este mismo título sobre la cabeza de Jesús. Este Jesús de Nazaret que fue crucificado por los judíos es en verdad el Rey de los judíos en el mejor sentido de la palabra, el Mesías de Israel. Este Mesías traería la salvación a todas las personas del mundo entero, cuyos principales idiomas se usaron aquí. Por el tormento de su cruz y por su amarga muerte, Jesús ha expiado completamente las transgresiones del mundo. Y este hecho debe darse a conocer a todas las naciones de la tierra, para que puedan poner su confianza en su Sustituto que murió en el Calvario.

El título estaba escrito en tres idiomas como anticipo de la proclamación de la realeza de Jesús a todas las naciones por la predicación de los apóstoles en sus viajes misioneros después de la resurrección. En su crucifixión y resurrección Jesús es proclamado el verdadero rey, no sólo de los judíos, sino de todas las naciones. La obra misionera de la iglesia no es otra cosa que el anuncio a las naciones que Jesús ha ungido y coronado rey y la exigencia de que ellas se incorporen a su reino.

Debemos entender también que todo está bajo el control de Dios en nuestras vidas. Podemos cargar nuestra cruz en confianza y con la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.

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