Ante la escasez de efectivo, se implementa la ofrenda en digital o productos básicos.
Como pueblo redimido de Dios y sacerdocio real, tenemos el privilegio de llevar nuestras ofrendas, así como alabanzas y oraciones, ante el altar de Dios. La ofrenda, o sacrificio de acción de gracias, es una confesión y reconocimiento de que todo lo que poseemos y todas las cosas buenas de la vida pertenecen a Dios, y que solo Él es la fuente de todas las bendiciones.
En 1 Corintios 16: 1-2, San Pablo habla de una ofrenda que está recogiendo de las iglesias de Galacia y Macedonia para los creyentes de Jerusalén que padecían hambre. Se pueden aprender varios puntos de este versículo. Primero, nuestra ofrenda debe ser regular, “el primer día de la semana”. El primer día de la semana es el domingo cuando adoraron los primeros cristianos. En aras del orden y la adoración adecuada, San Pablo sugiere que los cristianos pongan sus donaciones de manera regular en cada servicio dominical al que asisten. Aquí tenemos la primera mención del domingo como un día apropiado para el culto público, aunque no es el día exclusivo para los servicios de la iglesia, y no está reservado por mandato divino.
Ya en el siglo IV d.C., época de San Agustín, era costumbre que los creyentes colocaran sus ofrendas en el altar antes de recibir la Cena del Señor. La liturgia luterana en su forma actual refleja esta antigua práctica. El ofertorio combina la ofrenda con cánticos de alabanza y oraciones de intercesión en anticipación de participar del cuerpo y la sangre del Señor. La ofrenda no es una pausa en el Servicio Divino, sino un acto de adoración.La cantidad de la ofrenda no es lo que le importa a Dios. En Lucas 21: 1-4 y Marcos 12: 41-44, Jesús observa que la ofrenda de una viuda pobre significaba mucho más que las grandes sumas de dinero que los ricos daban de su abundancia.