20 septiembre, 2024


Uno de los Reyes Magos
“Y andarán las naciones a tu luz,  y los reyes al resplandor de tu nacimiento…Multitud de camellos te cubrirá, dromedarios de Madián y de Epha; vendrán todos los de Seba; traerán oro é incienso, y publicarán alabanzas de Jehová.” Isaías 60.3-6

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Celebramos la Epifanía este domingo.

Aunque en su propia persona Jesucristo fue enviado primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel, Él todavía era la salvación de todas las naciones. A partir de Madián, en el extremo sudeste de Palestina, desde Efa y Saba en el desierto de Arabia, desde los confines de la tierra iban a venir, vencido por el poder del Mesías en Su Palabra y con mucho gusto sacrificando de sus bienes terrenales a Él, ya que bendicen y ensalzar el nombre de Jehová.

Y su poder debía ser ejercida a través de su Iglesia como el portador y proclamador del mensaje del Evangelio. La Iglesia, que lleva la luz del Evangelio, debe saber que los gentiles, una gran multitud de en medio del mundo pagano, sería caminar en esta luz, incluso los reyes, algunos de los poderosos de la tierra, en el brillo de su venida hasta , como a ella le brillarán como el sol en la gloria. De lejos sus nuevos hijos, nacidos a través de la fuerza del Evangelio, vendrían, y junto a ella, en medio de ella, sus hijas recién ganadas serían alimentados y criados por el estudio de la Palabra. Este hecho entonces debe reaccionar de nuevo a la Iglesia. Debe despertar a sus esfuerzos más fervientes, para brillar cada vez con mayor brillo, con asombro y un corazón agrandado. Para las multitudes de las naciones a lo largo de las orillas del gran mar sería convertir y unirse a sus fuerzas, la flor y el poder de los gentiles que inscribirse bajo la bandera de Cristo.

¡Oh Dios!, que por la señal de una estrella manifestaste tu unigénito Hijo a los gentiles; Misericordiosamente concede que nosotros que te conocemos por la fe, contemplemos al fin la belleza de su majestad. Por el mismo Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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