7 junio, 2025
1 junio, 2025

Fuego de la prueba, luz del Espíritu

Pastor: ,
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Passage: Ezequiel 36:22-28, Salmo 51, 1 Pedro 4:7-14, Juan 15:26-16:4
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Tenemos en nuestra epístola, 1 Pedro 4:7-14 y nuestro evangelio de hoy, Juan 15:26-16:4, la advertencia de la persecución y la promesa del Espíritu Santo. Antes de la fiesta de Pentecostés, cuando celebramos la derramada del Espíritu sobre toda la iglesia, pensemos en “estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.”

Los primeros cuatro versículos de Juan 16 son una continuación de la enseñanza de Jesús en Juan 15:18-25. “Estas cosas” se refiere a 15:18-25, al odio del mundo hacia Cristo, el Evangelio y los cristianos. Jesús habló estas cosas para que los cristianos no se apartaran, no fueran tomados desprevenidos ni acusaran a Cristo de injusticia. El mundo excomulgará falsamente a los cristianos. De hecho, los enemigos pensarán que matar cristianos es un acto piadoso.

Durante el ministerio terrenal de Jesús, el odio de sus enemigos se dirigía a él. Comenzó cuando era un bebé. Satanás obró a través de la gente. José y María tuvieron que huir a Egipto. Mientras Jesús crecía, gozaba del favor de Dios y de los hombres. Pero en cuanto les contó a los judíos sus pecados, comenzaron a odiarlo. Esto finalmente lo llevó a un juicio injusto y a una muerte injusta. Pero cuando ascendió al cielo, el mundo dirigió todo su odio contra los discípulos. Por eso, el cristiano no vive en un mundo amigable, ni siquiera tolerante, con la verdad de Cristo.

Todo el libro de los Hechos da testimonio de lo que se dice en 16:1-4. Desde Hechos 3 hasta el final, el odio de los judíos hacia los apóstoles es muy evidente. ¿Por qué los odiaban? Porque predicaban acerca del Señor Jesús. Por naturaleza, el hombre pecador odia a Dios. Es aliado del diablo, quien odia a Jesús. Es hoy como en tiempos de Jesús. El mundo todavía odia a Jesús y a sus discípulos.

Sin embargo, Jesús anuncia que su retorno al Padre resultará en bendición y no en maldición para sus discípulos. En 1 Pedro 4:7-11, el apóstol dice, “Antes bien, regocijaos de que sois participantes de los sufrimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria os llenéis de alegría”. En 1 Pedro 4:14, entendemos por “el Espíritu de gloria” el Espíritu que el Padre envió a petición de Jesús. Juan 15:26 es un texto que justificar la inclusion de la palabra “filioque”, que signfica “y del Hijo” en latín, en el Credo Niceno. Originalmente el credo solo dijo que el Espíritu procede del Padre.

Jesús promete la venida del Espíritu Santo y le llama el παράκλητος (paraklétos) como continuación de su presencia y ministerio entre sus seguidores. Paraklétos deriva del verbo griego παρακαλέω (parakaleō), que significa “llamar a nuestro lado”, “convocar” o “animar”. La palabra puede traducirse como (a) defensor o intercesor, (b) consejero, consolador o ayudador. El Espíritu Santo es descrito como alguien que enseña, recuerda y guía a los creyentes hacia toda la verdad. El παράκλητος también es representado como testigo de Cristo, dando testimonio de su obra y capacitando a los creyentes para hacer lo mismo. De nuestra lección del Antiguo Testamento (Ezequiel 36:22-28) se desprende claramente que no solo la obra de regeneración, sino también la de santificación, es una obra de Dios realizada en el corazón del hombre.

La santificación significa que el Espíritu Santo obra en el corazón del creyente: fe, esperanza viva y un gozo inefable y glorioso (1 Pedro 1:8). Pero no es una intoxicación total. La fe, la esperanza y el gozo inspirados por el Espíritu resultan en una vida sobria y disciplinada. Los cristianos son alertados a ver en sus sufrimientos un compartir del sufrimiento de Cristo y, por eso, la garantía de la participación en su gloria. No solamente cada uno, también la vida congregacional debe ser sobria y responsable. Esto significa no permanecer firmes en la oración, sino también demostrar el amor de Dios en nuestro cuidado y hospitalidad hacia los demás. Podemos hacer esto, no con nuestra propia fuerza, sino con el poder del “gloriosa Espíritu” que reposa sobre nosotros.

Aunque los hombres los injurien y rechacen, tienen a Dios a su lado, que pertenecen a Dios. Los cristianos se benefician enormemente de su sufrimiento. Los lleva a una relación más estrecha con Cristo, de quien son compañeros en el sufrimiento, con el Espíritu, que los rodea de consuelo; y, a través del Espíritu, con Dios, su Dios y Padre, que les otorga un anticipo de la gloria futura. Amén.

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