19 mayo, 2024

“Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso milagros obran en él. Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas. Mas oyéndolo Herodes, dijo: Es Juan, al que yo decapité, él ha resucitado de los muertos. Porque Herodes mismo había enviado y prendido a Juan, y le había atado en la cárcel a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano; pues se había casado con ella. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la esposa de tu hermano. Y Herodías le aborrecía, y deseaba matarle, pero no podía; porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba; y cuando le oía, él hacía muchas cosas, y le oía de buena gana. Pero viniendo un día oportuno, en que Herodes, en su cumpleaños, hizo una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea; entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la damisela: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino. Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista. Entonces ella entró apresuradamente ante el rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Y el rey se entristeció mucho, mas por causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla. Y en seguida el rey envió a un verdugo, y mandó que fuese traída su cabeza; y el verdugo fue y le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la damisela, y la damisela la dio a su madre. Y cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron el cuerpo y lo pusieron en un sepulcro.” Marcos 6:14-29

La mala conciencia hace que los hombres vean fantasmas. Herodes, al enterarse de los milagros de Jesús, se convenció de que Juan el Bautista había resucitado de entre los muertos, y por eso se manifestaban en él poderes sobrenaturales. Otros creían que Elías, quien siempre había sido investido con poderes especiales, y cuyo regreso fue esperado por una gran cantidad de judíos, en un malentendido de Malaquías 4: 5, estaba representado en la persona de Jesús. Otros pensaban que el Señor era un profeta como uno de los profetas de la antigüedad, que también había andado por el país de los judíos predicando y haciendo milagros. Pero Herodes se aferró a su declaración: Aquel a quien decapité, Juan, es; él ha resucitado.

Herodes celebró su cumpleaños con estilo. Se invitó a las personas socialmente importantes de Galilea. Aprovechando la oportunidad, Herodías había entrenado a su propia hija en los bailes voluptuosos. La danza agradó a Herodes y a los que estaban reclinados alrededores de las mesas. Herodes inmediatamente le hizo una promesa extravagante a la joven, animándola a nombrar la recompensa que iba a ser suya por este baile. Puede ser que su madre le hubiera dicho de antemano lo que debía pedir, como implica el relato de Mateo, y ahora necesitaba más insistencia. De todos modos, se apresura a acudir a su madre, quien rápidamente le inculca la necesidad de pedir e insistir en una sola cosa, la cabeza de Juan. La conducta impía y disoluta comienza con un gozo y un deleite salvajes, pero termina en una gran vergüenza y vicio, y con frecuencia el derramamiento de sangre y el asesinato.

Los discípulos de Juan tuvieron que enterrar su maestro. ¡Los de Jesucristo vieron el Señor resucitado en verdad! No como una fantasma, sino con las marcas de la crucifixión para tocar en sus manos y costado. Y con la promesa de la resurrección y la vida eterna para nosotros.

La cruz y el sufrimiento es el único camino a la herencia y al reino de Cristo; y todos los santos, y Cristo mismo, han ido por este camino. Por causa de Jesús, tenemos una buena conciencia y relación con Dios. Mucho más que Juan el Bautista, no debemos temer a la muerte, sino siguiemos adelante en el camino correcto.
Todopoderoso Dios, tú enviaste a Juan el Bautista para que sea el precursor de tu Hijo Jesucristo, tanto en su prédica de arrepentimiento como en su muerte inocente. Permite que nosotros, habiendo muerto y resucitado juntamente con Cristo en el Santo Bautismo, nos arrepentimos a diario de nuestros pecados, suframos con paciencia por causa de la verdad y sin temor demos testimonio de su victoria sobre la muerte. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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