Vestíos de toda la armadura de Dios
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Lutero escribió sobre el evangelio para hoy (Juan 4:46-54): “Aunque el Señor realizó milagros y señales para darse a conocer y llevar a la gente a la fe en Él, el propósito subyacente era centrar su atención en la Palabra en lugar de en las señales que servían simplemente para dar fe de la verdad de Su testimonio. La fe debe descansar en la Palabra de Dios”.
Las angustiosas palabras del padre revelan que él cree necesaria la presencia física de Jesús al lado del enfermo para que no muera. Pero en vez de acudir al lecho del moribundo Jesús le declara al padre: “Tu hijo vive”. No es necesaria la presencia física de Jesús para dar vida a los están física y espiritualmente moribundos.
La palabra de Jesús cambió el corazón y la vida de este noble. Inmediatamente después de que Jesús le dijo: “Vete, tu hijo vive”, se nos dice que creyó. Y al día siguiente se fortaleció en esta fe en la Palabra de Jesús. Cuando supo que su hijo se había curado en el momento en que Jesús le habló Su Palabra, creyó y también creyó toda su familia. Fue una ocasión maravillosa. Lo que le sucedió a este noble y a toda su familia fue más importante que la curación de su hijo.
¿Por qué debemos creer no solo en señales y milagros, pero solo en la Palabra de Dios? Porque la vida cristiana es una lucha contra los que San Pabla llama en nuestra epístola (Efesios 6:10-17), “principados, potestades, los gobernadores de las tinieblas de este mundo, malicias espirituales en las alturas.” Piense en los ataques de Satanás a Job. El diablo dijo al Señor: “¿Teme Job a Dios de balde? ¿No le has tú cercado a él, y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor? El trabajo de sus manos has bendecido, y su hacienda ha crecido sobre la tierra. Mas extiende ahora tu mano, y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu rostro.” (Job 1:9-11). El Señor quería mostrar al diablo que Job no creó en Él solo por los beneficios, entonces permitió los ataques contra Job hasta el punto de morir. También, el Señor usa las enfermedades, desastres, aún ataques espirituales para hacer crecer nuestra fe y acercarnos más a Él. Éste es el tema de la tentación de Jesús en el desierto.
La cuestión no es si estas cosas vendrán, sino: “¿Estoy preparado para soportar el día malo?”. El Salmo 23 dice así: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo.” En el Padre Nuestro, suplicamo al Señor, “No nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal.”
Efesios 6:10-20 nos advierte sobre la realidad de nuestros terribles enemigos, pero también nos informa sobre lo que Dios nos da para combatir a Satanás y todas las fuerzas del mal. Pablo no nos da diferentes rangos de fuerzas satánicas, sino una serie de sustantivos que describen la naturaleza formidable de nuestros verdaderos enemigos, que se oponen entre sí: “gobernantes, autoridades, tiranos cósmicos”. Estos demonios son espíritus, sólo espíritus, sin carne ni sangre, seres conscientes, dotados de razón y voluntad, pero espíritus de maldad, cuyo pensamiento, esfuerzo y búsqueda son pura maldad, cuyo único propósito es destruir las obras de Dios. Y, puesto que son espíritus, son miembros de un mundo sobrenatural, supersensible y trascendental.
Sin embargo, la fe salvadora en Cristo como el Salvador del mundo hace que el creyente esté seguro contra todos los dardos de fuego del diablo. El cristiano tiene una necesidad imperiosa de fe salvadora para apagar los dardos de fuego de Satanás. Pablo va más allá del punto de comparación cuando dice que la fe apaga los dardos de fuego de Satanás. Un cristiano armado con fe puede vencer a Satanás. Los dardos de fuego aquí representan las dudas, las lujurias, las tentaciones, y los temores que Satanás usa contra nosotros.
Como escribe Lutero: “Aquí no es suficiente que nos defendamos contra el diablo con la fe y la esperanza como nuestro escudo y casco, sino que también debemos sacar la espada y atacarlo con tal insistencia que él se retraiga y huya, y así obtengamos la victoria sobre él”. Puesto que la Palabra de Dios es esta arma, nos corresponde hacer uso de ella en todo momento y, para este fin, familiarizarnos con ella tanto por medio de la predicación pública como por medio del estudio serio de la Biblia en casa. La lectura superficial debe complementarse con una cuidadosa memorización de textos de prueba y pasajes fuertes. Sólo de esta manera podremos hacer un uso adecuado de la Palabra de Dios como verdadera arma de ofensiva en todo momento.
Señor, motívanos a ser disciplinados en el uso de tu Palabra y de la oración para que brote de ellas la fortaleza y la sabiduría que necesitamos para vencer el maligno. Haznos recordoar y permanecer en esta verdad. Amén.