Que significa las lágrimas de Jesús
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador.
En su ministerio terrenal nuestro Señor proclamó las buenas noticias de salvación a su propio pueblo, los judios. A menudo Jesús dijo que el Padre le envió a los judíos primero. Después de la resurrección, el Señor envió sus apóstoles a todas las naciones.
Jesucristo cumplió perfectamente la ley moral, los Diez Mandamientos. Pero también, como un judío, nacido entre los judíos, Él cumplió toda la ley de Moisés, el antiguo pacto que Dios hizo con el pueblo Israel delante del monte Sinaí. Jehová dijo a los descendientes de Abraham, “Si ustedes obedecen todos mis estatutos, yo seré tu Dios y ustedes serán mi pueblo.” El pueblo escogido según el antiguo pacto fue conocido como los hebreos, luego como israelita y finalmente como judíos, habitantes de la tierra de Judea. Ninguno de ellos cumplieron la Ley perfectamente, pero por la obediencia perfecta de Jesucristo, los que creyeron en la promesa del Mesías, el Salvador, fueron salvos por la fe.
Sin embargo, en nuesto evangelio para hoy, nuestro Señor lloró por la ciudad de Jerusalén y la mayoría del pueblo por su incredulidad y rechazo a Dios, a su Hijo ya la nuevo pacto en su sangre. Debemos prestar atención a la advertencia de Jesús. A nosotros también nos puede pasar.
Las lágrimas de Jesús sobre la ciudad reprobada de Jerusalén son la mejor evidencia de que Él es sincero en su redención por los pecados del mundo entero, que Él quiere que todos los hombres se salven. En extraordinaria plenitud y fulgor les había llegado el día de la gracia, ya que el Hijo de Dios personalmente había venido en medio de ellos y les había traído el glorioso Evangelio de su redención. Pero ahora el día de la gracia estaba llegando a su fin, y aún el entendimiento perteneciente a su salvación estaba oculto ante sus ojos. A causa de su incredulidad y dureza de corazón, el tiempo de la gracia estaba llegando rápidamente a su fin, y la salvación que habían buscado neciamente por medio de las obras estaba tan lejos de ellos como siempre. Y no sólo el hecho de su incredulidad y dureza de corazón. las amargas lágrimas del Señor, pero también el hecho de que Él sabía el destino de la ciudad, vio la destrucción final teniendo lugar ante la visión de su omnisciencia.
El pueblo del antiguo pacto había rechazado al Señor y su misericordia desde el tiempo de Moisés hasta el tiempo de Jesús. Jesús habla una combinación de Isaías 56:7 y Jeremías 7:11. Ya en los días de los profetas Israel había hecho un mal uso del Templo que fue construido para ser un lugar de perdón de los pecados y de adoración. Nuestro Señor echó afuera los buhoneros en el corte del Templo. Pero, también el Señor, por medio del profeta Jeremías, denunció la falsa sensación de seguridad que proviene de la perversión del propósito de las ceremonias allí celebradas por orden divina. Los ritos de sacrificios en forma mecánica no obligan a Dios a pasar por alto la conducta inmoral.
El Señor le recuerda al pueblo lo que le hiza Silo. En esta ciudad 33 kilómetros al norte de Jerusalén, fue guardada por un tiempo el arca del pacto. Pero cuando el cofre sagrado due degradado a un objeto de buena suerte, fue capturada por los filisteos, y la ciudad fue destruida.
La destrucción de Jerusalén y su Templo ocurrió en el año 70 d.C. Según el historiador Josefo, a los judíos se les advirtió que nunca más reconstruyeran los muros de Jerusalén o que fortificaran su ciudad. Pero durante los años 60 del primer siglo, mientras Roma experimentaba problemas internos, los judíos reconstruyeron sus murallas y fortificaron la ciudad. En el año 66 el emperador Nerón envió sus legiones para someter la ciudad. Los judíos lo mataron a 5.000 de sus hombres. En la temporado de la Pascua del año 70 se reunieron en Jerusalén cerca de 1.000.000 de judíos por mandato del imperador Vespasio. La ciudad estaba rodeada por tres fuertes murallas. Con gran esfuerzo y con grandes gastos, los romanos conquistaron muro tras muro. Luego fueron tras el Templo. Fue incendiada hasta los cimientos el 10 de agosto del año 70 d.C. Luego, 900.000 judíos fueron asesinados, muertos de hambre o vendidos como esclavos. Sólo unos 100.000 sobrevivieron.
¿Qué debemos pensar de las personas que se identifican como judíos hoy? Hay dos tipos de judíos en Venezuela: los sefardíes y los ashkenazíes. Sefarad es la palabra hebrea para la Península Ibérica y se encuentra en el libro del profeta Abdías. Los sefardíes son descendientes de judíos que se asentaron en la Península Ibérica en la antigüedad. Fueron desterrados de España por los reyes católicos en 1492. Algunos de ellos se trasladaron a Holanda y de allí a colonias holandesas en el Caribe, como Curacao. Con el declive de la Inquisición española en Venezuela, muchos sefardíes se mudaron de Curazao a Venezuela. El cementerio judío de Coro es el cementerio judío en continuo uso más antiguo de América. Su origen se puede ubicar en el siglo xix, cuando la comunidad judía sefardí de la isla holandesa de Curazao comenzó a emigrar hacia la ciudad venezolana de Santa Ana de Coro en el año 1824.
Ashkenaz en hebreo significa Alemania y se encuentra en el capítulo 10 de Génesis. Los ashkenazíes descienden de judíos que se asentaron en el valle del río Rin en la Edad Media. Desde allí establecieron comunidades en todo el norte de Europa. Estas fueron las principales víctimas de los nazis en el siglo XX y Venezuela les dio refugio. Es bueno para mostrar misericordia para los refugiados de la persecución religiosa, porque la libertad religiosa es un derecho humano porque los asuntos de fe no son asunto del gobierno civil, como enseñan las Escrituras.
Mira que dice el versículo 47 de nuestro evangelio: “Y enseñaba cada día en el templo; pero los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban qué hacer, porque todo el pueblo estaba muy atento oyéndole.” Por Jesús, no la importó su propia profecía contra el templo, siguió predicando allí a los que querían escuchar. Y había algunos entre los judíos que escuchaban. La iglesia del primer siglo, el nuevo Israel, estaba compuesta tanto de judíos como de gentiles que creían.
San Pablo en nuestra epístola (Romanos 9:30-10:4) asegura a sus hermanos, a sus lectores en la congregación de Roma y en otros lugares, que la salvación de los judíos es un asunto de oración para él, que siente cualquier cosa menos satisfacción por la necesidad que le incumbe de hablar de su rechazo por parte de Dios. Su amable y sincero deseo en favor de ellos, el deseo supremo de su corazón, que encuentra su expresión en su súplica a Dios, es la salvación de ellos. Ese es el objeto que tiene en mente cuando hace sus suplicar ante Dios, mientras él intercede por ellos, para que puedan obtener la salvación.
Lejos de desear exagerar y exagerar la maldad de su conducta, el apóstol se inclina más bien a darles todo el crédito por cualquier cosa que pueda ser encomiable en su comportamiento. Les da testimonio, está perfectamente dispuesto a testificar en su favor que tienen celo por Dios, hacia Dios. Tanto hay que reconocerles y cederles, que no sean indiferentes a Dios ya su gloria. Durante siglos se habían aferrado a la doctrina y el culto de sus padres tal como ellos lo entendían, y hasta soportaron sangrientas persecuciones por causa de Jehová. Y creían que por esta insistencia en las formalidades externas de la religión merecían la salvación. Pero a pesar de todo este esfuerzo bien intencionado, su celo no estaba de acuerdo con el conocimiento correcto. Su falta de conocimiento adecuado no era sólo una falta intelectual, sino también moral. A pesar de toda la enseñanza de parte de los profetas, persistieron en su adoración externa, negándose a aceptar el debido conocimiento de Dios.
Pablo describe el contraste con su propio deseo y oración en el comportamiento de los judíos según su falso conocimiento. Porque ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han puesto bajo la justicia de Dios. En lugar del debido conocimiento los judíos mostraron ignorancia; en lugar de tener la verdadera justicia, estaban obligados a manifestar la suya propia.
Eso no significa que los judíos no puedan salvarse. Dios sigue invitando a todos los hombres, incluidos los judíos, a arrepentirse y llegar al conocimiento de la verdad. Además, como Pablo escribió en 1 Corintios 10, que ocurrió con el antiguo Israel fue dado por ejemplo por nosotros. Ahora es nuestro tiempo de gracia. Cristo está presente en su iglesia. No debemos rechazar el don de la fe y confiamos en nuestras propias obras, porque el día del juicio viene.
Y juntos con la iglesia antiguo oremos por los judíos y los paganos. Todopoderoso y eterno Dios, que te places en manifestar la misericordia: Escucha las oraciones que elevamos a Ti por tu pueblo Israel de modo que, reconociendo a Jesucristo, que es la luz y la verdad, sea librado de las tinieblas. También escucha nuestras oraciones por los paganos. Remueve la iniquidad de sus corazones y haz que se aparten de los ídolos y vengan a Ti. En el nombre de Jesús. Amén.