5 enero, 2025
22 diciembre, 2024

Preparamos el camino del Señor

Pastor: ,
Passage: Deuteronomio 18:15-19, Salmo 111, Filipenses 4:4-7, Juan 1:19-28
Service Type:

Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Cada uno de los cuatro evangelios comienza la historia del ministerio público de Jesucristo relatando la actividad de Juan el Bautista. Según los sinópticos, sabemos que Juan era el hijo del sacerdote Zacarías y de su esposa Elisabet, un pariente de la Virgen María. Al igual que Abraham y Sara, Zacarías y Elisabet ya habían pasado la edad de poder tener hijos, pero Dios les dio un hijo en la vejez. San Lucas nos dice que “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías en el desierto.”

La multitud respondió a la predicación de Juan y se reunió en torno a él para ser bautizada. Entonces, los líderes de los judíos, sacerdotes, levitas y fariseos, enviaron una delegación a Juan. La pregunta: “¿Quién eres tú?” tenía un propósito definido. Querían saber si Juan afirmaba ser el Mesías. Pero Juan rechazó la implicación.

¿Por qué le preguntaron si era Elías? La región en la que Juan estaba bautizando era la misma donde Elías fue raptado al cielo. Tal vez Elías había regresado a este mundo en su antigua carne y sangre. Había muchas creencias extrañas acerca de los profetas en aquellos días. De hecho, se había profetizado (Malaquías 4:5) que el profeta Elías vendría como precursor del Mesías, es decir, que un profeta con el poder y el espíritu de Elías prepararía el camino para Cristo. Y Jesús declara expresamente (Mateo 17:10-13) que Juan el Bautista era el Elías que había de venir. Pero debido a la falsa comprensión que los judíos tenían de este Elías, Juan no podía admitir esa identidad sin engañarlos.

También en la región en la que Juan estaba bautizando Moisés se despidió de su pueblo y subió Moisés al monte Nebo. Murió allí Moisés y ninguno conoció el lugar de sepultura (Deuteronomio 34:1-6). Muchos judíos entendieron que nuestra lección del Antiguo Testamento, Deuteronomio 18:15-19, era una profecía, no del Mesías mismo, sino de un profeta fiel que inauguraría el reino mesiánico. Juan negó que él fuera ese profeta. Que esta profecía era una promesa mesiánica queda claro a la luz del Nuevo Testamento, Lucas 9:35; Hechos 3:22; 7:37; Hebreos 1:1:2.

Con cierta impaciencia, los miembros de la delegación exigieron ahora una respuesta clara, una declaración positiva. Tenían la obligación de llevar una respuesta al Sanedrín, y no podían regresar sin haber cumplido el objeto de su misión. Y Juan hizo ahora una confesión definida acerca de sí mismo, refiriéndose a la profecía de Isaías 40:3. Era la voz de uno en el desierto, que llamaba en voz alta y con urgencia para que la gente enderezara y allanara el camino del Señor. El Mesías estaba a punto de entrar, de venir a su pueblo, e Israel debía prepararle el camino mediante un sincero arrepentimiento. Sólo aquellos que sinceramente reconocen sus pecados y se arrepienten de ellos pueden obtener la salvación en Cristo. Esa era la parte principal, la parte prominente del ministerio de Juan: llamar a Israel al arrepentimiento.

Los fariseos consideraban que sólo los prosélitos, los convertidos a judaísmo, necesitaban el bautismo. Los fariseos se consideraban puros y por eso no se bautizaban. Juan, en cambio, llamó a los fariseos al bautismo de arrepentimiento también. Por lo tanto, la mayoría de ellos rechazaba tanto el bautismo de Juan como su autoridad como verdadero profeta de Dios.

Así, los delegados cuestionaron su derecho a bautizar, ya que, según su propia confesión, él no era ni Cristo, ni Elías, ni aquel profeta. Puesto que la respuesta a la pregunta de los fariseos estaba incluida en el pasaje de Isaías, Juan se contentó con la oportunidad de señalar a Jesús, y así cumplir su obra. Se pone a sí mismo y a su bautismo en contraste deliberado con Cristo, y el bautismo que Cristo emplearía a su debido tiempo. Juan bautizó con agua. Mediante el agua del bautismo confirmó y selló su predicación para arrepentimiento. Amonestó al pueblo de Israel de que necesitaban una limpieza de los pecados. Los que fueron bautizados por Juan confesaron sus pecados. Pero aun así, el bautismo de Juan, aunque fue un medio de gracia, fue de naturaleza preparatoria; señaló hacia el cumplimiento de la redención en Cristo. El ejemplo de Juan al confesar a Cristo ante los enemigos de la verdadera salvación debería animar a los cristianos de todos los tiempos a defender valientemente a Cristo.

El bautismo de Juan se apartó del bautismo de los fariseos por ser un bautismo para todos. La diferencia entre el bautismo de Juan el Bautista y el de Jesús, según Martín Lutero, es así: En el bautismo de Juan, el perdón de los pecados nos es prometido, mientras en el bautismo de Jesús, el perdón de los pecados se hace nuestro. El bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no es agua sola, pero agua ligada con la Palabra de Dios a través del cual el Espíritu Santo obra nuestra regeneración espiritual. Hoy día, como en aquel tiempo de Juan el Evangelista, andan muchos maestros falso que profesan ser hombres llenos del Espíritu Santo, pero que al mismo tiempo menospreciaban los sacramentos y doctrinas tales como la Encarnación y la muert física y la Resurrección de Jesucristo. No puede estar llena al Espíritu Santo una persona que niega los sacramentos y las doctrinas principales de la fe.

Como Juan el Bautista preparó el pueblo para recibir el verdadero Mesías, en la temporada del Adviento nos preparamos para recibir de nuevo nuestro Señor ahora en memoria y luego cara a cara en su segunda venida. Por la Palabra y los sacramentos, tenemos toda la seguridad en estas promesas, y por eso, la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.

Deja una respuesta