Para cumplir toda justicia
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
“Para cumplir toda justicia”. Jesús pronunció las palabras en nuestro evangelio de hoy (Mateo 3:13-17), en lugar de las que otros que fueron bautizados, siendo pecadores, confesaron acerca de sus pecados. El término “justicia” es de suma importancia en el evangelio de San Mateo. Hay dos corrientes respecto del concepto “justicia”: comportamiento moral, o don recibido de Dios. La pregunta es entonces: ¿será que la justicia que se requiere de los seguidores de Jesús consiste en su comportamiento ajustado a normas morales, o es algo que se les impone, o imputa, de parte de Dios por virtud de Jesús?
La primera vez que la palabra “justicia” aparece en Mateo, la impresión que da es que se trata de un concepto moral. Cuando José resuelve divorciarse de María en secreto, se le llama hombre justo (Mateo 1:9). Sin embargo, sin querer cuestionar su respeto por la ley moral, la justicia de José reside en primer término en su resolución de no exponer a la vergüenza pública a María su comprometida. José es justo porque demuestra su compasión con una persona que al aparecer no la merece. Lo que Mateo entiende por justicia es más que una vida moral reglamentada por premios y castigos.
La justicia es definida por el bautismo de Jesús en el mismo momento en que ocurre, que culmina en su crucifixión. Esta justicia es más que la mera fidelidad a una serie de principios morales. Constituye el único anhelo de todos los creyentes, el objeto de su hambre y su sed (Mateo 5:6). Esta justicia es también más que una idea abstracta para los creyentes, que padecen persecución por causa de ella (Mateo 5:10). Antes bien, está unida a la persona de Jesús en quien la justicia se revela (Mateo 3:15; 5:11).
En nuestra epístola (1 Corintios 1:26-31) San Pablo dice así: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, es decir, justificación, santificación y redención”. El contenido del versículo 30 trajo consigo el cumplimiento de una profecía que se encuentra en Jeremías 9:23-24: “Así dice Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el fuerte, ni el rico se alabe en sus riquezas; mas alábese de esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”. El deseo de Jesús de cumplir toda justicia no es ajeno a la convicción de Pablo, porque según él, Cristo ha sido hecho nuestra justificación.
Santificación nos entendemos en el sentido estricto, la vida de buenas obras. Veamos Juan 15:5; Efesios 2:10; Gálatas 2:20. La palabra redención se usa en el Nuevo Testamento para referirse a lo que Cristo hizo por nosotros, como en Efesios 1:7, o a nuestra liberación final en el día del juicio, como en Lucas 21:28.
Cuando se abrió el cielo y se oyó la voz del Padre que reconoció a Jesús como Hijo suyo, la justicia de Jesús fue manifestada como fundamento y causa del plan de salvación que Dios había resuelto cumplimentar. Aquí tenemos una de las descripciones más claras de la Trinidad en las Escrituras. El Dios Trino es el Dios salvador. El Dios trino, en el bautismo de Jesús, puso el sello de su aprobación sobre la obra de redención. Ocurrió una manifestación sumamente excepcional del Dios Trino. Se revela toda la Trinidad. Las tres personas son agentes activos en nuestra redención.
Jesús ahora es ungido con el Espíritu Santo, Hechos 10:38. Jesús no es la persona que actúa, sino Aquel sobre quien se actúa. Él tenía el Espíritu, porque fue concebido del Espíritu; y la plenitud de la Deidad moraba en Él corporalmente. Pero, sin embargo, ahora es hecho receptor del Espíritu. Chemnitz dice: “El Espíritu Santo descendió sobre Jesús, no como si Él estuviera sin el Espíritu, la plenitud de la Deidad moraba en Él; sino porque fue profetizado que el Mesías, cuando fuera nuestro Mediador, sería ungido, no con aceite, sino con el Espíritu Santo, Salmo 45:8, Isaías 61:1, para que todos pudieran estar seguros de que Él era el Profeta a quien debían escuchar. Debemos recordar asimismo que Jesús tenía el Espíritu como el espíritu de vida, no sólo como Dios, sino también como hombre; Ahora recibió al Espíritu como el Espíritu de su oficio y como el Espíritu de poder, sin medida. Porque Jesús era un verdadero hombre, con la debilidad y fragilidad de la naturaleza humana, aunque sin su pecado, por lo tanto, Él, como hombre, estaba en necesidad del equipamiento y la preparación por el Espíritu para los deberes de su gran obra. Aquí Jesús realmente comienza a ser Cristo, dice Lutero, “Ahora Él acepta su triple oficio por nosotros”.
En Cristo, la justicia, la justificación, el perdón, la expiación fue un hecho establecido para todas las personas. Esa es la justificación objetiva. La justicia de Cristo imputada en el bautismo es un hecho establecido para todas las personas. Vea 2 Corintios 5:21; Filipenses 3:8. En la profecía, Jeremías 23:6 llama a Jesús “el Señor, justicia nuestra”. La aplicación personal llega al individuo a través de los medios de gracia. Jesús cumplió toda la justicia cuando fue bautizado, no sólo alguna justicia.
Todopoderoso Dios, danos tu gracia para que podamos despojarnos de las obras de las tinieblas y vestirnos de la armadura de luz en esta nuestra vida mortal, en la cual con su gran humildad nos visitó tu Hijo Jesucristo y para que en el día final podamos entrar a la vida inmortal. Amén.