22 noviembre, 2024
25 febrero, 2024

Oración y tentación

Series:
Passage: Génesis 32:22-32, Salmo 121:1-8, 1 Tesalonicenses 4:1-7, Mateo 15:21-28
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

La sexta petición del Padre Nuestro es “No nos dejes caer en tentación”. La explicación en nuestro catecismo dice que “Dios, en verdad, no tienta a nadie”. Entendamos que las palabras, “tentar” y “tentación” en las Escrituras tienen dos significados. Tentación puede significar los intentos de nuestros enemigos espirituales para alejarnos de Dios y sus caminos. La tentación de Jesús en el desierto es un ejemplo de esto. Por supuesto, Dios no es nuestro enemigo espiritual y no tienta a nadie en este sentido.

Sin embargo, Dios puede poner a prueba nuestra fe para acercarnos a Él. Hoy en día, predicadores del “evangelio de prosperidad” dice que con suficiente fe puedes obtener de Dios todo lo que quieras: riquezas, salud, amor y otras cosas buenas en esta vida. Si tienes fe, nunca deberías sufrir ni querer nada. Esto se llama “la teología de la gloria”, mientras que las Escrituras enseñan “la teología de la cruz”. Esto significa que a través del sufrimiento nos acercamos a Dios y nuestra fe se fortalece.

Pero, ¿no ha prometido Dios ha prometido escuchar nuestras oraciones en el nombre de Jesús? ¿Qué pasa si parece que Él no responde o incluso rechaza nuestras oraciones? En verdad, el verdadero propósito de la oración no es para cambiar la voluntad de Dios. Como nuestro catecismo dice sobre la segunda petición del Padre Nuestro, “El reino de Dios viene en verdad por sí solo, aún sin nuestra oración. Pero rogamos en esta petición que venga también a nosotros.” También, sobre la tercera petición, “La buena y misericordiosa voluntad de Dios se hace, en verdad, sin nuestra oración, pero rogamos en esta petición que se haga también entre nosotros.” Y sobre la cuarta petición, “Dios da diariamente el pan, sin nuestra súplica, aun a todos los malos; pero rogamos con esta petición que Él nos haga reconocer esto y recibamos nuestro pan cotidiano con gratitud.”

En las lecciones de hoy tenemos dos ejemplos de la oración en el que Dios pone a prueba a las personas para fortalecer su fe.. Aprendemos a no rendirnos, sino a perseverar en la oración y en plena fe en que Dios quiere lo mejor para nosotros. El poder de la oración no reside en nuestra sinceridad o perseverancia, sino que si perseveramos con la ayuda del Espíritu Santo, recibimos lo mejor para nosotros.

En nuestra lección del Antiguo Testamento (Génesis 32:22-32), Jacob se prepara para su primer encuentro en años con Esaú, el hermano que había jurado matarlo. Él cree que es la voluntad de Dios que se reconcilie con Esaú, pero tiene mucho miedo. Jacob había hecho todos los arreglos necesarios, había hecho todo lo que podía para apaciguar a su hermano y podía esperar el resultado de sus planes con un corazón más confiado. Había enviado a su familia, sus sirvientes y su ganado adelante, ya que era común que un hombre se quedara atrás para asegurarse de que todos hubieran cruzado el río de manera segura.

Pasó la noche en oración y su lucha con el Señor tomó la forma de una lucha tanto física como espiritual. La palabra traducida como luchó sólo aparece aquí. Significa un combate cuerpo a cuerpo. Fue el Señor mismo quien asumió el papel de antagonista de Jacob, y por esa razón Jacob insistió en tener Su bendición antes de permitirle partir. A pesar de su torcedura en la cadera, Jacob perseveró hasta recibir la bendición del Señor. El Señor repitió formalmente la bendición patriarcal, con su promesa mesiánica. El alma de Jacob fue sanada de todo su temor y terror.

En nuestro evangelio para hoy, encontramos la historia de una mujer cananea de la región de Tiro y de Sidón. San Marcos la llama una mujer sirofenicia (Marcos 7:24-30) porque la región se llama Fenicia (hoy día, el Líbano) fue parte de Siria. La gente de Tiro y Sidón se encontraba entre los que escucharon a Jesús y presenciaron sus milagros (Marcos 3:8; Lucas 6:17). Su fama se había extendido mucho más allá de las fronteras de Galilea, especialmente a lo largo de los caminos de las caravanas. La mujer conocía los libros sagrados de los judíos, como lo demuestra su discurso al Señor.

Claramente ella confiesa que Él es el Mesías. Ella lo llama Señor e Hijo de David, que era un título del Mesías. Su petición fue una oración de fe también porque clamó por misericordia, profundamente consciente de la miseria de su alma y del hecho de que cualquier ayuda que pudiera esperar sería su parte sólo por la simpatía misericordiosa de parte de Jesús. He aquí un ejemplo de súplica persistente e importuna, no sólo por su propio interés, para aliviar la angustia de su alma, sino también por su hija, que sufría una forma particularmente grave de posesión demoníaca.

Jesús pone a prueba su fe y no responde una palabra. Esto es un duro golpe cuando Dios se muestra tan serio, enojado y distante, y oculta su gracia y su ayuda. También debemos aprender a aferrarnos solos a la Palabra, aunque Dios pretenda ser diferente a lo que la Palabra dice de Él. Evidentemente Jesús siguió caminando en silencio mientras ella lo seguía.

Ella debe haber continuado clamando sin disminuir lo más mínimo en fervor, porque los discípulos se ven obligados a interceder por ella porque su llanto persistente los molestaba. De manera dura, dando a entender que sería mejor que se ocuparan de sus propios asuntos, Jesús les dice que su misión especial concierne únicamente al pueblo judío. Ese fue el segundo rechazo. A decir verdad, dice Lutero, en ningún lugar de todos los evangelios se describe a Cristo como alguien tan duro como aquí.

La mujer se acercó y se arrodilló ante él. “¡Señor ayudame!” ella dijo. Quizás en ese momento Jesús entró en la casa y la mujer lo siguió (Marcos 7:24-26). En cualquier caso, ella se postró ante Jesús. Por segunda vez se dirige a Él como “Señor”.

Jesús había dicho que la costumbre dicta que no es bueno quitarles el pan a los niños y echárselo a los cachorros. La mujer está de acuerdo. Pero, igualmente, dice que los niños, como amos, no prohíben a los cachorros comer los pedazos que caen de la mesa. Note nuevamente que por tercera vez ella se dirige a Él como “Señor”.

Por lo tanto, en lugar de alejarse con desánimo desesperado, se lanza al ataque: Sí, Señor, porque también los perros domésticos participan de la comida de los niños, aunque sólo les toca a ellos las migajas. Ella había atrapado al Señor en su propio argumento, había obtenido una victoria decidida sobre Él. Como recompensa a su fe, su deseo fue concedido. En esa misma hora su hija recuperó completamente la salud. Por lo tanto, esta historia es un ejemplo especialmente excelente de la verdadera fe, que debe ejercerse y, sin embargo, finalmente conquistará y obtendrá todo.

Muy a menudo el cristiano piensa que la providencia de Dios está en desacuerdo con lo que dice la Palabra de Dios. En tales circunstancias, el cristiano necesita centrar su atención en la Persona de Cristo. A veces, el Señor permite que los cristianos soporten pruebas, tentaciones y sufrimientos, no para destruirnos, sino para fortalecernos y finalmente bendecirnos.

¡Oh, Dios!, que encaminas a los humildes por los senderos de la justicia y derramas tu luz sobre los justos: Quita nuestras dudas e incertidumbres y concédenos por tu gracia el anhelo de hacer tu voluntad, de modo que, guiados por tu Espíritu Santo, escojamos lo bueno y, a la luz de tu Palabra, caminemos en tu senda sin tropezar. Amén.

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