Levantad vuestra cabeza
¡Feliz Adviento!
El domingo pasado hablé de que el camino de Cristo a la cruz comenzó con su nacimiento de la Virgen María. Por eso muchas iglesias adornan el altar con paramentos de púrpura, el mismo color de Cuaresma, para enfatizar el propósito de Cristo a sufrir y morir en nuestros lugares. Pero, hay otro aspecto y otro color para Adviento: El azúl del cielo en la madrugada, antes de la salida del sol. Este color nos recuerda de la esperanza de la vida eterna cuando Cristo venga en gloria. Nuestra lectura del Evangelio del segundo domingo de Adviento nos habla de la segunda venida de Cristo cuando Él venga para juzgar a los vivos y los muertos.
Mientras Jesús estuvo en la tierra realizó muchas señales para que creyéramos que Él era el Cristo y fuéramos salvos. Desde que ascendió, Jesús ha enviado y todavía envía muchas señales para advertir a todos pueblo que Él vendrá otra vez para juicio. También, en nuestra lectura del Antiguo Testamento (Malaquías 4:1-6), el profeta en sus últimas palabras, señala hacia el día que será un gran día para los hijos y siervos obedientes de Dios, pero un día terrible para que los que son impenitentes y no están preparados. Para ellos, el tiempo de gracia se acabará.
Estas señales ayudan a llevar a los incrédulos a la fe y son una advertencia para los creyentes a perseverar hasta el fin en fe y amor. Pero a la iglesia nunca se le dice que predique señales. Pero se le dice que predique el Evangelio. Las señales no nos salvan. Sólo nos advierten. El Evangelio nos salva.
En el versículo 25 Jesús habla de señales en los cielos y señales en el cielo. la tierra. Cita Hageo 2:6.11 “Las potestades de los cielos serán conmovidas”. Dios hizo que las potestades de los cielos perduraran. Pero cuando el hombre cayó en pecado, Dios advirtió que estos poderes serían sacudidos. Los eclipses, los terremotos, etc. asustan a la humanidad. De esta manera Dios advierte a la humanidad que se prepare para la segunda venida de Cristo. A diferencia de los temerosos incrédulos, él debe levantar la cabeza porque su liberación está por llegar. Las guerras, las revoluciones, las depresiones económicas, los temores del hombre, los problemas en la iglesia, etc., son todos signos y deberían hacernos decir: “Mira hacia arriba, no hacia abajo.”
Los versículos 29-31 nos envuelven en una maravillosa ilustración. En primavera, cuando los árboles empiezan a brotar, la gente instintivamente se da cuenta de que se acerca el verano. Asimismo, los cristianos (debido a su conocimiento de la Palabra de Dios) se dan cuenta de que las señales muestran que el Reino de Dios, la vida eterna, está cerca.
A causa del pecado del hombre, este cielo y esta tierra pasarán. Lo único que no cambiará es la Palabra de Dios. Las Palabras de Cristo, toda la Biblia, no pasarán. Por cierto, si ellos son las Palabras de Cristo, entonces Él debe ser Dios verdadero.
¿Por qué Dios hizo registrar las Escrituras? Para nuestro aprendizaje. Nos lo dice San Pablo en nuestra epístola Romanos 15:4-13. “El Antiguo Testamento fue escrito para nuestra instrucción, a fin de que aprendamos a tener paciencia, recibamos consuelo y conservemos nuestra esperanza bienaventurada”. Note que se atribuyen a Dios las mismas cualidades que a las Escrituras. Es Dios quien hace efectivas las Escrituras. El cumplimiento de las promesas hechas a Israel trajo el cumplimiento de las promesas hechas a los gentiles en el Antiguo Testamento. El Dios que dio estas promesas y las cumplió en Jesucristo, es el Dios de esperanza. Todos los hombres pueden entregar su futuro en sus manos.
Sobre “paciencia” ver Lucas 21:19 y los versículos 16-18 de este capítulo. El cristiano puede vivir y sobrevivir la traición y el odio. ¿Por qué? Porque las Escrituras dan consuelo al cristiano. Las Escrituras nos consuelan, nos ayudan a perseverar y a mantener firme nuestra esperanza eterna en Cristo. La esperanza es hija de la fe.
Que el Dios que da paciencia y aliento os dé un espíritu de unidad entre vosotros al seguir a Cristo Jesús. ¿Por qué Pablo ora así? Porque al igual que los Profetas, Cristo y Pablo, debemos luchar constantemente contra los errores en la doctrina y la práctica. Y, cuando lo hacemos, muy a menudo no somos apreciados sino, como Cristo, vilipendiados. No es de extrañar que Pablo ore para que Dios nos dé consuelo y paciencia para que tengamos ideas afines.
Por fin, en medio del temor y presentimiento de los hombres para los cuales la venida del Hijo del hombre con poder y gloria significa la destrucción, los fieles pueden cobrar ánimo y levantar la cabeza en gozo. Ellos saben que este Hijo del hombre es su Salvador que viene a traer su redención.
La fe trae esperanza, la esperanza trae la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.