Habrá un rebaño y un pastor
¡Cristo ha resucitado! ¡Ha resucitado en verdad! ¡Aleluya!
Durante la Cuaresma y hasta ahora en esta temporada de la Pascua, el énfasis ha estado en Cristo como Cordero Pascual. Para variar, hoy hablaré de Jesucristo como el pastor de las ovejas.
En un sentido, cuando nuestro Señor dice “Yo soy el Buen Pastor”, declara que Él es el Único. En Jesús se cumple la profecía mesiánica de nuestra lectura del Antiguo Testamento, Ezequiel 34:11-16.
“Porque así dice Jehová el Señor: He aquí, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad.”
¿Quien es el Pastor que buscará los ovejas esparcidas? Jehová el mismo. Es un eco de Salmo 23, “Jehová es mi Pastor”. El nombre Jehová significa “El que era, es ahora y será para siempre”. Cuando Moisés le preguntó, “¿Cual es tu nombre?”, respondió Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY”. Y dijo: “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.” (Éxodo 3:14). Cuando Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”, los fariseos entendieron y tomaron piedras para arrojárselas. Jesucristo es Jehová y el Mesías.
Además, uno solo puede llamarse “el Buen Pastor” porque hay uno solo que ha dado su vida como sacrificio por las ovejas. El sacrificio de Jesús en la cruz pone de manifiesto que Él es el pastor que esperaba el pueblo de Dios. Ningún otro puede guiar a las ovejas por el valle de sombra de muerte y conducirlos a las moradas eternas.
“Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.”
Como dice San Pedro en nuestra epístola (1 Pedro 2:21-25) el hombre es por naturaleza una oveja errante, indefensa e indefensa. Todas las fuerzas del mal tanto desde fuera como desde dentro trabajan sobre ellos para desviarlos aún más. Cuanto más seguros se consideran, más lamentable es su condición. Es debido a la redención de Cristo y a la proclamación de esta redención en la Palabra del Evangelio que hemos sido devueltos, traídos de vuelta, literalmente vueltos, de los caminos del pecado y de la muerte a Dios y a la vida. En verdad, las ovejas de Cristo son provistos de manera maravillosa, viven seguros bajo la guía de aquel que dio su vida por ellos.
Entonces, ¿por qué hay pastores en la iglesia hoy en día? Sabemos por causa de otros pasajes del Nuevo Testamento que nuestro Señor instituyó un oficio de la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos. Para cumplir las promesas del Antiguo Testamento, Jesús fue enviado a proclamar las buenas noticias de la salvación a los judíos. Pero, en la gran comisión de Mateo 18:18-20, Jesús formalmente dio permiso a los apóstoles a bautizar y hacer discípulos de todas las naciones.
De esta manera podemos entender las palabras, “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.” Nuestro Señor entregó a sus apóstoles la autoridad y la responsabilidad para hacer esta obra. También mandó a los apóstoles entrenar otros para apacentar las ovejas y busca para las esparcidas. “Este redil” denota a los creyentes del pacto del Antiguo Testamento. En su omnisciencia, Jesús prevé un grupo mucho más grande, que incluye a los creyentes de otras etnías. Este versículo es tanto una profecía como una promesa.
San Pablo, en Efesios 4:11-12, dice así: “Y Él mismo dio a unos, apóstoles; y a unos, profetas; y a unos, evangelistas; y a unos, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.”
También, Pablo dijo a los pastores de la iglesia en Efesio en Hechos 20:28, “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre.”
A este respecto, Jesús incidentalmente es un ejemplo para todos aquellos que llevan el nombre de pastores como sus ayudantes en la gran obra. Los asalariados, cuya única preocupación es el dinero y el deseo de descansar en Sion, no tienen interés en las almas de los hombres confiados a su cuidado. Trabajarán solo mientras sus vidas y su bienestar parezcan seguros. A la primera señal del lobo, al primer indicio de peligro real, de probable persecución, sufrimiento e incluso martirio, huyen. El resultado es la dispersión y el asesinato de las ovejas por parte de los enemigos.
La misión de la iglesia es para buscar a las ovejas esparcidas y guardarlas en el rebaño hasta el día que Cristo venga. En la proclamación del evangelio, las ovejas oyen la voz del Buen Pastor y reciben la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.