24 noviembre, 2024
24 noviembre, 2024

¡Estemos preparados!

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Passage: Isaìas 65:17-25, Salmo 149, 1 Tesalonicenses 5:1-11, Mateo 25:1-13
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Hoy celebramos el último domingo del año eclesiástico, en el que la única profecía que queda por cumplir es la del retorno de nuestro Señor en gloria. En el domingo pasado, hablamos sobre el juicio final de todas las naciones, incluso de los no creyentes como los creyentes. Hoy hablamos del consejo para los creyentes.

Nuestro evangelio para hoy (Mateo 25:1-13) como el evangelio para el domingo pasado (Mateo 25:31-46), es parte del quinto discurso del Señor en el evangelio segùn San Mateo, que comienza en Mateo, capìtulo 23, con la profecìa de la destrucciòn del Templo y la ciudad de Jerusalèn. Esta profecìa fue cumplida en el año 70 despuès de Cristo y fue un preestreno del juicio final. Aunque Mateo sitúa este discurso durante la Semana Santa, antes de la muerte y resurrección de nuestro Señor, los eruditos que no creen en la profecía inspirada por el Espíritu Santo dicen que fue escrito después de la caída de Jerusalén. Deben hacerlo para apoyar sus creencias. Recuerde, en la epístola del domingo pasado (2 Pedro 3:3-14), el apóstol Pedro predijo que a medida que se acerca el último día, vendrán burladores que dirán que nada ha cambiado desde el principio del mundo.

Sin embargo, estos mismos eruditos estàn en acuerdo con datar las cartas de San Pablo dos o tres décadas antes de la caída de Jerusalén. Y en una comparaciòn del evangelio segùn San Mateo con las cartas de Pablo a los tesalonicenses, parece que los tesalonicenses ya disponìan de cierto conocimiento de los tiempos postreros descrito en este quinto discurso. Por ejemplo, las señales del fin serán como los dolores de parto de una mujer.

Tambièn, en el versículo 6 de nuestra epístola para hoy (1 Tesalonicenses 5:1-11), San Pablo dice: “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. Pero el versículo 5 de nuestro Evangelio (Mateo 25:1-13) dice: “Pero mientras el esposo tardaba, cabecearon  y se durmieron”. Incluso para los fieles, siempre existe la tentación de distraerse con los afanes y placeres de esta vida, y olvidar la firme esperanza que tenemos en la resurrección.

San Pablo, por inspiración del Espíritu Santo, asegura a todos los cristianos que no serán sorprendidos desprevenidos, aunque no sepan el día ni la hora del juicio final. “Pero ustedes, hermanos, no están en tinieblas, para que ese día los sorprenda como ladrón”. La expresión “día del Señor” aparece en Amós 5:18; Joel 2:31; Malaquías 4:5, y significa el último día de la historia, en el que el Señor Jesús juzgará a todas las naciones.

La parábola de nuestro Señor está dirigida contra nuestro descuido, contra el pensamiento de que no hay peligro, que el último día no llegará hasta dentro de mucho tiempo. Contra esto claman Cristo y los apóstoles, pidiéndonos que estemos atentos a ese día, que vigilemos y que estemos en un temor permanente, no sea que nos encuentre desprevenidos. Por lo tanto, los que velan recibirán al Señor con Su gracia, los que están seguros lo encontrarán como un Juez despiadado.

Esta paràbola deja en claro que discìpulo, cuya vida comenzò en el bautismo, harà mal en deleitarse simplemente con su esperanza; antes bien, esta esperanza es para èl un estimulo para vivir responsablemente, en un estado de atenciòn permanente. Èl vive y espera como miembro de la iglesia; pero la iglesia no puede esperar ni estar atenta en lugar de èl. Todo hombre se encamina hacia su fin en responsabilidad personal y vigilancia individual.

La fiesta de bodas evidentemente se celebraría en la casa de la novia, tarde en la noche, según la costumbre judía, y se esperaba que el novio llegara en cualquier momento con sus amigos. Así que las diez vírgenes salieron en gala para recibir al novio y acompañarlo a su destino. Todas tomaron sus lámparas, pequeños recipientes en forma de platillo con una tapa; en el medio de los cuales había un pequeño agujero para verter el aceite y proporcionar aire; a un lado sobresalía un pico por el que salía la mecha. Una lámpara así no contendría suficiente aceite para arder toda la noche, de modo que llevarla a una prolongada fiesta de bodas sin un suministro extra de aceite era un fuerte ejemplo de imprevisión. El novio es Jesucristo. La fiesta es la bienaventuranza del cielo preparada para todos sus verdaderos seguidores. Las vírgenes insensatas son aquellas que han recibido la fe, pero han conservado sólo su apariencia exterior, esperando encontrar aceptación en la fuerza de los méritos pasados. Las vírgenes prudentes son aquellas que son cuidadosas en proveer y mantener combustible para su fe, para que sus lámparas no se apaguen en un momento crítico. El aceite es la gracia y la salvación de Dios ofrecidas y dadas en la Palabra y los sacramentos, por obra del Espíritu Santo. El aceite representa una fe sostenida continuamente por los medios de gracia, y que, de este modo, puede perdurar hasta el regreso de Cristo.

Como la fe, tambièn la esperanza y el amor son dones de Dios adquiridos para nosotros por Jesucristo y ahora puestos a nuestra disposición a través de los medios de la gracia. Así como la coraza y el casco protegen al soldado en la batalla, así también la fe, el amor y la esperanza protegen al creyente de sus enemigos espirituales. La fe en Dios, el amor al prójimo y la esperanza denotan certeza, no un mero deseo. La mera esperanza humana es sólo un deseo. La esperanza divina es una certeza infalible.

Señor Jesucristo, que vendràs en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos: Afìrmanos en la fe y con tu poder presèrvanos en medio de las tentaciones y los afanes de esta vida, de modo que con firme devociòn esperemos tu venida y la plena realizaciòn de tu glorioso reino. Amèn.

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