En vista de tu confesión
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
“En visto de tu confesión, como ministro llamado y ordenado por Cristo y su Iglesia, y por mandato de nuestro Señor, te perdono todos tus pecados.” Cada domingo pronuncio la absolución después de la confesión de la congregación. ¿Cómo puede un hombre decir estas palabras cuando sólo Dios puede perdonar los pecados? Porque nuestro Señor como verdadero hombre dijo estas palabras.
Nuestro evangelio para hoy (Mateo 9:1-8) tiene paralelos en Marcos 2:1-12 y Lucas 5:17-26. Jesús dice en los tres relatos: “El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. Este término, Hijo del Hombre, significa que nuestro Señor era verdadero hombre y verdadero Dios. La naturaleza divina de Jesús le dio poderes divinos a su naturaleza humana. Además, este Dios-hombre, Jesús, más tarde le dio a la iglesia la autoridad para perdonar pecados en la tierra. Véase Mateo 18:18 y Juan 20:23. Esto es lo que los luteranos llaman El Oficio de las Llaves, la quinta parte principal del Catecismo.
El Oficio de las Llaves es esa autoridad especial que Cristo ha dado a Su iglesia en la tierra para perdonar los pecados de los pecadores arrepentidos, pero para retener el perdón de los impenitentes mientras no se arrepientan. Creemos que cuando los ministros llamados de Cristo tratan con nosotros por Su mandato divino, en particular cuando excluyen de la congregación cristiana a los pecadores que no se arrepienten abiertamente y absuelven a los que se arrepienten de sus pecados y quieren mejorar, esto es tan válido y cierto, incluso en el cielo, como si Cristo nuestro Señor tratara con nosotros mismo.
Jesús sanó a este hombre de manera muy personal. En el versículo 2 dijo: “Tus pecados te son perdonados”. Y el versículo 6 dice: “Dijo al paralítico”. Jesús trata con cada uno de nosotros de manera personal. El Oficio de las Llaves es una manera especial, dada por Dios, de aplicar el Evangelio al individuo. Cristo instituyó el oficio pastoral a través del cual el Oficio de las Llaves se ejerce públicamente, es decir, en nombre de la iglesia. Si bien el Oficio de las Llaves se da a toda la iglesia y todos los cristianos pueden proclamar el perdón de Cristo a los demás en su vida diaria, solo aquellos que son llamados como pastores reciben la responsabilidad de perdonar públicamente los pecados en nombre de Cristo y Su iglesia.
Para que el pastor pronuncie la absolución, debe haber confesión y la confesión tiene dos partes. Primero, que confesemos nuestros pecados, y segundo, que recibamos la absolución. La vida cristiana es una de arrepentimiento continuo al mirar nuestras responsabilidades diarias y nuestras malas acciones. Debemos confesar a nuestros vecinos nuestros pecados contra ellos y buscar su perdón y reconciliación. También debemos confesar regularmente nuestros pecados ante Dios y recibir las palabras de absolución de nuestro pastor.
En la epístola de hoy (Efesios 4:22-25), San Pablo escribe: “En cuanto a su antigua manera de vivir, se les enseñó a despojarse del hombre viejo, que se corrompe según los deseos engañosos” y “a renovarse en el estado de ánimo de ustedes”. El verbo está en tiempo presente porque es una renovación constante y diaria. Es pasivo porque Dios es el agente, aunque se le dice al cristiano que lo haga. Este texto está diciendo que la conversión no ha cambiado al hombre viejo corrupto. Por supuesto, la corrupción de Adán en el momento de la caída fue total. La carne pecaminosa de la humanidad no se está volviendo más corrupta con el paso del tiempo porque la corrupción inicial fue total. Pero el viejo hombre está constantemente tratando de corromper la persona del cristiano regenerado.
Toda la liturgía antes del Introito es una preparación para recibir la predicación de la Palabra y la Santa Cena. La confesión y absolución pública después de la invocación es la parte más antiguo de la misa, se llama “El Confiteor”. Antes de la Reforma, la confesión se dirige tanto a los santos como a Dios por el sacerdote y sus asistentes. Los reformadores conservaron la confesión, pero la convirtió en un acto congregacional. Nuestra confesión general en la Iglesia Luterana, es única en su género, porque traza el pecado a su origen en nuestra naturaleza corrupta en pensamientos, palabras y obras. Ninguna otra confesión litúrgica hace esta confesión de corrupción total.También la Reforma convirtió la absolución en un verdadera absolución de los pecados. El pastor declara lo que Dios ha hecho para nuestro perdón en su Hijo Jesucristo, para despertar y fortalecer nuestra fe.
Aprendemos de la lección del Antiguo Testamento (Génesis 28:10-17) que la casa del Señor está dondequiera que los dones de Dios fluyan desde el cielo. Nuestra escalera al cielo, nuestro medio para recibir la gracia de Dios, es la Palabra de nuestro Señor y Su presencia en los sacramentos. Por eso nos preparamos para recibirlos.
También practicamos confesión y absolución delante del pastor en una manera privada. La Apología de la Confesión del Augsburgo, Artículo XII, dice “sería un acto impío quitar de la iglesia la absolución privada. Y si hay quienes desprecian la absolución privada, es porque no entienden qué es el perdón de pecados, ni qué es el poder de las llaves. Por otra parte, al referirnos a la enumeración de los pecados en la confesión, ya hemos dichos antes que no consideramos que tal enumeración sea necesaria por ley divina. Porque la objeción de algunos de que el juez debe conocer la causa antes de pronuncia la sentencia, no viene aquí al caso, por el ministerio de la absolución es beneficio o gracia, y no juicio o ley.”
En la confesión privada, el cristiano tiene un lugar seguro donde nombrar sus pecados para que ya no los cargue solo. La absolución se dirige específicamente a la persona que se confiesa. Basándose en la palabra de perdón, el pastor puede dar consejo y ayuda en la lucha contra la tentación. La confesión y la absolución privadas equipan al cristiano para mantenerse firme en la fe.
En ambos casos, confesión pública y confesión privada, tenemos la seguridad del perdón de pecados, no por el carácter del pastor, sino por la autoridad de la Palabra de Dios. Por eso, tenemos la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.