Construye tu casa sobre la roca
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Es cierto, los niños les gustan la canción “El Sabio y El Necio”. Es fácil para ellos entender. Y nosotros adultos podamos entender el poder de la lluvia y el viento. En esta temporada, las tormentas han dañado mucha propiedad en y alrededor de La Caramuca. Pero, vamos a entender la parábola de la casa edificada sobra la roca y la casa edificada sobre la arena en su contexto bíblico.
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.” Con estas palabras, nuestro Señor concluye su advertencia contra “los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” Esta advertencia concluye el Sermón de la Montaña, que comienza en el capítulo cinco, el primero de cinco discursos en el Evangelio según San Mateo que sirvan como guía para la vida cristiana. Esta es la vida de libertad espiritual de que San Pablo habla en nuestra epístola. En el Sermón de las Montañas se encuentran el Evangelio, las buenas noticias de la salvación en Jesucristo, también la Ley de Dios en su tercer uso, como regla para el creyente.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba Padre.”
Sin embargo, esta advertencia final es muy grave. En el Catecismo Menor aprendemos en la explicación del Segundo Mandamiento que una forma de tomar el nombre de Dios en vano es para enseñar doctrina falsa como la enseñanza de Dios. Nuestro evangelio de hoy es un eco, y mas, un reafirmación de nuestra lectura del Antiguo Testamento (Jeremías 23:16-26): “Así dice Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan: os hacen vanos; hablan visión de su corazón, no de la boca de Jehová.” Más de una vez, Dios usó sueños para revelarse a los hombres. Pero los falsos profetas engañaban el pueblo con “sueños mentirosos, productos de los delirios de su mente. A los profetas que con sus propias enseñanzas contrariaban las enseñanzas reveladas por Dios, se los sindicaba como impostores.
Los falsos profetas, también se llaman maestros (Hechos 13:1), nunca vienen diciendo que su enseñanza es falsa. Satanás nunca nos dice quién es o qué es. Él es el gran mentiroso y engañador. Piense en cómo Satanás se le apareció a Jesús, Mateo 4:1-11, e intentó engañarlo usando la Palabra de Dios. Piense en la advertencia de Jesús a sus discípulos en Mateo 24:4: “Mirad que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: ‘Yo soy el Cristo’ y a muchos engañarán”. Cuando San Pablo estaba a punto de dejar a los pastores en Asia Menor, les dijo en Hechos 20:29-31: “Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño. También de entre vosotros se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Velad, pues, y recordad que durante tres años no cesé de amonestar a todos día y noche con lágrimas. Una y otra vez la Biblia llama a los falsos maestros lobos salvajes que destruyen las ovejas. Vienen a los cristianos desde el exterior. Surgen también en la iglesia, en las congregaciones. Podría pasar en tu familia.
Dos veces dice nuestro texto: “Por sus frutos los reconoceréis”. ¿Qué se entiende por frutos? No sus acciones porque ya nos han dicho que sus acciones nos engañan. Frutos aquí significa “enseñanzas”. Cada vez que la Biblia nos advierte acerca de los falsos maestros, nos advierte acerca de sus enseñanzas. Los falsos profetas pueden falsifican deliberadamente la Palabra de Dios o pueden ser sinceras y no reconocen sus errores. De todo modo ellos sustituyen la verdad eterna por sus propias mentiras y la sabiduría de hombres falibles. Hacen una práctica de ir a las personas que son miembros de una iglesia con la intención deliberada de alejarlos de la verdad. Nuestro Señor los llamó lobos por el peligro de sus enseñanzas. Los maestros falso pueden ser codiciosos de dinero, ambiciosos de poder o no. Sobre todo, su naturaleza es devorar; de destruir el alma. Son asesinos de las almas de los hombres.
Los cristianos pueden, tienen el sagrado deber, de probar los espíritus, de examinar y probar la doctrina que se les ofrece. Tienen una regla infalible, la enseñanza de Cristo, que son las Sagradas Escrituras. En este contexto, Jesús terminó su discurso con una parábola sobre dos hombres que construyeron su casa, uno sobra la roca, el otro sobre la arena. Las aguas y los vientos golpean y azotan ambas casas, pero sólo la construida sobre la arena se derrumba. “Todo el que oye estas mis palabras” aplica a cristianos individuos, en familia y también a la iglesia. El Señor dijo a San Pedro, “Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
La lluvia significa no solamente las tormentas de esta vida terrenal, también el juicio final. Al otro lado, las palabras con que termina la parábola pronostican una terrible juicio que sobrevendrá a las falsas iglesias y sus maestros.
En lo que se refiere a la prueba de los árboles, el juicio de los hombres en su caso es tan definitivo y absoluto que no vacilan en talar y quemar un árbol malo, sabiendo muy bien que está más allá de toda posibilidad de que ese árbol produzca buenos frutos. Pero este juicio golpeará también a aquellos que son culpables de enseñanza y vida falsas. Suyo será el castigo del fuego del infierno. Mientras tanto, los cristianos no deben olvidar su deber de probar y examinar la doctrina y las obras de los falsos maestros, para que no se vuelvan culpables de laxitud en asuntos espirituales.
Jesús comienza el Sermón de la Montaña declarando que Dios bendice al pobre de espíritu, al que está de luto, al manso y al que tiene hambre de la justicia salvadora de Dios. Estos son los que reciben con entendimiento a Jesús y su enseñanza. Nuestro Señor concluye su sermón describiendo el futuro seguro que está garantizado al discípulo prudente que escucha sus palabras y las pone en práctica. En esta promesa tenemos la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.