Aprovecha el tiempo
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
San Pablo dice en nuestra epístola (Efesios 5:15-21): “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Esto nos recuerda el antiguo proverbio romano: Carpe diem, que significa “aprovecha el día”. Está hablando de aprovechar las oportunidades en beneficio del reino de Dios, cualquiera que sea esa oportunidad. Los incrédulos aprovechan las oportunidades para aumentar sus propias ganancias materiales. No está mal que los cristianos hagan eso. Pero, además de eso, deben aprovechar sabiamente las oportunidades que benefician al reino de Dios.
¿Por qué debemos hacer esto? “Porque los días son malos”. La palabra aquí significa “activamente malo”. El mundo y todo lo que hay en él se opone al reino de Dios. Hay tanta inmoralidad, pecado y maldad a nuestro alrededor. Pero, no obstante, hay oportunidades. Debido a la oposición del mundo contra el Evangelio de Cristo, los momentos oportunos son raros y deben aprovecharse inmediatamente. Y el día del Señor viene.
En la lectura del Evangelio de hoy (Mateo 21:33-44), Jesús habla de la inminente destrucción de Jerusalén. La escena es Jerusalén el martes antes de la crucifixión y muerte de Jesús. Contra los que se oponen a Cristo se pronuncia un juicio se aplica a la nación (primera parte) y se aplica a los individuos (segunda parte).
Dios es el dueño de la viña, que es la iglesia del Antiguo Testamento. El seto es la Ley y Su pacto con Israel. La Ley rodeaba a Israel y separaba a los judíos de los gentiles. El lagar es el Templo con sus rituales y sacrificios que prefiguran el sacrificio supremo del Mesías prometido por los pecados de toda la humanidad. “Siervos” significa los emisarios especiales de Dios, los profetas. ¿Cuáles son los frutos? Los de la contrición, el arrepentimiento y el amor a Dios y al prójimo.
El período de “los siervos enviados” duró desde Moisés, el primer profeta, hasta Juan el Bautista, el último profeta, 1500 a.C. En nuestra lectura del Antiguo Testamento (Isaías 55:1-9), el Señor llama a Israel a través de la proclamación de su profeta, mientras aún se ofrece la oportunidad para el arrepentimiento, porque el día del juicio llegará.
Por último, les envió a su hijo. “Respetarán a mi hijo”, dijo. Ningún terrateniente común habría permitido esto. La paciencia de Dios se describe en imágenes inusuales, especialmente en este versículo “por último”. Sabían exactamente quién era Él, aunque lo negaron. Pecaron contra un mejor conocimiento. No hay nada tan irracional y diabólico como la violencia de quienes rechazan a Dios, Su Palabra y Su Hijo. Compárese el trato dado a los Apóstoles, especialmente a Pablo, en los Hechos.
El edificio hecho de piedra es la Iglesia del Nuevo Testamento. Cristo es la piedra angular. Los constructores son las autoridades judías. Rechazaron la piedra después de examinarla detenidamente y la tiraron por no ser apta para el edificio. Pero la piedra rechazada resultó ser la piedra más importante, la piedra angular o clave de la que depende todo el edificio.
“El reino de Dios” es la predicación del evangelio misericordioso de Jesucristo. Las autoridades judías lo rechazaron al rechazar al Cristo y echarlo por indigno de ser miembro del Reino. El Reino es siempre un regalo, nada más que eso. “Un pueblo” no debería limitarse a los gentiles. Es la Iglesia del Nuevo Testamento formada por creyentes, tanto judíos como gentiles. En la segunda parte del pasaje predice que aquellos a quienes se les da la viña, el reino, le rendirán los frutos cuando llegue el momento oportuno para esos frutos.
Pues bien, la iglesia es ahora el pueblo de Dios y sus ministros tienen la responsabilidad de llamar a todas las naciones al arrepentimiento. Conocemos la maldad de los que rechazan la Palabra de Dios. Vivimos en un tiempo de gracia para este propósito. Así como Dios fue paciente y sufrido con Israel por causa de su promesa a Abraham, así también lo será con nosotros. Pero el Hijo regresará, no en misericordia, sino en juicio.
Todopoderoso Dios, suplicámoste que concedas a tu iglesia, mediante el Espíritu Santo, la sabiduría que procede de lo alto, para que tu Palabra no esté presa, sino que tenga vía franca y sea predicada para el gozo y la edificación de todo el mundo. Amén.