Él os enseñará todas las cosas
Gracias y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Nuestras lecturas de Génesis 11:1-9 y Hechos 2:1-21 describen eventos similares con resultados diferentes. En ambos casos, los hombres de repente empiezan a hablar en diferentes idiomas y finalmente se dispersan por todo el mundo. Pero en el primer caso fue un castigo de Dios y en el segundo, una bendición. Porque los que construyeron el torre de Babel desafiaron la voluntad del Padre, mientras los discípulos de Jesús le obedecieron. De todo modo, la voluntad de Dios fue cumplida.
Después del diluvio, Dios repitió a Noé y su familia la bendición y el mandato que había dado a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos; llenar la tierra”. Este fue el orden de la creación. Aunque Noé fue fiel, sus descendientes una vez más cayeron en un orgullo pecaminoso. Querían hacerse un nombre para no ser esparcidos por la tierra. Los que ellos querían lograr era desafiar la voluntad de Dios de que la descendencia de Noé se “extendieran sobra la tierra” (10:32; 9:1). Para reprimir el orgullo y la maldad de la humanidad, Dios interviene para confundir los idiomas.
En la historia de la Ascensión que se encuentra en Hechos 1:1-11, nuestro Señor prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo les daría poder para cumplir la misión que les había encomendado. Los apóstoles pueden tener que las buenas nuevas de Jesús fueron para los judíos de todo el mundo. Pero Jesús dijo más bien que serían sus testigos primero en Jerusalén, luego en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra. Entonces ellos le obedecieron y se reunieron en Jerusalén.
Cuando representantes de las naciones mencionados en Jerusalén el día de Pentecostés, “cada uno…en su propio idioma” oyeron proclamar “las maravillas de Dios”. Pentecostés era el quincuagésimo día después del domingo después del sábado de la Pascua, cuando las primicias de las cosechas de trigo y cebada fueron ofrecidas como acciones de gracias en el Templo (Éxodo 34:22; Levítico 23:15-21). Jesús se había aparecido a sus discípulos durante cuarenta días durante las siete semanas de Pentecostés, las siete semanas que culminaron con el don del Espíritu Santo a la iglesia. Después de este derramamiento del Espíritu Santo, Jesús comenzó a reunir en su reino las primicias del pueblo de Israel y de todas las naciones.
Según la tradición posterior de los judíos, Pentecostés también era la celebración del pacto que Dios hizo con ellos en el monte Sinaí. Algunos pasajes del Antiguo Testamento implican una conexión entre Pentecostés y la entrega del Antiguo Pacto (Deuteronomio 16:12; Éxodo 19:1; 2 Crónicas 15:10). Como la presencia de Dios se manifestó en el monte Sinaí mediante truenos y relámpagos, de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio, que arrastraba con gran fuerza. El sonido llegó sin previo aviso ni causa visible, no se habían acumulado nubes de tormenta y la serenidad del cielo no estaba empañada por ningún indicio de perturbación. La manifestación sobrenatural continuó incluso dentro del salón, haciendo que tanto las paredes como el techo resonaran con su violencia. Sobre los discípulos aparecieron lenguas bífidas, como fuego en su apariencia y brillo. Las lenguas de fuego recuerdan el momento en que Dios tomó el Espíritu que estaba sobre Moisés y lo puso también sobre 70 ancianos de Israel (Números 11:25).
“Llenos del Espíritu Santo” no significa que el Espíritu no estuviera obrando en ellos antes. La frase siempre denota un don especial del Espíritu, para una acción temporal. El Espíritu Santo no sólo les enseñó los diversos idiomas para su propia comprensión, sino que de hecho les dio la capacidad de expresarse correctamente en esas lenguas. Fue una maravillosa manifestación y transferencia de poderes milagrosos. El relato es tan claro que no puede haber dudas en una mente imparcial sobre el milagro que se nos presenta en esta narración, es decir, que las lenguas extranjeras se convirtieron en suyas para los pescadores incultos de Galilea, que tenían un perfecto dominio de la lengua. los distintos idiomas y podían expresarse libremente, según se presentaba la ocasión.
San Pedro les dijo que esto era el cumplimiento de Joel 2:28-32. Además, la proclamación del Evangelio por el poder del Espíritu Santo es el último gran acto de Dios antes del último y último día del mundo. Porque la verdadera maravilla era más que hombres sin educación hablando en idiomas que nunca aprendieron. Pero los apóstoles habían mostrado sólo una muy pequeña medida de comprensión en las cosas espirituales, y en cuanto al poder para trabajar y el valor para confesar a su Señor, todo esto había estado extraña y lamentablemente ausente. Pero aquí recibieron el Espíritu en medida especial; no sólo se confirmó como nunca antes la fe de sus corazones, sino que también se les dio las fuerzas tanto para trabajar como para perseverar.
En su discurso final a sus discípulos (Juan 13-17), Jesús habló repetidamente del Espíritu Santo. Nuestro evangelio de hoy enfatiza la unidad de las Personas de la Santa Trinidad, en particular Juan 14:25-26. Jesús les dice, el Espíritu Santo no viene para inventar nuevas doctrinas, sino para enseñar y recordar a los discípulos todo lo que Jesús ha dicho. El Padre envía al Espíritu Santo en el nombre de Jesús, quien no vino a buscar su propia gloria sino la gloria del Padre. El papel del Espíritu es aclarar en la mente y en los corazones de los discípulos para dará la verdadera interpretación de las palabras y señales milagrosas de Jesús. También a abrir sus ojos al verdadero signicado de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. El Espíritu siempre estará activo en la transmisión de las palabras de Cristo de una generación a otra.
Por el bautismo tenemos el mismo Espíritu Santo. Entonces, recibamos la misma bendición, “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestra corazón, ni tenga miedo.”
No se puede lograr la paz sin enfrentar la causa principal de la falta de paz en este mundo. Las ansiedades, frustaciones y luchas en el mundo surgen de la falta de comunión entre Dios y los hombres. El mundo no puede dar la verdadera paz a los discípulos porque ha rechazado las palabras de Jesús. El mundo solamente puede ofrecernos una paz pasajera, basada en la posesión momentánea de bienes, placeres y honores de corta duración. La verdadera paz es fruto de la verdadera esperanza que nos da Cristo y sobrepasa todo entendimiento. Amén.