El Niño arrebatado por Dios
Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Hoy cerramos el círculo del ministerio terrenal de nuestro Señor según el calendario de la iglesia. También, según la costumbre de este país celebramos al día especial de las madres. Esta es la oportunidad de reconocer el poder y el propósito de Dios en todo el ciclo de la vida y ministerio terrenal de nuestro Señor.
Nuestro evangelio para hoy (Marcos 16:14-20) es una breve cuenta de la Ascensión de Jesucristo que concluyó su vida en este mundo. La lectura de Hechos 1:1-11 es otra cuenta y también encontramos otra versión aún mas breve en Lucas 24:50-53. Pero hay aún otro relato de la Ascensión en Apocalipsis 12:1-5 que yo quiero leer:
“Y apareció en el cielo una gran señal; una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando embarazada, clamaba con dolores de parto, y angustia por dar a luz. Y fue vista otra señal en el cielo; y he aquí un gran dragón bermejo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.Y su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, el cual había de regir todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.”
Claramente el dragón es el diablo y el hijo varón es Jesucristo. Pero, ¿quien es la mujer? Nuestra pista es la corona de doce estrellas. Ella no simboliza simplemente a la Virgen María, sino al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, los descendientes de los 12 hijos de Jacob. Jesús nació como judío, descendiente de Abraham. El diablo quería devorar este hijo, pero Jesús fue arrebatado para Dios y para su trono. Y después leímos de la gran batalla en el cielo cuando por la victoria de Jesús el diablo fue depuesto como acusador de la humanidad y desterrado para siempre de la presencia de Dios. ¿Pero qué pasó con la mujer? “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten mil doscientos sesenta días.” (Apocalipsis 12:6)
Fíjate, la mujer ahora no es el pueblo Israel, sino la iglesia, porque la iglesia fue fundada sobre 12 patriarcas, los apóstoles. Y Satanás y sus ángeles fueron arrojados a la tierra (versículo 9) y “cuando vio el dragón que ha sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón” (versículo 13). “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (versículo 17). Nuestro Señor venció al diablo, la iglesia en este mundo debe enfrentar el odio de Satanás. Esto es importante para nuestra reflexión de hoy.
La historia de la vida terrena de Jesús es la historia de su humillación y exaltación. Todo esto se resume en el artículo segundo de los dos credos, el Credo Apostólico y el Credo Niceno. La primera parte describe el estado de humillación del Señor. Aprendemos en el catecismo que en su estado de humillación, Jesucristo, como verdadero hombre, no siempre ni completamente, usó sus poderes divinos. Él bajó del cielo y nació de la virgen María. Luego fue crucificado, muerto y sepultado, pero primero la segunda persona de la santa Trinidad fue encarnado. En la Natividad nuestro Señor dejó a un lado su poder divino para nacer en un pesebre en Belén. En este sentido fue una humillación, pero en otro sentido fue una exaltación de nuestra naturaleza humana, la maternidad en particular.
En el principio creó Dios al hombre al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó: varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad, y multiplicaos. Que quiere decir, los hijos son una bendición de Dios. Para ello instituyó el matrimonio. Después de la caída de Adán y Eva, Dios bendijo la maternidad otra vez con estas palabras al diablo en Génesis 3:15. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, te herirá en la cabeza, y tú le hériras en el calcañar”.
Esta enemistad entre la mujer y el diablo se expresaba en el Antiguo Testamento mediante el sacrificio de niños a Moloc y otros dioses, que en realidad eran demonios. Se encuentra en el libro de Éxodo cuando Faraón dijo a las parteras de las hebreas, “Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva.” El razonamiento de los egipcios fue que los hebreos estaban teniendo demasiados bebés. Pero podemos ver el mismo espíritu detrás de esta masacre que en el Evangelio de Mateo cuando el rey Herodes ordenó la masacre de bebés varones en Belén. Dios salvó a Moisés de Faraón y al Niño Jesús de Herodes, porque se hará su voluntad.
Por el contrario, encontramos las historias del Antiguo Testamento donde el Señor bendice a las mujeres estériles con hijos, incluso a las mujeres en su vejez: Sara, la esposa de Abraham; Raquel, la esposa de Jacob: la madre de Sansón; y Ana, la madre del profeta Samuel. En el Nuevo Testamento encontramos a Elisabet, la esposa de Zacarías, embarazada de Juan Bautista en su vejez. Finalmente, ese gran milagro, la concepción de Jesús por una virgen por el poder del Espíritu Santo.
En el siglo I, la cultura grecorromana estaba obsesionada con el sexo pero se oponía a tener hijos. Las niñas eran obligadas a casarse antes de la pubertad o a prostituirse. Sin embargo, el aborto era un medio aceptable para poner fin a embarazos no deseados, a pesar de que a menudo tenía como resultado la esterilización o la muerte de la madre. El infanticidio, especialmente el de bebés nacidos mujeres o discapacitados, era legal y común.
Judíos y cristianos rechazaron el aborto y el infanticidio, así como el adulterio y el divorcio. Pero los cristianos fueron aún más lejos y rescataron a víctimas de intentos de infanticidio, criándolas en sus propios hogares. También acogieron y cuidaron a las viudas que no tenían otro lugar adonde ir. Según las inscripciones funerarias, los cristianos conmemoraran a sus hijos muertos que los paganos. Las inscripciones cristianas también conmemoraban a las mujeres en un porcentaje significativamente mayor que las paganas, especialmente a las madres. Las inscripciones funerarias también demuestran que los cristianos tenían muchos más hijos que los paganos. En gran medida, esto se debió a que los cristianos no mataban a sus bebés.
Deberíamos recordar la fuente de este odio a la maternidad y a los niños cuando nos enfrentamos a los movimientos modernos que promueven el aborto y la mutilación y esterilización de los niños con el pretexto del cambio de género. Tendremos la victoria sobre el poder del pecado, la muerte y el diablo en Cristo.
Durante los días de su humillación (desde la concepción hasta el entierro) Él fue verdaderamente Dios pero no usó constantemente los poderes de su divinidad. Los usó de manera limitada (como milagros) para probar su divinidad. Pero a partir de su resurrección, usó su poder divino constantemente. Su naturaleza humana ahora usa todos los poderes de la naturaleza divina.
Al cumplirse el tiempo que se había fijado, cuarenta días después de su resurrección, después de haber dado a sus discípulos todas las instrucciones que necesitaban para su obra, fue llevado al cielo y está sentado a la diestra de Dios. Jesús fue arrebatado, fue levantado a lo alto, experimentó su ascensión como un acto del Padre. Su asiento a la diestra de Dios prueba que su obra salvadora para la humanidad está completa. Este es un cumplimiento del Salmo 110:1. Él es verdaderamente Rey de reyes y Señor de señores y gobernará para siempre.
Pero en el periodo entre su resurrección y ascensión, Jesús había aprovechado varias oportunidades para mostrarse como su Salvador viviente a sus discípulos. Lo habían visto sufrir; habían recibido la evidencia de su muerte. Por eso les dio no sólo una, sino muchas pruebas indudables de su resurrección de entre los muertos. Durante cuarenta días fue visto por ellos en varias ocasiones. En cada aparición del Cristo resucitado, su conversación y encargo a sus discípulos se refería a asuntos del reino de Dios, les encomendó el encargo de las verdades y mandamientos. De palabra y de hecho, los apóstoles y todos los discípulos del Señor deben proclamar ese reino.
Él ahora, según su naturaleza humana, como nuestro hermano según la carne, ocupa el lugar a la diestra de Dios. Tiene pleno dominio sobre todas las criaturas en el cielo, la tierra y debajo de la tierra. Cuando ascendió, su naturaleza humana estaba sentada a la diestra de Dios, pero su naturaleza humana todavía está con nosotros en la tierra. La diestra de Dios está en todas partes. Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos”.
Ahora está más cerca de sus creyentes que de sus discípulos en los días de su carne. La fe en Jesucristo a través del agua de la salvación, a través del Bautismo, es la única manera de estar seguro del cielo y de su bienaventuranza. Además, Él nos da su cuerpo y sangre en la Santa Cena.
Damos gracias a Dios por su Encarnación y todas su obra salvadora culminado en la Ascensión, también por el don de la vida en la maternidad y la nueva vida en el bautismo. Amén.