23 noviembre, 2024
16 julio, 2023

El tercer uso de la Ley

Passage: Mateo 5:20-26
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

La Ley y el Evangelio son los dos temas importantes de la Biblia. La Ley es la justicia de Dios y el Evangelio es la misericordia o gracia de Dios. Dios es justo y misericordioso. Evangelio en griego significa las buenas noticias. ¿Que es las buenas noticias? Somos salvos por la gracia de Dios, no por nuestras obras. Somos salvos por la eternidad porque Cristo cumplió la Ley, sufrió, murió y resucitó por nosotros.

Jesús vino a resaltar el verdadero significado del Antiguo Testamento. Los escribas y fariseos aparentemente obedecían la ley de Dios, pero en verdad, sus obras no estaban suficiente para justificarse delante de Dios. Ejemplo, el Quinto Mandamiento. La mano protectora de Dios se extiende no sólo sobre la vida física del prójimo sino sobre su existencia entera. Por tanto, el Señor dijo que el odio también es asesinato.

Entonces, ¿por que nuestro Señor dice así, “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.”? Nuestra justicia es mayor que la de los escribas y fariseos porque somos revestidos en la perfecta justicia de Jesucristo en el bautismo.

La Ley es la voluntad de Dios para nosotros a vivir como sus hijos. La Ley es santa y justa. Sin embargo, la Ley no nos salva. Nadie, desde la caída de Adán y Eva, puede cumplir la Ley perfectamente, menos Jesucristo. ¿Para qué, pues, sirve la Ley?

Primero, la Ley reprime, hasta cierto punto, la manifestaciones del pecado, y de este modo ayuda a mantener orden en este mundo. Pero, principalmente, la Ley enseña al hombre el verdaderamente conocimiento del pecado, para llevarnos al arrepentimiento y el bautismo en nuestro Señor, Jesucristo.

San Pablo dice en nuestra epístola (Romanos 6:1-11) que en el bautismo el creyente muere con Cristo. Pero este morir y ser sepultado con Cristo tiene el fin, y esa fue la intención de Dios, que, conforme a la resurrección de Cristo, también nosotros andemos en vida nueva. Cristo dejó la debilidad de la humillación de su cuerpo y el pecado que llevó sobre su cuerpo en la tumba. Y resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, por una manifestación especial de su omnipotencia, y entró en una nueva vida espiritual. Y a esta vida de Cristo corresponde la vida nueva de los cristianos, la vida después del bautismo. Es una nueva vida, y en esta nueva vida se supone que debemos caminar, tener nuestra conversación, mostrarla en todos los actos de nuestra vida diaria. La salvación de la que nos hacemos partícipes en el bautismo obra en nosotros la santificación. La idea de pureza siempre se asocia con la de novedad en las Escrituras, y así decimos con Lutero que la consecuencia de nuestro bautismo debe ser que vivamos ante Dios en justicia y pureza para siempre.

De la misma manera que Cristo, aunque no en el mismo grado: yo los cristianos, en virtud de nuestro bautismo, estamos muertos al pecado y vivos para Dios, porque la nueva vida de Dios es plantada en nuestros corazones en el bautismo. Vivimos para Dios según el hombre interior, según la mente y el corazón regenerados. Y esto es posible para nosotros porque vivimos en la comunión con Cristo y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

Hay un tercer uso de la Ley.

Cuando Cristo en el nuevo pacto cumplió y reemplazó al antiguo pacto al abolir sus regulaciones provisionales, no anuló a la base para una vida en comunión de Dios, anunciada en el monte Sinaí. La reconciliación con Dios por medio de la sangre del nuevo pacto es un regalo de gracia, no de las obras. En el primer pacto Dios les recordó al pueblo Israel su complete dependencia de la gracia redentora y del poder de Dios. Indefenso en las garra de la esclavitud, no mereció favor divino ni había contribuido a su recate del cautiverio.

Por eso, San Pablo dice, “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡En ninguna manera! Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?…Así también vosotros consideraos en verdad muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” Además, “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera! ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis; ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? Mas a Dios gracias, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”

Porque por la naturaleza pecaminosa nadie ama la Ley. La gracia hace que la Ley nos agrade. Somos libres de la condenación, entonces podamos ver la Ley como nuestro regla para mostrar el amor de Dios a nuestro prójimo. Dios nos amó primero, entonces podemos amar a otros. En este hecho, tenemos la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.

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