22 noviembre, 2024
4 junio, 2023

Nadie puede seguir a Cristo en secreto

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Passage: Juan 3:1-17
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Nuestro evangelio para hoy habla de la Trinidad. El Dios trino es el Dios salvador. Uno no puede ser salvo sin fe en la Trinidad. Muchas sectas niegan la Trinidad. Ellos no son cristianos. Por lo tanto, debemos enfatizar la Trinidad en nuestra enseñanza y predicación.
El texto nos presenta Nicodemo, un fariseo y príncipe de los judíos. Encontramos a Nicodemos otra vez en Juan 19:39 cuando le participó en el entierro de Jesús. “Y vino también Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloe, como cien libras.” Cuando los escogidos por Jesús como apóstoles se escondieron por miedo de las autoridades, Nicodemo hizo una confesión de fe con una ofrenda de especias dignas para en el entierro de un rey. Esta gran cantidad de especias de gran valor también indica que Nicodemo era un hombre muy rico, un miembro de la aristocracia de Jerusalén.

Sin embargo, en nuestro texto para hoy, Nicodemo no era un creyente. Al contrario a otros fariseos, no acusa a Jesús de ser un samaritano ni de tener un demonio. Pero lo que cree Nicodemo acerca de Jesús no fue suficiente. No es suficiente para creer en Jesucristo como un gran maestro o confiar solamente en los milagros que Jesús hizo. Es necesario que el Espíritu Santo nos abra el entendimiento y que obre en nosotros la fe en Jesucristo como Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador del poder del pecado, el diablo y la muerte.

En el versículo 5 Jesús dice que el hombre no puede entrar en el reino de Dios, la familia de los creyentes, como él es. Esto se encuentra en todas partes en la Biblia. En Juan 6:44 Jesús dice: «Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae». ¿Por qué no? Efesios 2:1 dice que el hombre natural está muerto en sus delitos y pecados. Romanos 5:6 dice que Cristo, cuando aún éramos débiles, murió por los impíos. Romanos 5:10 nos dice que antes de que fuéramos reconciliados con Dios éramos sus enemigos. 1 Corintios 2:14 dice que el hombre natural no es espiritual y no recibe las cosas del espíritu de Dios. Jesús resume todo esto en Juan 3:6 cuando dice: «Lo que es nacido de la carne, carne es». El hombre natural es espiritualmente ciego, muerto y enemigo de Dios.
En ya través del bautismo, el agua y el Espíritu, Dios causa el renacimiento, la regeneración. Esto se encuentra en muchos lugares en el Nuevo Testamento. Véase Tito 3:5; 1 Pedro 3:21; Efesios 5:26; Hechos 2:38; Mateo 28:19. El bautismo hace posible la salvación. Lava nuestros pecados. Trae el Espíritu Santo. A través de la Palabra da fe en las promesas de Dios.
Además, no podemos seguir a Jesús en secreto. Nicodemo vino a Jesús de noche porque no quería ser visto por los otros fariseos. Temía ser denunciado como discípulo y así perder su puesto entre la clase alta. Jesús le dijo que para ser su discípulo fue necesario ser bautizado y hacer una declaración pública de fe en Él. Estas palabras de Jesús están dirigidas no sólo a Nicodemo, sin o a todos los que quieren seguir a Jesús. Desde el principio, la confesión de fe en Jesús como Señor y Salvador ha sido parte indispensable del rito bautismal. La iglesia primitiva adoptó el Credo Apostólico como su confesión bautismal. Cada vez que confesamos el Credo Apostólico estamos recordando nuestro bautismo.

Puesto que Jesús quiere que le confesemos delante de los hombres (Mateo 10:32-33), la iglesia asumió la práctica de celebrar los bautismos en el culto dominical. Aunque las ceremonias privadas de bautismo son válidas, normalmente debe hacerse solo en emergencias.

El fundamento de Credo Apostólico fue establecido, hasta cierto punto, por Cristo mismo cuando comisionó a sus discípulos, diciendo, Mateo 28:19-20. La fórmula que se prescribe aquí para el bautismo indica brevemente lo que Cristo desea que los cristianos reciban como enseñanza, crean y confiesen. El Credo Apostólico, tanto en lo que respecta a su forma como a su contenido, es evidentemente una ampliación de la fórmula trinitaria del bautismo.

El Credo Apostólico es el más antiguo, breve y sencillo de los tres credos cuales son la confesión de la santa Trinidad. Por eso, usamos en el Catecismo Menor para enseñar los catecúmenos en una manera sencilla. También confesamos la fe por las palabras del Credo Apostólico en los servicios de oración y alabanza cuando no celebramos la Santa Cena.

También se encuentran en el Libro de Concordia, como documentos fundamentales de la Iglesia Luterana, el Credo Niceno y el Credo Atanasio. El Credo Niceno se llama así porque fue escrito su forma original en el Concilio de Nicea en 325 d.C. El concilio elaboro este credo contra la herejía de Arrio, quien enseño que Cristo fue un ser creado o hecho por Dios. Desde entonces, la iglesia ha usado el Credo Niceno por los servicios en que se celebra la Santa Cena, para proclamar al Cristo “engendrado y no hecho”. Si bien el Credo de Nicea sigue una estructura similar al Credo de los Apóstoles, proporciona una comprensión más profunda de la relación entre las personas de la Trinidad. El Credo de Nicea declara más directamente que todo lo que Dios hizo fue por nosotros y nuestra salvación.
El Credo Atanasio lleva el nombre de Atanasio de Alejandría, uno de los obispos que asistieron el Concilio de Nicea y defensor de la doctrina de la Trinidad. Esto es el más largo y detallado de los credos. Se sugiere que en este día se use el Credo de Atanasio en lugar de los otros credos porque el Credo Atanasio es muy claro y completo y incluye advertencias contra el rechazo de la doctrina de la Santa Trinidad.
“El que quiera, pues, salvarse, debe pensar así en la Trinidad…Esta es la verdadera fe cristiana y el que la creyere fiel y firmemente, no podrá salvo.” Por supuesto, Juan 3:16-17 dice así, «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.» Pero, antes, dice así, «Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado; para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.»
En esta promesa tenemos la esperanza y la fe que sobrepasa todo entendimiento. Amén.

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