“¡Hosanna! ¡Bendito el Rey de Israel, que viene en el nombre del Señor!” (Juan 12:12-18). Hoy día usamos una versión de estas palabras en nuestra liturgia como la segunda parte del Sanctus. La palabra hosanna es una forma imperativa del verbo que en hebreo quiere decir salva.Tanto la aclamación hosanna como las palabras, “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor” vienen del Salmo 118:25-26. El Salmo 118 es un salmo procesional en el que se celebra la liberación repetida de Dios de su pueblo a lo largo de los siglos. Los fieles entrarían por las puertas del Templo de Jerusalén con palmas para recibir la bendición sacerdotal del versículo 26. Estas palabras del salmo se entendían en un sentido mesiánico, como nuestra lectura del Antiguo Testamento, Zacarías 9:9-12.
Zacarías vivió cerca el año 520 a.C., durante la construcción del segundo Templo de Jerusalén después del regreso del cautiverio en Babilonia. Su profecía recordó una época anterior cuando Salomón fue proclamado rey montado en un burro mientras el pueblo gritaba alabanzas a un hijo de David (1 Reyes 1:28-48). Pero Zacarías también señaló al Hijo de David, quien sería Rey de reyes para siempre.
Pero, ¿que manera de rey y que manera de reino? Los habitantes de Jerusalén saludaron en la misma manera, con palmas y los gritos de alegría Simón Macabeo cuando entró para expulsar a los extranjeros de la santa ciudad, según 1 Macabeos 13:51.
Los libros de 1 y 2 Macabeos son dos de los libros deuterocanónicos. textos que no están incluidos en la Biblia hebrea pero aparecen en la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento datada entre los años 280 a. C. y 30 a. C. No consideremos los libros deuterocanónicos inspirados por el Espíritu Santo, entonces, sin error, pero ellos tienen mucha información histórica. Los Macabeos constituyeron un movimiento judío de liberación, que luchó y consiguió la independencia de Antíoco IV Epífanes, emperador del imperio seléucida, en el segundo siglo antes de Cristo. Los macabeos fundaron la dinastía real asmonea, proclamando la independencia judía en la tierra de Israel durante un siglo, desde el 164 al 63 a. C., hasta su conquista por los romanos. Aún son recordados nacionalmente por el pueblo hebreo en la festividad de Janucá. Esta fiesta no fue mandado por Dios en el Antiguo Testamento canónico, pero se menciona en el evangelio según San Juan 10:22.
Sin embargo, el profeta no habló de un conquistador o revolucionario que viene montado en un caballo para establecer su reino por la violencia, sino un rey que viene montado en un burro para hacer un tratado de paz. A pesar de eso, muchas personas entendieron su entrada triunfal en un sentido político o nacionalista. Los discípulos tampoco no entendieron en aquel momento, pero después de la resurrección, si.
Hoy en día hay muchas secta milenialistas que esperan una época de bienaventuranza temporal en la tierra, con un reino terrenal para todos los creyentes. Se supone que todo esto tendrá lugar antes del Día del Juicio y que durará mil años, supuestamente profetizado en Apocalipsis 20. Algunos milenialistas creen que Cristo en forma visible gobernará un reino terrenal, mientras que otros sueñan con un tiempo en que la iglesia dominará el mundo. Una variación de esta segunda forma es la teología de liberación, que dice por el programa marxista de la expropiación y nacionalización de la industria podemos realizar el reino de los cielos en la tierra.
Sin embargo, toda la Biblia nos dice clara e inequívocamente que la iglesia aquí en la tierra será una iglesia militante hasta el fin, hasta el gran Día del Juicio, y que la persecución, la angustia y la enemistad serán su suerte hasta el día final de la salvación. Y, finalmente, la Biblia enseña lo repentino y lo inesperado del regreso de Cristo al Juicio, no precedido por mil años gloriosos de un reinado visible aquí en la tierra.
Mire, la independencia de Israel ganado por los Macabeos duró solo un siglo. Los reinos y imperios de este mundo subirán y caerán, aun los justos, porque este mundo no durará para siempre. No debemos tomar las bendiciones de libertad, prosperidad y paz por sentado, porque no será una victoria final sobre la maldad antes del Día de Juicio. Debemos trabajar y luchar para libertad, prosperidad y paz en este mundo cuando es posible, pero un paraíso terrenal no es nuestra esperanza, sino la eternidad con Cristo. Eso Cristo ganó por su victoria sobre el poder del pecado, del diablo y la muerte, no por una batalla con armas, sino por su sacrificio en la cruz.
Dios eterno y todopoderoso, que enviaste a tu Hijo, nuestro Salvador Jesucristo, a tomar sobre si nuestra carne y a sufrir muerte en la cruz, mostrando al género humano el ejemplo de su gran humildad: Concédenos por tu misericordia que imitemos el dechado de su paciencia y también seamos partícipes de su resurrección. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.