22 noviembre, 2024

“Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa; y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una carne. Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.” (Marcos 10:6-9).

En la cultura de cancelación hoy día, las personas o instituciones que transgreden ciertas expectativas son borradas de la memoria en linea, a veces también evidencia de su existencia en el mundo material. En verdad, no es algo nuevo. Hay en latín una frase, damnatio memoriae, que significa la destrucción de imágenes, la eliminación de nombres de inscripciones y documentos, e incluso reescrituras de la historia a gran escala. La práctica se considera tan antigua como las secuelas del reinado de los faraones egipcios Akhenaton en el siglo XIV antes de Cristo y Hatshepsut en el siglo XV antes de Cristo.

Parece que algo así ocurrió con el Día de San Valentín. Desde el año 498 después de Cristo, el 14 de febrero había dedicado a Valentín en el calendario eclesiástico. Sin embargo, en algunos países hoy en día, no se lo llaman el Día de San Valentín, sino el Día de Amor y Amistad o el Día de los Enamorados. El origen cristiano ha sido borrado.

Cruz del matrimonio.En el tercer siglo de la historia de la iglesia cristiana, el emperador Claudio II prohibía a los soldados contraer matrimonio, pues consideraba que los hombres solteros rendían mejor en la batalla. Una cura en Roma, de nombre Valentín, consideraba esta prohibición injusta, y, contraviniendo la orden del emperador, casó parejas en secreto. Al ser descubierto por el , fue encarcelado y luego ejecutado el 14 de febrero de 270 después de Cristo.

Esta no es una historia se encuentra en las Sagradas Escrituras, que fue inspiradas por el Espíritu Santo y, entonces, sin error. Sin embargo, hoy día en el calendario de nuestras iglesias luteranas se anotan una serie de fechas especiales como conmemoraciones, oportunidades para recordar a personas especiales de Dios de los siglos pasados. Nuestras iglesias enseñan que se nos encomiende el recuerdo de los mártires y héroes de la fe para que podamos imitar su fe y buenas obras de acuerdo con nuestro llamado, Confesión de Augsburgo XXI. El decreto del Emperador Claudio II fue una tontería además de contradecir la Ley de Dios. Hoy día muchos países han declarado legítimo las parejas homosexuales, también el concubinato. La iglesia ahora también tiene su responsabilidad para proclamar la Ley de Dios como encima de los decretos de príncipes.

Que podemos aprender de la historia de San Valentín es así: El matrimonio, la unión de un hombre y una mujer para todas sus vidas fue establecido en el principio por el Creador. El matrimonio es el fundamento esencial para una sociedad y una iglesia saludable. En medio de un mundo caído que ignora esta verdad, la iglesia es llamada a sostener y animar a todas las parejas casadas.

Por supuesto, Dios instituyó el matrimonio para la crianza de los hijos (Génesis 1:28). Muchos hijos son una bendición de Dios. Pero, es Dios que abre o cierre el vientre de la mujer y aun un matrimonio sin hijos es en si mismo una bendición. Porque Dios también instituyó el matrimonio para el compañerismo. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18).

Tristemente, la armonía primordial se rompió por la desobediencia de Adán y Eva. La creación ahora no es un paraíso, ni el matrimonio. “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él señoreará sobre ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu esposa, y comiste del árbol de que te mandé, diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:16-19).

Gracias a Dios, ¡hay buenas noticias en Jesucristo! El matrimonio cristiano refleja la unión mística entre Cristo y su novia, la iglesia. Cuando hombre y mujer comparten la fe en Cristo, siempre hay una puerta a amor y reconciliación.

“Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella; para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha. Así los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y la cuida, como también el Señor a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne. Este misterio grande es; mas yo hablo en cuanto a Cristo y a la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros en particular, ame también a su esposa como a sí mismo; y la esposa reverencie a su marido” (Efesios 6:25-33).

Ojos: fíjate cuantas veces se repita esta frase en las Escrituras: “..dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne.”

Señor Dios, que en el Edén instituiste el matrimonio: Preserva en nuestra nación la santidad del matrimonio a fin de que los cónyuges se honren y sean fieles el uno al otro para que sean enriquecidos por tu bendición. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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