22 noviembre, 2024

El verdadero significado del arco iris, Génesis 9:8-17.

“Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y vino el diluvio, y destruyó a todos. Asimismo también como fue en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos. Así también será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.” Lucas 17:26-30

En el arca de Noé 1.Después de la caída de Adán y Eva, la maldad de los hombres creció y el juicio de Dios cayó sobre ellos en forma de diluvio que cubrió toda la tierra. El Señor salvó a Noé, su familia y todos los animales en un gran barco, pero antes del juicio Noé llamó a todos al arrepentimiento, aunque nadie le escuchó.

Esta es la primera instancia en las Escrituras del concepto de “Yom Yahweh” or “el día del Señor”. Es una verdad persistente a lo largo de las Escrituras que Dios desea seriamente la salvación de todos los hombres. Pero si los hombres rechazan la salvación, la justicia requiere un juicio adverso. En su misericordia, Dios es lento en su ira, y permite los impíos a continuar en pecado por un rato, mientras sus profetas los llaman a cambiar sus vidas. Sin embargo, Dios juzgará a los malvados a menudo en el curso de los acontecimientos humanos.

Todos aquellos días del juicio señalaban al gran día del juicio cuando Jesucristo venga en gloria para juzgar a los vivos y los muertos. Esta es la única profecía mesiánica no cumplida, el único elemento no logrado del Credo Apostólico. Esta profecía la contemplamos en los últimos días del calendario de la iglesia.

En Lucas 17:26-30, nuestro Señor habla de los días de Noé, también menciona el juicio de Dios contra la ciudad de Sodoma. Dice así San Pedro en 1 Pedro 2:5-10, “…y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, la octava persona, pregonero de justicia, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción las ciudades de Sodoma y de Gomorra, tornándolas en ceniza, y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, morando entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos). Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y principalmente a aquellos que siguen la carne en la concupiscencia de inmundicia, y menosprecian todo gobierno.”

Lot pudo testificar de la insolente lascivia de la conducta de los ciudadanos de Sodoma. Día tras día se había visto obligado a ver los pecados más repugnantes, a oír la charla más horrible y sucia. La vejación y angustia en que incurrió así se magnificó, al menos en cierta medida, por el hecho de que Lot mismo había elegido esta ciudad para su morada y continuaba viviendo allí a causa de la ganancia temporal que le reportaba la rica tierra. La destrucción de Sodoma es un tipo del derrocamiento final de los malvados e impenitentes en el juicio final. La frase “hombres de Sodoma” en Génesis 19:4-5 parece haber sido una designación proverbial para los exponentes de la sodomía, incluso cuando la ciudad estaba en pie. Cuando Lot les rogó que no se portaran tan mal con sus huéspedes, lo acusaron de ser crítico. Así es hasta el día de hoy.

Sin embargo, en 1 Pedro 3:20-21, San Pedro dice que en los días de Noé ocho almas fueron salvadas por agua, es decir, las aguas del diluvio que levantaron el arca. Además, dice Pedro, “A la figura de lo cual el bautismo que ahora corresponde nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como testimonio de una buena conciencia delante de Dios) por la resurrección de Jesucristo”. Nuestro arca es la iglesia de que somos miembros por el santo bautismo.

En el arca de Noé 2.Por eso, en nuestro rito de bautismo, usamos esta oración de Martín Lutero:

Todopoderoso y eterno Dios, de acuerdo con tu juicio estricto, tú condenaste al mundo incrédulo a través del diluvio; sin embargo, de acuerdo con tu gran misericordia conservaste al creyente Noé y a su familia, ocho almas en total. Tú ahogaste al endurecido faraón y a todo su ejército en el Mar Rojo; llevaste a tu pueblo Israel a través de las aguas sobre suelo seco, presagiando así este lavamiento de tu santo bautismo. A través del bautismo de tu amado Hijo, Jesucristo, en el Jordán has santificado e instituido todo agua para que sea un diluvio bendecido y un lavamiento abundante del pecado.

Oramos para que mires al bautizado de acuerdo con tu misericordia sin límites y que lo bendigas con verdadera fe por el Espíritu Santo, para que a través de este diluvio de salvación todo pecado en él, que ha sido heredado de Adán y que él ha cometido, se ahogado y muera. Concede que él sea conservado y asegurado en la santa arca de la iglesia siendo apartado de la multitud de incrédulos y que sirvan a tu nombre en todo tiempo con espíritu ferviente y con esperanza alegre, a fin de que, junto con todos los que creen en tu promesa, él sea declarado digno de la vida eterna por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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