¡Aleluya! El Espíritu del Señor llena el mundo; venid, adorémosle. ¡Aleluya!
Y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen, las maravillas de Dios. Y el Espíritu Santo se asentó sobre cada uno de ellos ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Gloria sea al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De Éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre. Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra. Y los creyentes de la circuncisión, que habían venido con Pedro, estaban asombrados de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían hablar en lenguas y magnificar a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y les mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días. Hechos 10:42-48
Según las Escrituras, el bautismo confiere tanto el perdón como el Espíritu Santo (Hechos 2:38-39). El día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre todos los discípulos (Hechos 2:1-11) , pero no fue el sonido de un fuerte viento, las lenguas de fuego o el hablar en lenguas lo que convirtió a los peregrinos judíos en Jerusalén porque algunos se burlaron de estos milagros (versículo 13). Por causa del sermón de Pedro (Hechos 2:14-39), que 3000 fueron bautizados en Cristo ese día (versículo 41).
Más tarde, en el capítulo 8, Felipe (no el apóstol, sino el que fue elegido como diácono en el capítulo 6), bautizaba con agua a los samaritanos, pero estos recibieron el Espíritu Santo por la imposición de las manos de Pedro. Sin embargo, más adelante en el mismo capítulo, Felipe bautiza a un etíope cuyo regocijo indica que había recibido el Espíritu Santo. No se hace distinción entre el bautismo del Espíritu Santo y el bautismo con agua. Más bien, al obrar de la manera que lo hizo con los samaritanos, el Espíritu mostró que hay un bautismo con agua y la Palabra, porque Pedro y Juan no los rebautizaron con agua. El relato de Felipe muestra que el Oficio de las Llaves fue dado a toda la iglesia, y hay situaciones en las que, en ausencia de ministros llamados y ordenados de la iglesia, cualquier creyente puede actuar como representante de la iglesia y bautizar en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En Hechos, capítulo 10, Pedro predica a la casa de Cornelio, un centurión romano, y el Espíritu Santo cae sobre los que escuchan la Palabra (Hechos 10:44-48). A lo que Pedro responde: “¿Puede alguien impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?”. Nuevamente, el punto no es distinguir entre el bautismo en agua y recibir el Espíritu Santo, sino mostrar que los gentiles no tenían que convertirse en judíos antes de ser bautizados con agua. No es solo el agua la que trae el perdón y el Espíritu Santo, sino el Espíritu obrando a través de la Palabra.
En el día de Pentecostés fue dada una demostración pública de la aprobación del Espíritu Santo. También apareció{o esta demostración pública en la medida en que nuevos grupos fueron recibido dentro de la iglesia: samaritanos y gentiles.
Sin embargo, en siglos posteriores, la iglesia diferenciaría formalmente entre recibir el don del perdón en el bautismo y el don del Espíritu Santo a través de la imposición de manos en la confirmación. Junto con la ordenación, el matrimonio, la confesión y la extremaunción, la confirmación llegó a ser vista como un sacramento separado, para un total de siete sacramentos.
En el siglo XVI, Martín Lutero y los Reformadores restauraron el significado original de la palabra sacramento. Como dice el artículo XIII de la Apología de la Confesión de Augsburgo, los sacramentos no son sólo marcas de profesión entre los hombres, como algunos imaginan, sino que son más bien signos y testimonios de la voluntad de Dios hacia nosotros, a través de los cuales Dios mueve los corazones a creer. Lo que llamamos sacramentos son ritos que tienen el mandato de Dios, ya los que se ha añadido la promesa de la gracia. Los ritos instituidos por los hombres no serán de este modo sacramentos propiamente dichos, pues no pertenece a la autoridad humana prometer la gracia. Los ritos instituidos sin el mandato de Dios no son signos seguros de la gracia.
El bautismo, la Santa Cena, la confesión y la absolución tienen el mandato de Dios y la promesa de la gracia. La absolución es la Palabra de Dios, como lo es la predicación pública, y la fe puede venir por el oír la Palabra, Romanos 10:7. El bautismo y la Cena del Señor tienen elementos visibles vinculados con la Palabra, agua en el caso del bautismo, pan y vino en la Santa Cena, para que la Palabra pueda ser captada por nuestros otros sentidos así como por nuestras orejas.
Según el Catecismo Mayor, es por el santo bautismo con agua y la Palabra por el cual somos recibidos por primera vez en la Iglesia cristiana. Pero ser salvo es ser librado del pecado, de la muerte y del diablo, y entrar en el reino de Cristo, y vivir con Él para siempre. Quien rechaza el bautismo rechaza la Palabra de Dios, la fe y Cristo (Marcos 16:16).
Además, San Pedro dice in Hechos 2:39, “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” También, en Mateo 28:19, nuestro dijo a sus apóstoles, “Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Por tanto, el Artículo IX de la Apología dice así: Y así como a todos se les ofrece la salvación, así también se les ofrece a todos el bautismo: A los varones, a las mujeres, a los niños, a los pequeñuelos. Siguiese, pues, claramente que a los pequeñuelos hay que bautizarlos, porque con el bautismo se ofrece la salvación.
El bautismo se ofrece a todos, también todos están invitados al sacramento de la Santa Cena para alimentar y fortaleza la fe, pero solamente quien ya ha sido hecho un hijo de Dios a través del lavamiento de la regeneración, esto es, a través del bautismo, debería recibir La Santa cena, así como en el Antiguo Testamento solamente era permitido participar del cordero Pascual a los que ya habían sido recibidos en el pacto divino de gracia a través del sacramento de la circuncisión. Porque San Pablo dice en 1 Corintios 11:27, que esos quienes la reciben indignamente son culpables del cuerpo y la sangre de Cristo. Ahora, el sacramento no es solamente deshonrado por los que la reciben indignamente sino que también por los que la distribuyen negligentemente a los indignos.
La Confesión de Augsburgo, Artículo XXV, dice así: Se conserva entre nosotros la costumbre de no ofrecer el sacramento a quienes con antelación no hayan sido oídos y absueltos. También la Apología, Artículo XV, Entre nosotros, muchos toman la Cena del Señor todos los domingos, pero no sin antes haber sido instruidos, examinados, y absueltos.
¿Que significa esto? Solamente deberían ser admitidos al Sacramento del altar: (1) los bautizados; (2) los que pueden examinarse a sí mismos, (3) los que no viven en algún pecado (hostilidad y enfrentamiento, deshonestidad, ocupación impía, borrachera, fornicación, adulterio o otra forma de inmoralidad sexual; (4) los que no son heterodoxos; (5) los que no manifiestan ser incrédulos. El pastor debe asegurarse que aquellos que comulgan: (1) creen que la Biblia es la palabra de Dios inspirada; (2) creen las doctrinas esenciales para la salvación; (3) confiesan que son pecadores, creen solamente en los méritos de Cristo, y no viviendo en ningún pecado; (4) creen en la presencia real, las promesas de perdón del señor, y buscando la fortaleza de su fe y la verdadera santidad; (5) creen y confiesan la doctrina luterana de acuerdo al Catecismo Menor.
En nuestras iglesias luteranas, la confirmación es el paso que todos nosotros debemos pasar para poder llegar a participar de la Santa Cena. El catecúmeno se prepara durante un año, mas o menos, donde estudia los 10 Mandamientos, el Credo Apostólico, el Padre Nuestro, los medios de gracia y el oficio de las llaves. Sin embargo, la confirmación no es un sacramento o medio de gracia, como el bautismo o la Santa, ni un confirmación del bautismo. Más bien, es una confirmación que el catecúmeno está en acuerdo con la doctrina apostólica antes de la primera comunión.
La Santa Cena es un acto de confesión; si uno comulga en una iglesia diferente, de hecho, se une a ella, y actúa como un testigo de sus enseñanzas, y reconoce a sus miembros como hermanos y hermanas en la fe.
Oremos.
Todopoderoso y eterno Dios, tú has cumplido tu promesa al enviar el don del Espíritu Santo para reunir discípulos de entre todas las naciones en la cruz y resurrección de tu Hijo Jesucristo. Por medio de la prédica del evangelio distribuye estos dones hasta los confines de la tierra. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.