Id por todo el mundo y predicad el Evangelio. ¡Aleluya! ¡Aleluya! El que creyere y fuere bautizado, será salvo. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Gloria sea al Padre,
Gloria sea al Hijo,
Gloria sea al Espíritu, ahora y siempre. Amén.
Finalmente se apareció a los once, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.» Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con señales que les seguían. Amén.
Marcos 16:14-20
En nuestro texto de hoy, Marcos relata brevemente todo lo que sucedió en los 40 días desde la tarde del Domingo de Pascua hasta la Ascensión. Al cabo del tiempo que se había fijado, después de haber dado a sus discípulos todas las instrucciones que necesitaban para su obra, Jesús fue llevado al cielo, ascendió a la gloria de los cielos y se sentó a la la diestra de Dios, como dice el credo.
Los apóstoles no creyeron a María Magdalena y las otras mujeres que vieron al Señor resucitado. Una y otra vez los Evangelios nos recuerdan la pecaminosidad y debilidad de los discípulos de Jesús. Al mismo tiempo nos recuerdan el amor y la misericordia de nuestro Señor. Los perdonó y les dio la Gran Comisión.
«Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.» El versículo 15 es muy similar a Mateo 28:18-20. «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.»
Él les dijo qué predicar. Hay muchos credos y cultos en el mundo de hoy, con planes para mejorar la condición humana. Pero todos son basura y peor que basura cuando se trata de la pregunta crítica: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Para esto solo hay una respuesta: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado». El bautismo es una obra del Dios Trino en el hombre por causa de Jesús. Pero no es magia. Debe ir acompañada de la fe, que también es don de Dios. Es el rechazo, no la falta de bautismo en sí lo que condena.
Jesús les aseguró a los apóstoles que las señales milagrosas afirmarían la verdad de esta enseñanza, ya que Él había realizado milagros para probar que Él era el Mesías mientras estuvo en la tierra. A los apóstoles no se les dio poder permanente para expulsar demonios, hablar en lenguas extrañas, sanar a los enfermos, resucitar a los muertos o tener serpientes en sus manos. Todas estas profecías del Señor fueron cumplidas según la cuenta del libro de Hechos. Durante los primeros días fue especialmente necesario que el poder de Dios en los apóstoles y en todos los cristianos se evidenciara de tal manera. Los libros del Nuevo Testamento no fueron escritos inmediatamente. Ahora tenemos la Palabra de Dios escrita completa, el Antiguo y Nuevo Testamento, escrita por inspiración del Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16). Estas Escrituras contienen todo lo que necesitamos saber para nuestra salvación (Juan 20:30-31), por lo tanto, no hay necesidad de más señales y prodigios.
Los apóstoles nunca dijeron: «Venid a mi reunión y sed testigos de los milagros». La advertencia de Lutero en uno de sus sermones sobre este texto acerca de los falsos milagros y los que se hacen sin la sanción de Dios, a menudo con la ayuda de poderes que no tienen nada en común con Él, es muy actual incluso hoy. Incluso si fuera posible que una persona realizara obras que tuvieran todas las marcas externas de verdaderos milagros, la promesa y el mandato de Dios no están allí. La predicación del Evangelio y la administración de los sacramentos son los medios por los cuales la iglesia debe llevar adelante la obra del Salvador hasta el fin de los tiempos.
Después de la ascensión, los discípulos regresaron a Jerusalén con alegría. Después de que el Espíritu Santo se manifestó en el día de Pentecostés, los discípulos salieron y predicaron el Evangelio por todas partes, en todos los lugares, en todo el mundo que entonces se conocía. En los 2000 años desde que Jesús caminó sobre la tierra, los misioneros han predicado el Evangelio en toda Europa, Asia, África, las Américas y Australia. El Espíritu Santo está con aquellos que predican el Evangelio puro hoy tan ciertamente como lo estuvo siempre.
Oremos.
Aumenta, ¡oh Dios!, la fe y el celo de todos tus hijos para que puedan desear y buscar con más fervor y diligencia la salvación de sus semejantes por medio del mensaje de tu amor que es en Jesucristo, nuestro Señor. Aviva poderosamente a todos tus siervos. Concédeles la plenitud del amor de Cristo y el poder del Espíritu Santo, de modo que sean capaces de persuadir a los hombres a que desechen el pecado y se vuelvan a ti. Bendice y prospera la obra de tus evangelistas de modo que puedan sacar multitudes de la esclavitud del pecado y llevarlas al reino de tu querido Hijo. Por el mismo Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios por los siglos de los siglos. Amén.