Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces.
La raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a las naciones, será buscada de los gentiles. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Bendita tú, oh María, entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. He aquí, se realizarán las cosas que fueron dichas por el Señor. ¡Aleluya!
Y en aquellos días levantándose María, se fue aprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor. Lucas 1:39-45
Hoy celebramos la Visitación de la virgen María a Elisabet. El arcángel Gabriel había dicho a María en la Anunciación, “Y he aquí tu prima Elisabet, la que llamaban estéril, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella.” (Lucas 1:36). El texto indica que María salió de Nazaret casi de inmediato para recorrer de 128 a 160 kilómetros, un viaje de unos cuatro días. Sin embargo, la Visitación no fue reconocida como una celebración distinta en el calendario tradicional de la iglesia hasta después de la asignación de las fechas de la Anunciación y la Natividad de Juan el Bautista. Así que se le asignó la fecha presunta en que María regresó a Nazaret después de tres meses
Encontramos en este texto argumentos fuertes, primero contra el aborto; y segundo, en favor del bautismo de los infantes. El texto de ninguna manera dice que María informó a Elisabet sobre lo que le sucedió a María. El nonato Juan el Bautista saludó al nonato Jesús. Este no era un movimiento fetal normal, lo que indicó más tarde a Juan. En este punto, Jesús no tenía más de siete días desde la concepción. Aunque fue concebido por el poder del Espíritu Santo, Jesús fue como cualquier ser humano en todas las demás etapas de su desarrollo, porque era verdadero hombre y verdadero Dios. Jesucristo tenía que ser verdadero hombre para cumplir la ley de Dios en lugar nuestro, sufrir y morir, como necesitaba ser verdadero Dios para vencer a la muerte y el diablo.
Por lo tanto, lo que había en el vientre de María era un ser humano con un propósito determinado por Dios. En el quinto mandamiento, no mates, Dios nos exige el respeto de la vida humana en cualquier etapa de su desarrollo. La ley civil debe reflejar la ley moral o el país está en peligro de la ira de Dios. Además, la salutación de Juan nos muestra que los nonatos y infantes pueden reconocer la presencia del Señor en una manera conforme a su entendimiento.
Elisabet, llena de Espíritu Santo, saludó a María con las palabras que constituyen la segunda parte del “Ave María”. La primera parte se deriva de la salutación de Gabriel en Lucas 1:28. En la iglesia romana, hay una tercera parte, “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora, y en la hora de nuestra muerte” que fue agregada en el siglo XIV durante la Peste Negra. En nuestras iglesias luteranas, reconocemos María como “Madre de Dios”, pero no como intercesora. La Apología de la Confesión del Augsburgo dice así, Artículo XXI:27, “Aun suponiendo que la bienaventurada virgen María ore por la iglesia, ¿acaso ella recibe a las almas en la muerte, acaso vence a la muerte, acaso nos concede la vida? ¿Qué hace Cristo, si estas cosas las hace la bienaventurada María? Aunque es digna de los más grandes honores, de ninguna manera quiere ser igual a Cristo; lo que quiere es que nosotros consideremos y sigamos los ejemplos que ella nos dio.”
Y María respondió a Elisabet con su cántico de humildad y fe, el Magníficat, que cantamos en el servicio de vísperas. Escucha la versión del Pastor Roberto Alejandro Weber de la Iglesia Evangélica Luterana de Argentina.
Todopoderoso Dios, tú elegiste a la virgen María para ser la madre de tu Hijo y en ella nos haces saber de tu cuidado clemente por los pobres, los humildes, y los despreciados. Permite que recibamos tu Palabra en fe y humildad, y así seamos hechos uno en Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.