3 mayo, 2025
2 marzo, 2025

Cuando venga lo que es perfecto

Series:
Passage: 1 Samuel 16:1-13, Salmo 89, 1 Corintios 13:1-13, Lucas 18:31-43
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Gracia y paz en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

En nuestra epístola de hoy (1 Corintios 13:1-13), San Pablo dice así: “La caridad nunca deja de ser; mas las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” El apóstol habla en el capítulo 12 de diversos dones del Espíritu Santo. Algunos dones del Espíritu no son dados a todos, como la profecía y los milagros de sanidad. 1 Corintios 12:29-31 dice: “¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Todos hablan lenguas? ¿Interpretan todos? Procurad, pues, los dones mejores; mas yo os muestro un camino aun más excelente.”

La palabra traduccida “perfecto” es “teleion”. En el Nuevo Testamento, el término “teleios” se utiliza para describir algo que ha alcanzado su fin o propósito, lo que significa plenitud o madurez. En el mundo grecorromano, filósofos como Aristóteles utilizaban el término para describir el objetivo final o el fin de un proceso.

Encontramos otra forma de esta palabra griega en nuestro evangelio (Lucas 18:31-43). Dos veces el Señor había hablado muy claramente de su Pasión venidera. En esta tercera predicción, el evangelista pone un acento particular en el hecho de que Jesús va a su muerte para cumplir todo lo que escribieron los profetas acerca el Hijo del hombre. El verbo teleó transmite el sentido de alcanzar un fin deseado o cumplir un propósito, a menudo con una connotación de perfección o completitud. La forma Tetelestai, “Consumado es”, se encuentra en Juan 19:30 como una de las últimas palabras de Jesús desde la cruz.

En capítulo 13, Pabla revela los done mejores y el camino más excelente. “La caridad nunca deja de ser”, tampo fe y esperanza. Son dones del Espíritu dados a todos los cristianos para siempre y más allá. El hecho de que San Pablo llame al amor la mayor virtud, no contradice en nada el hecho de que la fe es el medio para alcanzar la salvación. El amor de Dios es la fuente de la fe y la esperanza. La fe que justifica es la fe que recibimos de Dios su amor y misericordia. La fe, incluso la fe débil, aunque sólo conoce a Dios en parte, sin embargo, como fe salvadora, confía en las promesas de Dios, el perdón total de los pecados y la vida eterna. También la esperanza, que ve y conoce sólo algunos rayos de la gloria venidera, tiene como objeto todo el mundo futuro. Y el amor se concentra en el Dios Trino y el cumplimiento de nuestra salvación. La fe y la esperanza permanecen para siempre, porque aquello en lo que creemos, aquello en lo que esperamos, dura para siempre. Pero lo que aquí hemos creído y esperado, lo poseeremos y disfrutaremos allí.

Como el contenido de toda profecía será revelado en cumplimiento, como todo lo que estaba oculto será claramente revelado, entonces ya no habrá necesidad de profecía. En nuestra lectura de 1 Samuel 16:1-13, el Señor dijo al profeta, “Llena tu cuerno de aceite, y ven; yo te enviaré a Isaí, de Belén; porque de sus hijos me he provisto de rey.” Esta es la historia de cómo David fue ungido como rey de Israel. No sólo con aceite, sino con el Espíritu Santo, como Jesús fue ungido con el Espíritu Santo en su bautismo. En el Antiguo Testamento, Dios apartó a ciertos hombres como profetas, sacerdotes y reyes ungiéndolos con aceite. El título Cristo o Mesías significa “El Ungido”. Jesús fue ungido para ser profeta, sacerdote y rey ​​para siempre. Nuestro Salmo está construido alrededor de una promesa posterior a David en 2 Samuel 7:5-17, de que de su linaje vendría el Salvador prometido primero a la humanidad en Génesis 3:15 y luego a Abraham.

Por eso el ciego gritó: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Él sabía que el Mesías sería el Hijo de David y traería sanidad a los discapacitados y enfermos. El ciego creyó y recibió sanación tanto espiritual como física. Aunque los discípulos tenían el sentido físico de la vista, la verdad de Jesús estaba oculta para ellos. Pero ellos también serían salvados cuando todas las profecías se cumplieran. Porque ese es el fin de la fe y de la profecía: llevarnos a Cristo. Pero aunque las profecías se cumplirán, la confianza creada en nosotros por la Palabra de Dios permanecerá, como su Palabra permanece para siempre. Nuestra fe y nuestro conocimiento son incompletos, y sin embargo el poder está en el objeto de la fe, que es nuestro Señor.

Puesto que el Señor tuvo que adaptar los misterios celestiales al lenguaje imperfecto de los seres humanos, puesto que tuvo que revestir sus pensamientos eternos y divinos con palabras, expresiones, imágenes y parábolas tomadas de este mundo perecedero, la perfección de la gloria divina necesariamente debe estar oculta a nuestros ojos. Pero en el cielo, todo creyente verá, conocerá y entenderá la plenitud de la esencia divina, los atributos, los planes y los consejos en un entendimiento perfecto y bendito, tan completamente como él mismo fue conocido por Dios cuando el Señor cambió su corazón en la conversión. Es un conocimiento perfecto y bendito de Dios. Dios ya no verá nada extraño, ajeno, hostil entre Él y nosotros. Todos nuestros pecados serán quitados completamente de su vista. Como escribe Lutero: “Lo conoceré entonces de la manera más clara posible, sin cobertura; porque la cobertura no le fue quitada a Él, sino a mí, porque Él no tiene nada antes que Él”. En el cielo conoceremos finalmente a Dios en amor por contacto directo, y todo el conocimiento imperfecto y mediato que nos es posible ahora quedará muy atrás y será olvidado por completo en la dicha de la salvación perfecta. Amén.

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