21 abril, 2025
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Después del Domingo de Ramos, comenzamos una escuela bíblica vacacional con el tema, “Vamos, Cuenta la Historia de la Salvación”. Hay muchas sectas pentecostales en nuestra zona que no celebran la Semana Santa. Sus pastores les dicen que es una fiesta pagana. De lunes a miércoles, explicamos a 20 niños el fundamento bíblico de la Semana Santa. Los animamos a usar la cronología de la Semana Santa para contarles a sus padres la historia de la muerte y resurrección de Cristo.

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Los siete días desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua se conocen como Semana Santa. Esta es la última semana del tiempo de Cuaresma, cuando recordamos el sufrimiento y la muerte de nuestro Señor en la cruz, seguido de su resurrección. Según San Juan 12:1, seis días antes de la fiesta de la Pascua, que los judíos celebraban en conmemoración de su liberación de Egipto, Jesús llegó a Betania, donde había resucitado a Lázaro. Betanía estaba cerca de Jerusalén, como unos dos y medio kilómetros (Juan 11:17).

Cuando partió hacia Jerusalén a la mañana siguiente, una gran multitud salió de la ciudad a recibirlo. La ovación que recibió Jesús el día de su entrada en Jerusalén probablemente nunca habría alcanzado tales proporciones si no hubiera sido porque los testigos de la resurrección de Lázaro difundieron la noticia por todas partes. Habiendo oído de la resurrección de Lázaro y de las otras señales de Jesús, los habitantes de Jerusalén salen para recibirlo como un conquistador que viene para librar a Jerusalén de sus opresores y para implantar su reino a la fuerza. Las ramas nos recuerdan la manera en que los habitantes de Jerusalén recibieron a Simón Macabeo cuanto entró para expulsar los gentiles de la santa ciudad (1 Macabeos 13:51). Tanto la aclamación hosana como las palabras, “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” vienen del Salmo 118:25-26. La palabra hosana ( הוֹשִׁ֘יעָ֥ה) es una forma imperativa de yasha (יָשַׁע) el verbo en hebreo quiere decir salvar. Hosana significa entonces “¡Sálvanos!”. Nosotros gritamos con gozo, “¡Hosana, hosana, hosana en las alturas! Bendito el que viene en el nombre del Señor!” en la segunda parte del Sanctus en nuestra litúrgia de la Santa Cena. La primera parte tiene su base del profeta en Isaías 6:1-5. Sin embargo, esta entrada triunfal no fue la verdadera victoria en la cruz.

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Celebramos el Jueves Santo con el servicio divino en la Iglesia Luterana “Corpus Christi” en Barrio El Cambio, Barinas. La epístola señalada para el Jueves Santo, (1 Corintios 11:23-32) contiene las mismas palabras de institución de la Santa Cena que en los tres evangelios sinópticos. Para Mateo, Marcos y Lucas, forma parte de su relato de la cena pascual que Jesús compartió con los apóstoles antes de su crucifixión.Pero en el evangelio de Juan no encontramos estas palabras, sino la historia de Jesús lavando los pies a sus discípulos.

Todos los evangelios sinópticos fueron escritos antes de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C. El evangelio según San Juan fue, según el testimonio unánime de los primeros maestros de la Iglesia, escrito en Éfeso, durante los últimos años de la residencia de Juan en esa ciudad. El propósito de Juan de complementar la narrativa de los tres primeros evangelios es evidente a lo largo de todo el texto. Incluso en los pasajes paralelos hay muchos elementos adicionales que, en varios casos, aclaran los objetivos de Jesús.

En el mundo antiguo, el lavamiento de pies ayuda a preparar a las personas para tareas específicas. En el contexto ritual del Antiguo Testamento, el lavamiento de los pies fue un símbolo de purificación. Los sacerdotes deben lavarse las manos y los pies antes de entrar en el Lugar Santo antes de ofrecer el sacrificio sobre el altar (Éxodo 30:17-21; 40:30-32; 2 Crónicas 4:6). En Éxodo 29:4 y Levítico 8:6 el lavamiento de los pies es parte del rito de consagración de los sacerdotes. Hay paralelos en la literatura greco-romana. En las obras Homero y Estrabón las personas normalmente se lavan los pies antes de entrar en un lugar sagrado.

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Observamos el Viernes Santo en La Caramuca con el servicio de tinieblas (en latín: tenebrae). Este ceremonia litúrgica tiene su origen siete o ocho siglos después de Cristo. El propósito de este servicio era recordar los oscuros momentos que ocurrieron en la vida de Jesús desde su eufórica entrada en Jerusalén el Domingo de Ramos hasta la noche del entierro de Jesús el Viernes Santo. El aspecto más destacado del servicio es el uso de un “coche fúnebre” de Tenebrae, un porta velas con varias velas prendidas. Las llamas de estas velas se apagan una por una mientras se comparten las lecturas de las Escrituras para contar la historia de la Semana Santa. Este lento descenso hacia la oscuridad representa el dolor cada vez mayor de Jesús en el transcurso de la Semana de la Pasión. Después de leer el último versículo, se apaga la última vela y la sala queda completamente oscura. Las lecciones penitenciales, junto con la ceremonia simbólica de apagar las velas, expresan adecuadamente el dolor que reina en la iglesia durante estos días. Ningún servicio durante todo el año litúrgico es más bíblico; casi cada palabra del rezo de tinieblas se toma directamente de las Escrituras. La vela centra que representa a nuestro Señor, no se apaga, pero como el cuerpo de Cristo estuvo escondido en la tumba durante tres días, se retira y se oculta por un breve tiempo. Luego, la vela central se devuelve a su lugar en anticipación de la resurrección de nuestro Señor.

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Con el Domingo de la Pascua comienza las 50 días de la temporada de Pascua. La palabra Pascua, derivada del hebreo ( פֶסַח, pecach) o griego (πάσχα, pascha), se refiere a la décima plaga que Dios les envió a los egipcios en la historia del Éxodo: el ángel del Señor dio muerte a todos los primogénitos, incluidas las bestias, pero pasó sobre las casas de los israelitas. Obedeciendo el mandato de Dios, pintaron sus puertas con la sangre del cordero sin mancha, luego fueron liberados de la esclavitud en Egipto. En la iglesia cristiana, el Domingo de la Pascua conmemora la resurrección de Jesucristo, que liberó al mundo de la esclavitud del pecado, del diablo y de la muerte.

Celebramos el Domingo de la Pascua, 20 de abril de 2025, con la reaffirmación de fe de Sr. Alfonso Torres. Ahora, toda la familia Torres son miembros de nuestra congregación. Después del servicio divino, reconocemos los estudiantes de la escuela bíblica vacacional y sus padres y compartimos el almuerzo con todos.

En el evangelio señalado (Marcos 16:1-20) el evangelista da su versión de la gran comisión que leemos en Mateo 28:16-20. En ambos pasajes, nuestro Señor autoriza formalmente a los apóstoles a predicar la buena nueva de salvación no solo a los judíos, sino a personas de todas las tribus y naciones. Tanto Mateo como Marcos vinculan la gran comisión con el bautismo. El versículo 16 es uno de los más citados de la Biblia. El Catecismo Menor de Lutero lo utiliza como clave para explicar el sacramento del bautismo. El bautismo es una obra del Dios Trino en el hombre por amor a Jesús. Pero no es magia. Debe ir acompañado de la fe, que también es un don de Dios.

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