No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, como sois sin levadura; porque Cristo, nuestra Pascua, ya fue sacrificado por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. 1 Corintios 5:6-8
San Pablo recuerda a sus lectores los preparativos para la antigua celebración de la fiesta de la Pascua. La remoción de la levadura (Éxodo 12:18-19) se hacía el día 13 o más tardar en la mañana del 14 del mes de Nisán, y se hacía con el máximo cuidado. Todos los lugares de la casa donde se guardaba el pan o donde pudieran haber caído migajas se registraban con velas encendidas, y se raspaban cuidadosamente todos los rincones oscuros, para que no quedara levadura que estropeara la fiesta de la familia.
En el contexto de su carta, el apóstol advierte que los corintios deben quitar de en medio una persona viviendo en pecado abiertamente y sin arrepentimiento. Y aun así, los cristianos de todos los tiempos limpian la vieja levadura del pecado mediante la contrición y el arrepentimiento diarios en sí mismos e insisten en la aplicación del Oficio de las Llaves de atar en caso de transgresiones notorias en los miembros de la iglesia. Que los cristianos sean considerados limpios y puros ante Dios a través de los méritos de Cristo, y por lo tanto deben esforzarse por mantener esta pureza y mantener sus vestiduras sin mancha, se basa todo en un hecho: porque “Cristo, nuestra Pascua, ya fue sacrificado por nosotros.”
“Cristo, nuestra Pascua” se refiere al cordero sacrificado en la Pascua del Antiguo Testamento. “Así que celebremos la fiesta.” ¿Cual fiesta? La Santa Cena fue instituida en el contexto de la Pascua de los judíos pero no es igual. Cuando los cristianos se reunían para celebrar la Santa Cena en la iglesia primitiva, no sacrificaban un cordero. El mismo Cordero de Dios ha sido inmolado, de una vez por todas. No quisiéramos ni podríamos ofrecer otro sacrificio. Ahora celebramos solamente la propia fiesta del Cordero como fue instituida y ordenada por Él.
Algunos luteranos el Jueves Santo reemplazan la liturgia histórica con la Eucaristía disfrazada del séder, que es como los judíos modernos llaman a su cena anual de Pascua. Piensan que esto es lo que celebraron Jesús y sus discípulos, y puede ayudar a los cristianos a entender a Jesús en la Pascua. Los cristianos bien intencionados pueden creer que el judaísmo rabínico es lo mismo que el judaísmo de la época de Jesús. No es así.
A través de Moisés, Dios ordenó a los israelitas sacrificar un cordero y comerlo con hierbas amargas y panes sin levadura en la noche en que el Señor reclamó a los primogénitos de Egipto (Éxodo 12:1-36). El animal del sacrificio tenía que ser un macho, de un año de edad y sin defecto. Por la sangre del cordero pintada en las puertas la última plaga pasó por alto las casas israelitas. Después de la salida de los israelitas de Egipto, Moisés les mandó al celebrar la Pascua cada año (Éxodo 13:1-16). La Pascua le recordaba a Israel que toda su vida como pueblo de Dios se basaba en el acto redentor de Dios.
Durante la existencia del Tabernáculo y luego del Templo de Jerusalén, el enfoque de la fiesta de la Pascua era el sacrificio del cordero que señalaba al sacrificio del Mesías (Isaías 53). En la época de nuestro Señor, la Pascua era uno de los tres peregrinajes, el nombre dado a las tres festividades durante las cuales el pueblo judío acostumbraba a peregrinar al Templo de Jerusalén y ofrecer ofrendas y sacrificios. Los otros eran Shavuot, también se llamó Pentecostés, Sucot, la fiesta de las cabañas o de los tabernáculos. Cada familia lo suficientemente grande como para consumir completamente un cordero joven debía ofrecer uno para el sacrificio en el Templo de Jerusalén en la tarde del día 14 de Nisán, y comerlo esa noche, que era el 15 de Nisán. Si la familia era demasiado pequeña para terminar de comer toda la ofrenda de una sola vez, se hacía una ofrenda para un grupo de familias. No podía quedar nada de la carne por la mañana.
La matanza tuvo lugar en el atrio del Templo de Jerusalén. La matanza podía ser realizada por un laico, aunque los rituales relacionados con la sangre y la grasa debían ser realizados por un sacerdote. La sangre tenía que ser recogida por un sacerdote, y filas de sacerdotes con copas de oro o plata en sus manos hacían fila desde el atrio del Templo hasta el altar, donde se rociaba la sangre. Estas copas estaban redondeadas en el fondo para que no se pudieran colocar, porque así la sangre podría coagularse. El sacerdote que recogía la sangre que caía del animal del sacrificio, pasaba la copa al sacerdote que estaba a su lado, recibiendo de él una vacía, y la copa llena se pasaba a lo largo de la línea hasta llegar al último sacerdote, quien rociaba su contenido en el altar.
Luego, el cordero se colgaba de ganchos o palos especiales y se desollaba; pero si la víspera de la Pascua caía en sábado, la piel se quitaba hasta el pecho solamente. Entonces se abría el abdomen y se sacaban las porciones grasas destinadas al altar, se ponían en una vasija, se salaban y el sacerdote las ofrecía sobre el altar, mientras que las demás entrañas también se sacaban y limpiaban.
Hoy, en ausencia del Templo, cuando no se ofrecen ni se comen sacrificios, se recita un conjunto de pasajes bíblicos y rabínicos que tratan sobre el sacrificio de la Pascua después del servicio de oración de la tarde del 14 de Nisán, y se celebra con la zeroa, un alimento simbólico. colocado en el plato del séder (pero no comido), que generalmente es un hueso de pierna asado (o un ala o cuello de pollo). Muchos judíos sefardíes tienen la costumbre de comer carne de cordero o cabra durante el seder en memoria del cordero pascual.
Para nosotros luteranos, el Cordero pascual no es una memoria. ¡El vive! Además, recibamos su verdadero cuerpo y preciosísima sangre en, con y bajo el pan y vino. En su última cena con sus discípulos, nuestro Señor lo hizo un nuevo pacto en su sangre. En su explicación de las palabras de institución (1 Corintios 11:26-29), San Pablo dice así, “Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan, o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe juicio para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.” Cuando celebramos la Eucaristía, confesamos que no creemos que solamente es una fiesta conmemorativa, que el error de los judíos hoy en día y también algunos cristianos protestantes.
También, en su carta a los Gálatas (Gálatas 1:6-12), Pablo enfrenta un problema en la iglesia primitiva: maestros falsos que requiere la continuación de leyes ceremoniales del Antiguo Pacto en la vida de la iglesia, que es el nuevo pueblo de Dios. Los judíos conversos estaban confundidos en este punto, pero el apóstol declara la verdad con absoluta claridad. “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio: No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban, y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo os predicare otro evangelio del que os hemos predicado, sea anatema.”
Los falsos maestros aún siembran esta misma confusión. Alrededor de nuestra misión luterana, hay sectas pentecostales que enseñan los verdaderos cristianos no deben celebrar Navidad o la Pascua según “tradiciones hechas por el hombre”, pero deben observar las fiestas del Antiguo Testamento como Sucot, la fiesta de las cabañas. Algunos dicen los cristianos deben observar Janucá, que no es una fiesta ordenada en el Antiguo Testamento, sino que se originó en el período intertestamentario. Nuestro papel como luteranos no es para colaborar en la confusión, sino en la libertad del evangelio, acercamos la Eucaristía con toda la reverencia y toda claridad. Como dice al Artículo XV de la Apología de la Confesión del Augsburgo: “Aquí, nuestros adversarios aplican abiertamente prácticas judaicas y simplemente anulan el evangelio con doctrinas de demonios. Porque la Escritura llama a las tradiciones doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1-3) cuando se enseña que son ritos útiles para merecer remisión de pecados y gracia.” El séder de los judíos está basada en el rechazo de Jesucristo como Salvador. No debemos confundirlo con el sacramento de la Santa Cena.