22 noviembre, 2024

Llevad mi yugo sobre vosotros, dice el Señor, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. Gloria sea al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

Encontramos la palabra, “epifanía”, en 1 Timoteo 6:14 traducida como “aparición”, precisamente, “la aparición de nuestro Señor Jesucristo”. Esta palabra griega también significa “manifestación”. En esta estación de Epifanía, la iglesia celebra las manifestaciones del Verbo hecho carne en Jesucristo. Primero, en su aparición a los Reyes Magos, la primera revelación del Salvador del mundo a todas las naciones (Mateo 2:1-12). Segundo, la manifestación de la santísima Trinidad en el bautismo de Jesús en el Río Jordán (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22; Juan 1:32-34) . Tercero, la manifestación a los primeros discípulos en el milagro de agua hecha vino en las bodas de Caná (Juan 2:1-11).

En esta carta de San Pablo a Timoteo, “epifanía” se refiere a la última epifanía, la segunda venida del Señor en gloria. “La cual a su tiempo mostrará el Bendito y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores; el único que tiene inmortalidad, y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea honra y poder sempiterno. Amén” (1 Timoteo 6:15-16). Enfatiza la apariencia visible de Jesucristo al mundo entero, es decir, creyentes y no creyentes. Hasta ese día glorioso, Pablo exhorta a Timoteo a “sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos” como “Cristo Jesús, que testificó la buena profesión delante de Poncio Pilato” (1 Timoteo 6:11-13).

Ordenación.Para Timoteo, la buena profesión delante de muchos testigos puede referirse a su bautismo u ordenación como pastor. Para todos nosotros, el bautismo es una profesión de fe en Cristo, y damos testimonio de la fe confesada en el bautismo en el cumplimiento de los deberes de nuestra vocación en la familia, la iglesia y la comunidad. Para los hombres llamados y ordenados por la iglesia, la buena batalla es contra los falsos predicadores y la promulgación del puro evangelio por medio de su predicación y su vida. Como “hombre de Dios”, consagrado a la causa de Dios, estando en la sucesión de los profetas y los apóstoles, el pastor debe ser capaz de enseñar la sana doctrina y administrar los sacramentos para la alimentación de la fe de los fieles. Por lo tanto, en capítulo tres de 1 Timoteo, hay una lista de requisitos para los que quieren ser pastores o obispos (en este contexto, los términos son iguales). Tambien, el Artículo XIV de la Confesión del Augsburgo dice que nadie debe enseñar públicamente en la iglesia ni predicar ni administrar los sacramentos sin llamamiento legítimo, es decir, la ordenación.

Señor Jesucristo, siempre le has dado a tu iglesia en la tierra pastores fieles como Timoteo, capaces de guiar y alimentar a tu rebaño. Haz que todos los pastores sean diligentes en predicar tu santa Palabra y en administrar los dones de vida eterna, y concede a tu pueblo sabiduría para caminar por las sendas que llevan a la vida eterna. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas con el Padre y con el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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