Entonces Pedro, volviéndose, ve a aquel discípulo al cual Jesús amaba, que los seguía, el que también se había recostado en su pecho en la cena, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste qué? Jesús le dijo: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Tú sígueme.” Salió entonces este dicho entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo: No morirá; sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga ¿qué a ti? Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero. Y hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, las cuales si se escribiesen una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén. Juan 21:20-25
En los versículos anteriores en este último capítulo del Evangelio según San Juan, el Cristo resucitado restauró a Simón Pedro al apostolado, después de su negación en la corte de Poncio Pilato. Pero, también Jesús profetizó la muerte de Pedro en la misma manera del Señor: crucifixión. Entonces, Pedro, molestado, le preguntó si “aquel discípulo al cual Jesús amaba” recibiría el don de martirio. Este discípulo era el autor del evangelio, Juan, hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Santiago. Solo Pedro, Juan y Santiago vieron la Transfiguración de Jesús. Luego, Juan escribió, “y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre” (Juan 1:14) y Pedro así, “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas artificiosas; sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Porque Él recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando le fue enviada desde la magnífica gloria una gran voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con Él en el monte santo.” (2 Pedro 1:16-18). También, Pedro y Juan fueron los primeros de los apóstoles en descubrir la tumba vacía (Juan 20:1-10). En verdad, Santiago fue el primer apóstol en ser martirizado (Hechos 12:2), después del primer mártir, Esteban el diácono. Según la tradición, Juan fue el único apóstol que no murió por la violencia. Juan no vio la segunda venida del Señor, sino su visión de Cristo en exilio en la isla de Patmos es la base del libro de Apocalipsis (escrito por Juan al fin del primer siglo). En este momento, Jesús tenía que llamarle atención a Pedro porque se fija en el llamado que Dios le dio a Juan, no a su propio llamado. También, nosotros somos llamados a cumplir con nuestras vocaciones, y no a anhelar y codiciar las de otros. Debemos ser dispuestos a morir por causa de Cristo, pero solo Dios determina para cada uno su propia cruz.
Señor misericordioso, envía los rayos brillantes de tu luz sobre tu iglesia para que, siendo instruidos en la doctrina de tu bendito apóstol y evangelista Juan, tengamos vida eterna. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas con el Padre y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.