“Para comenzar, queremos recalcar de nuevo que nosotros no abolimos la misa, sino que la conservamos y defendemos escrupulosamente. Porque entre nosotros se celebran misas todos los domingos y en otros días de fiestas, y se administra en ellas el sacramento a quienes lo desean recibir, después de haber sido examinados y absueltos. Se conservan asimismo las acostumbradas ceremonias públicas, el orden de las lecciones y de las oraciones, las vestiduras y otras cosas semejantes.” La Apología de la Confesión del Augsburgo, Artículo XXIV, “La Misa”.
Hay bastante contenido en este párrafo breve, pero vamos a enfocar en el orden de las lecciones, o leccionario. La lectura pública de las Sagradas Escrituras es un componente esencial de nuestro culto cristiano. “Entre tanto que vengo, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza,” dice San Pablo a su discípulo, Timoteo, en 1 Timoteo 4:13. El apóstol mandó a Timoteo a tener cuidado a los porciones de las Escrituras leídas públicamente en las congregaciones de Éfeso.
Un leccionario conduce de manera sistemática llevar hacía delante las lecturas que corresponden en cada período del año eclesiástico. Es un herramienta que todo creyente en nuestro Señor debe conocer y entender para mejor desarrollo de las palabras y las enseñanzas que Jesucristo enseñó en su ministerio público y, que a través de la palabra revelada quedó escrita en la Biblia. El leccionario es una estructura de propósito de guiar el culto cada semana y cada día especial.
En la sinagoga de Nazaret (Lucas 4:16-21), nuestro Señor leyó de una lectura apuntada para aquel día, Isaías 61:1-2. Desde la comienza de los sinagogas, los rabinos enseñaban sobre el pasaje del Antiguo Testamento leído de un leccionario, semejante a los sermones hoy.
En el primer siglo, las congregaciones cristianas comenzaron a complementar las lecturas del Antiguo Testamento con lecturas de los escritos de los Apóstoles. En pasajes como 1 Tesalonicenses 5:27 y Colosenses 4:16, Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, les dice a estas iglesias que sus cartas deben leerse en el servicio y luego circular a otras congregaciones vecinas que ellos también pueden usarlos. A medida que se escribían y circulaban los evangelios, también se leían en el culto público.
Ahora, bien, ¿que orden de lecciones se conservan en la época de la Reforma, según la Apología?
El calendario litúrgico cristiano comenzó a desarrollarse inmediatamente después de la Resurrección de nuestro Señor (el primer Domingo de Pascua), cuando los discípulos comenzaron a reunirse cada semana el domingo para escuchar la Palabra de Dios y recibir el Sacramento de la Santa Cena. Pronto, se fijó una semana cada año para conmemorar la pasión, crucifixión y resurrección como una gran fiesta. Pronto, se agregó las fiestas de la Ascensión y Pentecostes para celebrar cuarenta días y cincuenta días después de la Pascua. Epifanía en enero fue al principio una celebración que incorporó la Encarnación y el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo, luego La Navidad se celebró en diciembre con una celebración de doce días que culminó con la primera Epifanía, o manifestación de la divinidad de Jesucristo a todas las naciones en la visita de los Reyes Magos. Se agregaron tiempos de preparación para celebrar las grandes fiestas, cuarenta días de Cuaresma antes de Pascua y cuatro domingos de Adviento antes de Navidad.
El año eclesiástico ahora está dividido en seis períodos llamados estaciones, con doce días festivos principales, para centrar los aspectos de la obra salvadora de Jesucristo y de la vida de la iglesia. La primera mitad del año eclesiástico, se llama “la mitad festiva”, comienza el primer domingo de Adviento y termina el domingo de Pentecostés, comprende las estaciones de Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma y Pascua. La segunda mitad, “la mitad no festiva”, comprende sólo una estación, comienza el Domingo de la Santa Trinidad. Termina con el último domingo antes del primer domingo de Adviento.
Este calendario es un ciclo anual de las celebraciones cristianas, mediante el cual la iglesia ordena la adoración al Dios trino, la predicación y la enseñanza. El calendario eclesiástico ayuda al predicador a repasa cada año la obra de Cristo y las doctrinas de la fe cristiana. También, para evitar la introducción de temas extraños en la predicación y la enseñanza, o el énfasis monotemático en los temas preferidos del predicador.
Un leccionario anual fue concebido, refinado y moldeado lentamente a lo largo de los siglos por toda la Iglesia occidental. Lo que hoy conocemos como el leccionario anual histórico nos llega del Comes Hieronymi (Jerónimo). Se discute la fecha y la autoría de este documento, sin embargo, a más tardar, fue escrito por alguien en el año 471. Esta serie de lecturas seleccionadas por el Papa Gregorio el Grande (540-604 después de Cristo) se convirtió en el estándar en Roma. Trescientos años más tarde, Carlomagno, el primer Sagrado Emperador Romano, decidió estandarizar las prácticas litúrgicas en su dominio y, como parte de esto, hizo que su consejero religioso Alcuino hiciera una revisión del Comes Hieronymi. Lo que Alcuino básicamente hizo fue tomar el leccionario gregoriano, e introducirlo en el imperio de Carlomagno. Este fue un paso monumental en la historia de la iglesia, ya que estandarizó la adoración en la iglesia occidental.
Esos evangelios y epístolas se usaron en la Edad Media, fueron aceptados por Martín Lutero y los reformadores luteranos. Una desventaja de esa serie antigua fue la falta de una serie sistemática y distintas de lecturas del Antiguo Testamento, pero desde la Reforma, el leccionario incluye selecciones del Antiguo Testamento.
También, los luteranos, mientras conservaron la mayoría de la tradición litúrgica, hicieron cambios donde era necesario para que la liturgia no contradijera las Escrituras, y cambios pequeños y sensibles al leccionario, como mover la fiesta de la Transfiguración hasta el fin de la estación de Epifanía, y agregar textos escatológicos al final del año eclesiástico.
El hecho de que el leccionario histórico luterano haya estado en uso desde la Reforma es un mérito suyo. Hay muchos recursos para ello, como los sermones de Lutero, Johannes Bugenhagen, Johann Gerhard y C.F.W. Walther. También, muchos libros devocionarios siguen el leccionario histórico, y Johann Sebastian Bach y otros escribieron música cristiana para este leccionario.
Sin embargo, en el siglo XX, se introdujo un leccionario fundamentalmente nuevo. Originalmente desarrollado por la Iglesia Católica Romana después del Concilio Vaticano II, el Ordo Lectionum Missae ha influido en los leccionarios luteranos especialmente en los Estados Unidos. Este leccionario no utiliza un ciclo anual de lecturas, sino tres. Cada ciclo se repite cada tres años. Aunque el leccionario de tres años retuvo algunas de las lecturas más antiguas (especialmente para las fiestas), en su mayor parte fue una creación completamente nueva. En un movimiento dramático, la iglesia romana había acabado con la mayor parte de la continuidad que existía con 1500 años de práctica eclesiástica.
Por ejemplo, para los luteranos, colocar el Domingo de la Transfiguración al final de la Epifanía tenía sentido porque retuvieron los tres domingos siguientes como tiempo de preparación para la Cuaresma. Cuaresma se deriva de Quadragesima, que en latín significa el cuadragésimo día antes de Pascua y cubre todo el ayuno de Cuaresma. Los tres domingos anteriores al Miércoles de Ceniza se denominaban Septuagésima (70 días antes de Pascua), Sexagésima (60 días) y Quincuagésima (50 días) Los luteranos siguieron el uso romano de eliminar los aleluyas de su salmo, los introitos y los graduales que comenzaban con la Septuagésima, pero también consideraba que los textos designados para los tres domingos representaban las tres solas de la Reforma, sola la gracia para la Septuagésima, sola l Escritura para la Sexagésima y sola la fe para la Quincuagésima. El leccionario trienal elimina los domingos previos a la Cuaresma y prolonga el tiempo de la Epifanía, que es seguido inmediatamente por la Cuaresma, que es todo un latigazo en el estado de ánimo.
Impulso de cambiar la liturgia dentro de la iglesia romana no surgió del reconocimiento de los errores del Concilio de Trento, como la Misa como sacrificio propiciatorio, sino de la idea de que la liturgia debería cambiarse de acuerdo con a las necesidades percibidas del hombre moderno. En lugar de respetar el tesoro litúrgico que tenían y arreglarlo como lo habían hecho los luteranos 400 años antes, los romanos descartaron las tradiciones del pasado como si no tuvieran nada que decir al presente.
Una ruptura tan radical con la tradición litúrgica del pasado no refleja el método de las Confesiones Luteranas. La actitud dominante de los confesores es que siempre que sea posible trataron de conservar las tradiciones litúrgicas que han heredado, siempre que las tradiciones enseñaran la fe, y en aras del buen orden y la armonía.
Sin embargo, algunos luteranos han adoptado una versión del leccionario de tres años. En 1965, la Iglesia Luterana-Sínodo de Missouri resolvió nombrar una comisión que trabajaría con otras iglesias luteranas para producir un nuevo himnario común. El 10 de febrero de 1966, representantes de la Iglesia Luterana-Sínodo de Missouri, la Iglesia Luterana Estadounidense y la Iglesia Luterana en América se reunieron en Chicago y formaron lo que se convertiría en la Comisión Interluterana de Adoración (ILCW). En 1973, la comisión publicó una nueva serie de tres años, siguiendo el modelo del ordo romano. La serie fue creada por un grupo interluterano que fue teológicamente liberal, y su teología a menudo aparece en sus selecciones de lecturas. En general, omitió lecturas que hablan directamente de la deidad de Jesús, de los milagros hechos por los apóstoles, y a menudo permite la omisión de lecturas que condenan pecados como adulterio y homosexualidad. La omisión más flagrante es la falta de textos que traten del juicio de los pecadores. Tradicionalmente, estas lecturas se usaban en el penúltimo domingo del año de la Iglesia, pero ahora se omiten o se enumeran como opcionales.
En 1983, un grupo interdenominacional publicó el Leccionario Común, con la intención de producir una versión del leccionario de tres años para luteranos y otras denominaciones. En respuesta a muchas críticas, emprendió una revisión del Leccionario Común y en 1992 publicó el Leccionario Común Revisado. Este leccionario fue oficialmente aprobada para su uso por la Iglesia Episcopal, la Iglesia Luterana Evangélica en América, la Iglesia Metodista Unida, Presbiterianos, Iglesia Unida de Cristo y Discípulos de Cristo. La preparación del LCR estuvo fuertemente influenciada por la alta crítica y la teología liberal. Las secciones que hablan en contra de la homosexualidad se omiten de manera notoria, así como los versículos que advierten sobre los falsos profetas.
Con fallas tan serias desde el punto de vista hermenéutico, ¿porqué muchas iglesias luteranas confesionales continúan en el uso del leccionario de tres años? Quizás piensan que tienen una versión que ha sido arreglada teológicamente. Un argumento frecuente es que le permite al predicador predicar sobre una selección más amplia de versículos de la Biblia. Pero tres años es demasiado tiempo para una memorización efectiva. Evidencia de esto es que hay más ignorancia bíblica, no menos, que cuando casi todas las iglesias luteranas usaban el leccionario de un año. Gracias a Dios por un movimiento de regreso al leccionario histórico.
Oremos.
Misericordioso Señor, suplicámoste que derrames los rayos de tu divina luz sobre la iglesia, de modo que, al ser ella instruida en la enseñanza de tus benditos apóstoles, ande de tal manera a la luz de tu verdad, que al fin alcance el resplandor de la vida eterna. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.