22 noviembre, 2024

San PatricioCristo conmigo, Cristo ante mí, Cristo tras de mí,

Cristo en mí, Cristo bajo mí, Cristo sobre mí,

Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda,

Cristo cuando me acuesto, Cristo cuando me siento,

Cristo cuando me levanto, Cristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí,

Cristo en la boca de todo hombre que hable de mí,

Cristo en todo ojo que me ve, Cristo en todo oído que me escucha.

Esta es la oración de San Patricio, el gran misionero a Irlanda en en quinto siglo. Hoy es el día de su conmemoración. Sin embargo, Patricio no era irlandés. Nació en Gran Bretaña alrededor del año 386 d. C. Su padre, Calpurnio era un diácono y su abuelo, Poncio, era un presbítero o cura. Su madre, Concessa, era de la familia de San Martín de Tours. En su madurez, Patricio fue enviado como obispo misionero a Irlanda.

Espera. ¿Obispo, hijo de diácono, nieto de presbítero? ¿Como lo puede ser? Nuestro Señor Jesucristo instituyó un ministerio público de hombres autorizados primero por los apóstoles y luego por la iglesia para predicar la Palabra de Dios y administrar los sacramentos del bautismo y la Santa Cena. Solo los apóstoles del primer siglo fueron llamados directamente por Cristo (Mateo 28:18-20; Marcos 16:14-18; Lucas 24:36-49; Juan 20:19-29). Sus sucesores fueron llamados por Dios por medio de la iglesia (Romanos 10:15; 1 Timoteo 3:1-2; Tito 1:5-9). En el Nuevo Testamento, estos ministros son llamados pastores, presbíteros (que significa ancianos) y obispos indistintamente. Todos tienen la misma autoridad de proclamar el Evangelio de Jesucristo. El diaconado no fue instituido por el Señor, sino por los apóstoles en Hechos, capítulo seis, como oficio auxiliar de los laicos.

Poco a poco, la iglesia desarrolló un rango triple entre los cleros: obispo, presbítero y diácono. En la Reforma del siglo XVI, los luteranos aceptaron esta estructura por el principio de buen orden en la iglesia (1 Corintios 14:40), pero no por mandato divino. El Doctor Martín Lutero escribió así en su “Tratado sobre el Poder y Primicia del Papa” sobre “El Poder y la Jurisdicción de los Obispos”:

“El evangelio asigna a los que presiden sobre las iglesias el mandato de predicar el evangelio, de remitir pecados, de administrar los sacramentos y, además, de ejercer jurisdicción, esto es, el mandato de excomulgar a aquellos cuyos crímenes son conocidos y de absolver a los que se arrepienten. Y según la confesión de todos, aun de nuestros adversarios, es evidente que este poder pertenece, por derecho divino, a todos los que presiden en las iglesias, ya sea que se llamen pastores, o ancianos, u obispos.” Citó a Jerónimo de Estridón que la distinción de grados entre obispo y anciano o pastor es de la autoridad humana.

Sin embargo, aunque se encuentran los términos obispo, presbítero y diácono en el Nuevo Testamento, el celibato solo se encuentren en el caso de San Pablo por su propia voluntad, y el celibato no se requería de los párrocos en la época de Patricio. En el Nuevo Testamento, se menciona la suegra de San Pedro en Marcos 1:30; Lucas 4:38 y Mateo 8:14-15. San Pablo habla de la esposa de Pedro y las de los demás apóstoles en 1 Corintios 9:5, y en 1 Timoteo 3:2-4 dice es necesario que un obispo sea marido de una sola esposa, “que gobierne bien su propia casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad (Porque el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?).”

Con el surgimiento del monacato desde el cuarto siglo, el celibato se convirtió en el modelo de santidad, en contra de la enseñanza de las Escrituras. Pero no se esperaba de los párrocos antes del siglo XI en la Iglesia occidental y las iglesias del este continuaron permitiendo los cleros casados hasta hoy en día.

Los reformadores luteranos rechazaron el celibato como un requisito para el ministerio y modelo de espiritualidad. El Artículo XXIII de la Confesión de Augsburgo dice así: “Se ha hecho oír en todo el mundo, entre todo clase de personas, ya de posición elevada, ya humilde, una muy fuerte queja con respecto a la gran inmoralidad y la vida desenfrenada a los sacerdotes que no podían permanecer continentes y que con sus vicios tan abominables habían llegado al colmo. Para evitar tanto y tan terrible escándalo, adulterio y otras formas de lascivia, algunos de nuestros sacerdotes han contraído matrimonio. Estos aducen como motivo que los impulsó la gran angustia de su conciencia, ya que la Escritura afirma claramente que el matrimonio fue ordenado por Dios el Señor para evitar la impureza, como dice San Pablo: A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer (1 Corintios 7:2); asimismo, Mejor es casarse que estarse quemando (1 Corintios 7:9).

Hoy en día también, el requisito de de celibato es la fuente de muchos escándalos en la iglesia romana, con la pedofilia, la homosexualidad y otra inmoralidad sexual. El Artículo XXIII de la Apología de la Confesión de Augsburgo nota que el celibato es contra el mandamiento de Dios y el orden de la creación en los primeros capítulos de Génesis, y además, los cánones conciliares de la iglesia antigua no prohíben el matrimonia por los sacerdotes, ni disuelven los matrimonios contraídos.

Entonces, podamos aprender de la historia de San Patricio que el matrimonio de los cleros no es inventado por los luteranos, sino es la práctica de la iglesia antigua y es más consistente con la Palabra de Dios.

Señor Dios, te damos gracias por la obra misionera de San Patricio y te pedimos la restauración de la reverencia por el matrimonio y la vida no nacida en Irlanda y el resto del mundo. El matrimonio y también los hijos son tus regalos. También te suplicamos levantes para el ministerio hombres fieles y capacitados y prosperas la obra misionera de modo que pueden sacar multitudes de la esclavitud del pecado y llevarlas al reino de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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