Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga, y hallaréis descanso para vuestras almas. Gloria sea al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban en él. Mas Jesús les dijo: “No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.” Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. Mateo 13:54-58
¿Que fue la naturaleza de la relación familiar que existía entre Jesús y sus hermanos? Para justificar su doctrina de la virginidad perpetua de María, madre de Jesús, la iglesia romana dice la palabra por hermano puede ser traducida como primo, entonces los hermanos de Jesús mencionados varias veces en el Nuevo Testamento eran primos. Otra teoría es que José el carpintero era viuda cuando se casó con María y que los hermanos de Jesús eran hijos de la primera esposa de José. Sin embargo, la Escritura solo dice que José no conoció a María hasta que ella dio a luz a su hijo primogénito, Jesús (Mateo 1:25). La doctrina de la virginidad perpetua no tiene su base en la Escritura, sino en especulaciones posteriores.
De todo modo, según Juan 7:2-5, los hermanos de Jesús mencionados en Mateo 13:54-58 no eran contados entre los discípulos de Jesús antes de su resurrección. Tampoco sus vecinos estaban dispuestos a reconocerlo como su Señor y Salvador. La gente de Nazaret compartió la misma actitud de Natanael en Juan 1:45-46, “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” No importa de su sabiduría o sus milagros, ellos lo vieron como un hombre común, no como el Rey de reyes.
Muchas veces cuando alguien se vuelve cristiano, sus amigos y familiares incrédulos se burla de él. No pueden creer que alguien como ellos pueda recibir y proclamar entre ellos el Evangelio. Pero, el Espíritu Santo siempre está activo en la Palabra y hay esperanza para todos.
En 1 Corintios 15:7 San Pablo dice que Jesús después de su resurrección apareció a Jacobo, también se llama Santiago el Justo, y después a todos los apóstoles. Este Jacobo no era el hijo de Zebedeo, ni el hijo de Alfeo nombrado entre los doce apóstoles originales, sino él conocido como el hermano del Señor. San Pablo lo llamó un apóstol en Gálatas 1:19, habiendo recibido su llamado de una visitación del Cristo resucitado como lo había hecho Pablo.
El hermano de Jesús llegó a ser el líder de la iglesia, o obispo, de la iglesia en Jerusalén, después de la muerte de Santiago, hijo de Zebedeo. En Hechos 15 se perfila como la máxima figura en el concilió apostólico en Jerusalén. También fue el autor de la epístola de Santiago, mientras su hermano Judas fue el autor de la epístola de Judas. Cuando Pedro escapó de la prisión durante la Pascua con la ayuda de un ángel y estaba a punto de huir de Jerusalén, dejó un mensaje para informar de su fuga “a Jacobo ya los hermanos” (Hechos 12:17). Cuando Pablo visitó Jerusalén años más tarde, “entró con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes” (Hechos 21:18). En el años 62 después de Cristo, Santiago sufrió el martirio. No sabemos esto por las Escrituras, sino por escritores posteriores como Tito Flavio Josefo, un historiador del primer siglo.
No debemos despreciar la Palabra de Dios porque la escuchemos de alguien a quien consideramos común, como lo hicieron incluso los amigos y la familia de nuestro Señor mismo. Pero siempre existe la oportunidad de abrir nuestras mentes y corazones a las promesas de Dios.
Padre celestial, pastor de tu pueblo, tú levantaste a Santiago el Justo, hermano de nuestro Señor, para que guiará a tu iglesia. Permítenos seguir su ejemplo de oración y reconciliación y haz que seamos fortalecidos por el testimonio de su muerte. Por Jesucristo, tu único Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.