20 septiembre, 2024

Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga, y hallaréis descanso para vuestras almas. Gloria sea al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

“Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones, haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado mi carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. Procura venir pronto a mí; porque Demas me ha desamparado, amando este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica; Crescente a Galacia, Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo; porque me es útil para el ministerio.” 2 Timoteo 4:5-11

San Pablo comienza la lectura de hoy animando a su discípulo, Timoteo, a continuar sirviendo en el oficio al que fue llamado. Justo en el momento en que el mundo entero parece enloquecer, cuando la gente en general parece estar bajo la influencia de algún poder maligno, entonces los cristianos, y especialmente los pastores fieles, deben permanecer vigilantes y preparados para sufrir. Porque todo el que se niega a unirse la locura general debe esperar hostilidad y tribulación. La acusación contra los cristianos fieles de que son enemigos de la sociedad humana se hace también en nuestros días.

Todo pastor debe que cumplir su ministerio, no debe haber descuido de los deberes, hasta el fin. El pastor debe estar dispuesto a lo que venga aparejado del oficio de la Palabra y los sacramentos, aun el martirio.

San Pablo se ofrece a sí mismo como ejemplo. Como en Filipenses 2:17, el apóstol usa aquí el término para hacer una libación para designar su muerte inminente. Sabe que debe morir pronto, y aún así habla de su inminente martirio con toda la tranquila confianza en Dios. ¿Por qué? Porque está guardada par él la corona de justicia, la promesa de la vida eterna, no por sus propios méritos, sino por la sangre de Jesucristo derramada por nuestros pecados en la cruz. Y esta corona de justicia está guardado solo por los apóstoles, evangelistas y pastores, también a todos los que esperan la segunda venida del Señor Jeuscristo.

San LucasPero luego Pablo dice: Haz todo lo posible por venir a verme rápidamente. De todos los compañeros de Pablo, solo Lucas, el evangelista que honramos hoy, también conocido como el médico amado, estaba todavía con él. Lucas no había conocido a Jesús personalmente, pero parece haber sido convertido en Antioquía, probablemente por Pablo, con quien estaba conectado en una amistad íntima de por vida. En el segundo viaje de Pablo, Lucas se reunió con él en Troas y lo acompañó a Filipos; en el tercer viaje, Lucas estaba nuevamente entre los compañeros de Pablo, y lo acompañó de Filipos a Jerusalén. Luego, Lucas hizo el viaje de Cesarea a Roma con Pablo, el cautivo, y estuvo con él en Roma.

La iglesia llama a Lucas evangelista, también San Marcos, quien es mencionado también. ¿Que es un evangelista? En la lista de oficios dedicados a la proclamación de la Palabra en Efesios 4:11, se lo ubica en tercer lugar después de apóstoles y profetas y antes de pastores y maestros. Parece que en la época de los apóstoles, el evangelista fue entregado con la proclamación del evangelio bajo la autoridad de un apóstol que recibió la Palabra directamente del Señor, como en el caso de Pablo y Timoteo. Hoy en día la designación evangelista tiene un nuevo referente: compositor de la obra escrita llamada evangelio.

Ahora en la iglesia no hay apóstoles, los que han recibido su llamada y doctrina directamente de Jesucristo. La iglesia, como instrumento de Cristo, llama pastores para continuar la obra apostólica y evangelística. Los apóstoles, profetas y evangelistas hablan con nosotros en las paginas de las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo. “La buena batalla” significa el mismo para los pastores ordenados como para Pablo, Timoteo, Lucas y Marcos: a permanecer personalmente en la fe que Dios le ha dado y guardar la doctrina apostólica contra falsa doctrina y error. Por lo tanto, la Confesión de Augsburgo, Artículo XIV dice así: Nadie debe enseñar públicamente en la iglesia ni predicar ni administrar los sacramentos sin llamamiento legítimo.

Todopoderoso Dios, que llamaste el médico amado, San Lucas, para ser evangelista y para curar almas: Afirma siempre a tu iglesia en igual vocación para que los hombres conozcan el mensaje de tu amor y reciban la salud de sus almas y cuerpos por los méritos de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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