50 Y los condujo fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. 51 Y aconteció que bendiciéndolos, fue apartado de ellos, y llevado arriba al cielo. 52 Y ellos, habiéndole adorado, regresaron a Jerusalén con gran gozo; 53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén. Lucas 24:50-53
Lucas el evangelista, al concluir su evangelio, cuenta un breve relato de la ascensión que ocurrió cuarenta días después de la resurrección de Jesús. Ese día, el Señor, habiendo reunido a sus discípulos por última vez, los condujo al monte de los Olivos, hasta que estuvieron a la vista de Betania. El lugar de la ascensión fue probablemente cerca de la cima del monte, en la ladera sureste. Aquí, por última vez en forma visible, el Señor alzó sus manos sobre sus discípulos para bendecirlos. Pero mientras todavía estaba en el acto de bendecirlos, se separó de ellos, elevándose lentamente en el aire ante su mirada atónita. Así ascendió al cielo.
Los discípulos regresaron a Jerusalén llenos del gozo de los hombres convencidos de que su Señor realmente había resucitado de entre los muertos y había subido a la gloria.
La Fórmula de Concordia, Declaración Sólida, Artículo VIII, dice así: “Mas ahora, después de haber ascendido al cielo, no simplemente como otro santo cualquiera, sino por encima de todos los cielos para llenarlo todo en forma verdadera, como lo atestigua el apóstol (Pablo, en Efesios 4:10), ahora el gobierna también, presente en todas partes, no sólo como Dios sino también como hombre, de un mar al otro y hasta los confines de la tierra.” Como confesamos en el credo, Él está sentado al la diestra de Dios Padre todopoderoso y desde allí ha de venir para juzgar a los vivos y los muertos. Per ni en su naturaleza divina ni en su naturaleza humana está limitado a solo un lugar en el mismo tiempo, pero su cuerpo y sangre siempre está en, bajo y con el pan y vino en el sacramento de la Santa Cena. No vemos Cristo cara a cara, sino está con nosotros mientras está delante del trono del Padre como nuestro Mediador.
Así, pues, los creyentes en Cristo pueden en todo momento tener el corazón lleno de una alegría que sobrepasa el entendimiento de los hijos de este mundo.
Todopoderoso Dios, así como tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ascendió a los cielos, también nosotros hemos ascendido en corazón y mente para morar continuamente allí con él, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.