Por toda la tierra ha salido la voz de ellos y hasta los fines de la tierra sus palabras. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Amén.
1 “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” 2 “En la casa de mi Padre muchas mansiones hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” 3 “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” 4 “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.” 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” 7 “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” 8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y aún no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?” 10 “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras.” 11 “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.” 12 “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago él también las hará; y mayores que éstas hará, porque yo voy a mi Padre.” 13 “Y todo lo que pidiereis en mi nombre, esto haré; para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” 14 “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” Juan 14:1-14
Hoy es el día dedicado a los dos apóstoles, Felipe y Santiago el Menor. El Evangelio según San Juan menciona que Felipe era un discípulo de Jesús que era de la ciudad de Betsaida, región de Galilea. Los apóstoles Andrés, Simón (Pedro), Juan y Santiago el Mayor también eran de Betsaida. Felipe estuvo entre los que rodeaban a Juan el Bautista antes de que aquel señalara a Jesús como el Cordero de Dios.
Santiago, o Jacobo en la Biblia Reina-Valera era hijo de Cleofás o Alfeo y de María de Cleofás (Mateo 10:2-4; Lucas 6:14-16), y hermano del apóstol Judas Tadeo (Marcos 15:40). Santiago el Mayor era hijo de Zebedeo y hermano de Juan.
En Juan, capítulo 14, tenemos la segunda parte del discurso de despedida de Jesús. En la primera parte, Jesús anunció que la hora de su glorificación había llegado, es decir, la hora de su muerte y las consecuencias negativas de su partida. En la segunda parte, Jesús llama a sus discípulos a tener coraje y fe y les anuncia las consecuencias positivas de su partida.
El comentario de Felipe, pidiendo que se le muestre al Padre, para poder verlo con los ojos de su cuerpo, mostró tanta ceguera espiritual como el de Tomás. Sus palabras implican que tal demostración sería todo lo necesario para establecer su fe para siempre. Jesús hace su reprensión muy suave, pero repite, en esencia, los argumentos que había usado en el caso de los judíos incrédulos. Durante tanto tiempo, Jesús había estado con los discípulos y, sin embargo, Felipe no había obtenido el conocimiento adecuado y completo de Él. La manifestación que Felipe deseaba se había hecho durante tanto tiempo como había estado en la compañía de Jesús, porque ver a Cristo en la fe es idéntico a ver al Padre.
Como confesamos en los tres credos, el Apostólico, Niceno y el Atanasio, el Padre está y permanece en el Hijo desde la eternidad hasta la eternidad. La esencia del Padre y del Hijo es la misma. Lo que este hombre Jesús habla con sus labios humanos, eso es el hablar, la voz de Dios. Y el que se niega a creer las palabras tiene el testimonio adicional e incuestionable de las obras, los grandes milagros. La omnipotencia de Dios le fue revelada al hombre en la persona de Jesucristo. Todo cristiano que lee y estudia su Biblia con la iluminación del Espíritu Santo y escucha la predicación del Evangelio, oye a Dios mismo.
Todopoderoso Dios, tu Hijo se les reveló a Felipe y a Santiago, dándoles así conocimiento de la vida eterna. Permite que conozcamos a tu Hijo Jesucristo como el camino, la verdad y la vida y que caminemos firmemente por la senda que lleva a la vida eterna. Por Jesucristo, tu único Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.