22 noviembre, 2024

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Diligentes, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración. Romanos 12:10-12

Todos los bautizados en el nombre de la santa Trinidad tienen el derecho de acercarse a Dios con sus peticiones y acciones de gracias. Esto es el sacerdocio de todos los creyentes. Podemos orar en todo tiempo y lugar. Orad sin cesar, dice la Biblia. Por supuesto, el Señor nos ha mandado a reunirnos con otros creyentes para la adoración pública y la confesión de fe delante los hombres. Como dice Hebreos 10:23-25, “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra fe; que fiel es el que prometió; y considerémonos unos a otros para provocarnos al amor y a las buenas obras; no dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”

El Tercer Mandamiento dice, “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” y el Catecismo Menor lo explica en esta manera, “Debemos temer y amar a Dios de modo que no despreciemos la predicación y su Palabra, sino que la consideremos santa, la oigamos y aprendamos con gusto.” Por eso, en esta temporada de pandemia, debemos luchar por nuestra libertad de congregarnos y recibir la Palabra del perdón y los sacramentos como nuestro Señor los ha instituido.

Pero, también nuestro Señor nos invita a orar en nuestras habitaciones (Mateo 6:5-6) y en familia. También para leer las Escrituras. “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón: y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7). El compromiso de los padres y los padrinos en el bautismo de un bebé es así: Oran por el niño, según vaya creciendo en años, pongan en sus manos las Sagradas Escrituras, conducían a la casa de Dios y proveen medios para la instrucción en la fe cristiana. El Catecismo Menor fue escrito por la jefe de la familia a enseñarlos en una forma muy sencilla a los de su casa.

La práctica de los judíos en el primer siglo fue para orar en la mañana, mediodía, en la tarde y en la noche. Los primeros cristianos continuaron este patrón, como leímos en Hechos 3:1: 10:9 y otros pasajes. En nuestros himnarios luteranos hoy día, tenemos los ordenes de la oración matutina y oración vespertina como planillas de las devocionales en casa. Comienzan con la invocación del Dios trino, el Kirie (Señor, ten piedad de nosotros), el Padre Nuestro (el modelo de la oración que el Señor enseñó a sus discípulos) y el Credo Apostólico.

Estos deben ser seguidos por la lectura de una lección de las Escrituras y una meditación sobre eso. Piden a su pastor para un leccionario y materiales para la reflexión. También puede ser un repaso de un parte del Catecismo. Pueden seguir oraciones informales y extemporáneas por cada persona presente, pero es bueno utilizar una serie organizada de peticiones en forma de letanía para evitar las vanas repeticiones contra las que nuestro Señor nos advirtió. Concluimos la oración matutina con la oración para la mañana de Martín Lutero y la oración vespertina de la oración de la tarde de Lutero. Y, por supuesto, la bendición trinitaria. No sólo en las horas de levantar y acostar, también cuando damos gracias por la comida en la mesa es otra oportunidad para presentar otras oraciones y leer la Biblia.

Es importante para entender que la oración no es un hecho meritorio por nuestra parte. El poder de la oración no es en nosotros, pero en el Objetivo de nuestro oración quien nos da la fe salvadora y el Espíritu Santo quien nos guía en toda la verdad que está escrita en las Escrituras. La oración es un fruto de la fe, no produce fe, ni nos justifica en los ojos de Dios.

Bondadoso Señor, Salvador de todos los que esperan en ti, que nos has prometido que donde estén dos o tres congregados en tu nombre, allí estarás tú en medio de ellos: Oye nuestras súplicas y atiéndalas conforme a tu voluntad y en la forma que mejor nos convenga; danos en este mundo conocimiento de tu verdad, y en el mundo venidera vida eterna. Por nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, tu único Hijo, que reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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