Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.” Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.” 1 Corintios 11:23-25
Para nosotros, la verdadera iglesia de Cristo se encuentra en donde la Palabra de Dios está predicada en su pureza y los sacramentos administrados según el mandato del Señor. Entendamos la administración no solo consiste de los elementos visibles y la pronunciación de las palabras, también en la manera que nuestro Señor Jesucristo mostró a sus apóstoles.
Por ejemplo, todos los historiadores están en acuerdo que los laicos en la iglesia primitiva recibieron ambos el pan y vino en la Santa Cena. Las palabras de la institución, repetidas cuatro veces en el Nuevo Testamento en la misma forma, son muy claras en este asunto. Además, tenemos el testimonio de los padres post-apostólicos de la iglesia. En el segundo siglo, Justino el Mártir escribió así, “Se adelanta pan y vino con agua y el presidente ofrece oraciones y acción de gracias … y la gente asiente diciendo: ‘Amén’. Y hay una distribución … de los elementos eucarísticos ”.
Con el desarrollo de las doctrinas de transustanciación y la misa como sacrificio incruento, hubo mucho énfasis en que los que se acercaban al altar debían ser lo más puros posible, y las autoridades eclesiásticas buscaron evitar que sucediera algo irrespetuoso con los elementos de la Eucaristía, como la caída de elementos al suelo En esta época, entonces, la hostia se dio solo en la lengua a los laicos y la copa solo a los cleros.
La práctica de la comunión en una especie fue la norma en la iglesia occidental desde el siglo 12 hasta el siglo XV, cuando Juan Hus, el sacerdote y reformador checo, la desafió. En el siglo XVI, Artículo XXII de la Confesión del Augsburgo articuló las razones por las cuales la comunión en dos especies tenía que ser restaurada. “Entre nosotros se dan a los laicos ambas especies del sacramento porque éste es un mandamiento y una orden clara de Cristo: Bebed de ella todos” (Mateo 26:27). En este texto, con palabras claras, Cristo manda respecto al cáliz que todos beban de él.” Por lo tanto, “no es justo agobiar las conciencias de quienes desean celebrar el santo sacramento de acuerdo con la institución de Cristo ni obligarlos a actuar contra la ordenanza de nuestro Señor Cristo.”
En la Apología de la Confesión del Augsburgo, leemos así: “¿Por qué se cambia la ordenanza de Cristo, máxime si él mismo la llama su testamento? Si no es lícito invalidar el testamento de un hombre, mucho menos lícito será invalidar el testamento de Cristo.” Además, “alegan también el peligro del derramamiento y otras cosas semejantes que no tienen el peso suficiente como para cambiar la ordenanza de Cristo.”
Hoy día en muchas iglesias católicorromanas, los laicos reciben ambas especies en la misa. Sin embargo, la iglesia romana todavía mantiene el concepto de concomitancia. La concomitancia significa que en la Cena del Señor, tanto el cuerpo como la sangre de Cristo están presentes en cada uno de los elementos consagrados del pan y el vino. Entonces, para recibir la comunión en una especie es suficiente para recibir todo de Cristo y la iglesia puede mandar la práctica en cualquier momento.
La doctrina de la concomitancia se desarrolló durante un largo período de tiempo en relación con la doctrina de la transustanciación. La iglesia romana todavía afirma la transubstanciación, tanto como la misa como sacrificio, cuales son enseñanza rechazadas por la iglesia luterana.
Pero, no sola la iglesia romana finge a la autoridad para cambiar la manera en que Jesucristo instituyó la Santa Cena. Muchas iglesias protestantes han reemplazada el cáliz, o copa común, con copitas, a veces de plástica. Aún muchas iglesias luteranas han adoptado esta práctica.
El uso de copitas en la Santa Cena comenzó con una preocupación higiénica en los Estados Unidos en el siglo XIX. Algunas de las peores plagas y brotes de enfermedad ocurrió en los siglos antes, sin embargo, durante 19 siglos la iglesia había usado del cáliz sin tanta preocupación. Pero para la iglesia protestante que ya ha rechazado la creencia en el sacramento como un medio de gracia, este no es un tema importante. No importa qué recipiente se use para el vino, o si el jugo de uva se sustituye por vino debido a problemas de salud. Pero en las confesiones de nuestra iglesia, decimos que celebramos la Misa con más reverencia y la practicamos con más fidelidad que la iglesia de Roma. Insistimos “Toma, come, este es mi cuerpo” y “Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre” significa que recibimos el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo en, con y debajo del pan. ¿Cómo podemos decir, “Bebed de ella todos” (Mateo 26:27), significa algo diferente a lo que dice?
Hay algo mas. En este temporada de pandemia, en varios países las autoridades civiles han prohibido el use de cáliz y algunas iglesias se han rendido al edicto. Pero, dice así el Artículo X de la Fórmula de Concordia, Declaración Sólida: “Creemos, enseñamos y confesamos además que en casos en que se debe hacer profesión de fe, a saber, cuando los enemigos de la Palabra de Dios intentan reprimir la doctrina pura del santo evangelio, todo la congregación de Dios y cada cristiano en particular, y ante todos los ministros de la Palabra como los administradores de la congregación de Dios, tienen el deber impuesto por la Palabra divina de confesar públicamente, con palabras y hechos, la doctrina y todo lo concerniente a la religión verdadera, y en tal caso no deben ceder a los adversarios ni aun en estas cosas indiferentes, ni tampoco deben tolerar que los enemigos de ella las impongan por la fuerza o con astucia en su afán de adulterar el verdadero culto a Dios e implantar y confirmar la idolatría.” El sacramento del altar no es una cosa indiferente, sin o es central a nuestra adoración.
Para declarar el ministerio de la Palabra y los sacramentos un servicio no esencial es contra el Tercer Mandamiento y por supuesto es un intento a reprimir la doctrina pura del santo evangelio. para estos poderes terrenales, no será suficiente dictar la forma o frecuencia del culto, sino también su contenido. Específicamente la Ley de Dios sobre la santidad de la vida y el matrimonio.
Oremos para que la iglesia se mantenga firme ante de la pandemia y la persecución.
¡Oh Dios!, que quieres que tu iglesia testifique de tí entre todas las naciones: Concede a tus fieles, en medio de las pruebas de este tiempo presente, valor para confesar tu nombre; capacítales por medio de tu Espíritu Santo para ser entre los demás como los que sirven, de modo que tornen a tí los corazones del hombres, fortalezcan a los débiles, conforten a los tristes y proclamen la paz a los desolados y afligidos. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.