11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio predicado por mí, no es según hombre; 12 pues yo ni lo recibí de hombre, ni tampoco me fue enseñado, sino por revelación de Jesucristo. 13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; 14 y que adelantaba en el judaísmo sobre muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres. 15 Mas cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, 16 revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles; no consulté en seguida con carne y sangre; 17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. 18 Después, pasados tres años, subí a Jerusalén a ver a Pedro, y permanecí con él quince días, 19 mas no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor. 20 Y en esto que os escribo, he aquí delante de Dios que no miento. 21 Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, 22 y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo; 23 solamente habían oído decir: Aquel que antes nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. 24 Y glorificaban a Dios en mí. Gálatas 1:11-24
Los apóstoles fueron llamados directamente de Jesucristo, capacitado en la doctrina y predicación por el Señor mismo. Los doce originales andaban con Jesús por tres años después de oír las palabras, “Siguieme” y antes de recibir la gran comisión de hacer discípulos de todas las naciones, bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo, enseñándolas todo el Señor había mandado. Al otro lado, Pablo había sido un enemigo y perseguidor de la iglesia hasta una visión en camino al Damasco. Pero, el mismo Señor dice así a Ananías en Hechos 9:15, “Ve; porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.” Además, dice Pablo en nuestro texto de Gálatas, Dios “me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia”. (Ojos, este versículo es un argumento contra el aborto, porque Dios tiene propósito para cada niño antes de su nacimiento.)
El Señor había preparado Pablo a ser el apóstol a los gentiles por su celo por las tradiciones de sus padres, los libros del Antiguo Testamento que señalaron a Cristo, y por su educación en la cultura de los griegos y romanos. El Cristo resucitado apareció a Pablo como los otros apóstoles con un llamado directo y inmediato: “Y al último de todos, como por un nacido a destiempo, Él fue visto también por mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí la iglesia de Dios.”
Hoy en día, la iglesia no tiene apóstoles, porque ningún predicador desde el primer siglo ha recibido un llamado directo de Cristo, pero de la iglesia como instrumento de Cristo. El fundamento de nuestra doctrina es el testimonio de los profetas y los apóstoles. Y todo que tenemos que saber para nuestra salvación está escrito en las Escrituras. Los pastores de la iglesia son llamado por Cristo, es cierto, pero la iglesia tiene la responsabilidad a entregar los hombres que el Señor apartó para predicar la Palabra y administrar los sacramentos en este ministerio público. Artículo XIX de la Confesión de Augsburgo dice en nuestras iglesias luteranas nadie deben predicar la Palabra y administrar los sacramentos por su propia autoridad, sino por llamamiento legítimo por la iglesia.
Sin embargo, la ordenación de un pastor no debe ser por la imposición de las manos de un obispo quién ha recibido la imposición de las manos en una línea ininterrumpida hasta los apóstoles. El Tratado sobre el Poder y la Primacia del Papa dice así: Pero ya que la distinción entre obispo y pastor no es de derecho divino, es manifiesto que la ordenación administrada por un pastor en su propia iglesia, es válida por derecho divino. En consecuencia, cuando los obispos regulares se vuelven enemigos del evangelio y se niegan a administrar la ordenación, las iglesias retienen el derecho de ordenar para ellas. Porque dondequiera existe la iglesia, allí también existe el derecho de administrar el evangelio. En el ministerio público, no hay rangos instituidos por Cristo, solo por buen orden en la iglesia. Que quiere decir, cualquier ministro llamado y ordenado por la iglesia y por Cristo tiene la misma autoridad de predicar y enseñar la Palabra, absolver los pecados, administrar los sacramentos y ordenar otros pastores si es necesario.
Entonces, ¿en que manera es nuestra iglesia luterana la misma iglesia apostólica que confesamos en el Credo? En la doctrina apostólica, la misma doctrina que Cristo enseño a los apóstoles. La autoridad del pastor no tiene otra fuente, pero esta es la autoridad de Cristo. Por tanto, la predicación de la Palabra en su pureza y la administración de los sacramentos según el mandato del Señor son tan válidas como Cristo y los apóstoles las ha hecho. Nosotros somos dignos de ser llamados la iglesia de Cristo.
¡Oh Dios!, que enseñaste a muchos pueblos mediante la predicación del bendito apóstol Pablo; Haz que nosotros, que en este día conmemoramos su conversión, por tu gracia imitemos su ejemplo y seamos testigos fieles del evangelio. Por Jesucristo, tu único Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.