Y en esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación, y era invierno. Y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y mi Padre uno somos.» Juan 10:22-30
Hoy en día conocemos “la fiesta de la dedicación” como Janucá, que conmemora la rededicación del Segundo Templo de Jerusalén, es decir, el templo construido después de la cautividad en Babilonia, y la rebelión de los macabeos con éxito contra Antíoco IV Epífanes, un tirano extranjero.
La festividad se celebra durante ocho días entre finales de noviembre y principios de diciembre. Janucá data de la época de la hegemonía helénica en Israel, que comienza con las conquistas de Alejandro Magno el año 332 a. C., quien a su paso liberó al pueblo judío de la opresión de Persia. Tras su muerte, el vasto imperio quedó en manos de sus generales quien formaron dinastías que reinaron en regiones del Medio Oriente hasta el dominio del imperio romano. Esta festividad conmemora la recuperación de la independencia judía a manos de los macabeos en el siglo II a. C. Encontramos esta historia en los libros deuterocanónicos de I y II Macabeos, que se encuentran en la Septuaginta, la versión del Antiguo Testamento traducida en griego antes de Cristo, pero no en el canon original inspirados por el Espíritu Santo.
Antíoco profanó el Templo de Jerusalén con ídolos y sacrificio de cerdos. La tradición judía habla de un milagro, en el que pudo encenderse la menorá o candelabro del templo durante ocho días consecutivos con una exigua cantidad de aceite, que alcanzaba solo para uno, para la purificación y consagración otra vez del templo. Esto dio origen a la principal costumbre de la festividad, que es la de encender, de forma progresiva, un candelabro de nueve brazos. Por lo tanto, Janucá se llama también la Fiesta de Luces o Luminarias.
Nuestro texto dice que Jesús andaba en el templo durante esta fiesta. En aquella ocasión, Él respondió a la pregunta si el era el Cristo, o el Mesías prometido a los judíos en el Antiguo Testamento. Sin embargo, los judíos esperaban un mesías como Judas Macabeo, un cacique militar y político que venía para establecer su reino por medio de la espada. Jesús era el verdadero Mesías que vino para sufrir en la cruz y vencer el poder del pecado, de la muerte y del diablo. Entonces, para contestar, Jesús refirió a sus obras que cumplieron las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento.
Además, les dijo, “Yo y el Padre unos somos”. El significado de esta declaración es que Jesús y el Padre son iguales, contra la enseñanza falsa de los Testigos de Jehová. Pero, el Padre y el Hijo no son una persona en diferentes papeles, sino dos personas que comparten la naturaleza divina y el poder divino. Jesús ahora vive y reina siempre con el Padre y el Espíritu Santo, tres personas en una esencia divina.
Luego, en el libro de Apocalipsis, San Juan vio el Cristo resucitado entre siete candeleros de oro, que Jesús le dijo simbolizaron las siete iglesias en Asia Menor que Jesús mandó Juan a dedicar su libro. Pero, el libro de Apocalipsis también es para toda la iglesia hasta la segunda venida de Cristo. Por eso, los siete candeleros significan que Cristo está presente en el templo de Jerusalén celestial, también en cada iglesia en donde se predica la Palabra de Dios en su pureza y los sacramentos se administran según el mandato del Señor. En Janucá se celebra la independencia de los judíos hasta la conquista por los romanos. En nuestra fiesta de luces, es decir, las luces del coro de ángeles y la estrella de Belén, celebramos la victoria eterna de Cristo Jesús.
Señor Jesucristo, imploramos que escuches nuestra oración e ilumines la oscuridad de nuestro corazón con tu visitación clemente. Te lo pedimos a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
La corona de Adviento
La corona de Adviento se ha convertido en un símbolo casi universal de la temporada de Adviento, durante la cual los cristianos se preparan para la celebración de la Navidad a través de la reflexión, la oración y el arrepentimiento. ¡Pero es un misterio! Casi todo el mundo está de acuerdo en que la corona de Adviento se originó en Alemania, pero ¿cuándo? Ciertamente, el uso ritual de coronas y velas de hoja perenne se remonta a cientos, incluso miles de años, en el norte de Europa. Pero la corona de Adviento, tal como la conocemos hoy, probablemente comenzó como una ayuda para las devociones familiares en los hogares luteranos durante la Reforma del siglo XVI. Pero la práctica también fue adoptada rápidamente por los católicos alemanes. Los inmigrantes alemanes trajeron la corona de Adviento a los Estados Unidos en el siglo XIX, donde se hizo popular entre personas de todas las denominaciones. Luego, en algún momento, se colocaron coronas de Adviento dentro de las iglesias y se encendieron como parte del culto público de Adviento. Ahora se reconoce en todas partes, a veces como algo antiguo, a veces como algo nuevo, ¡y en realidad son ambas cosas!