En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Todopoderoso Dios, que has edificado tu iglesia sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo mismo la cabeza y piedra angular; Concédenos que por la doctrina de ellos guardemos la unidad del Espíritu de tal modo que seamos hechos un santo templo aceptable a tus ojos. Amén.
Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuántos milagros y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles. Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar: Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace todas estas cosas. Conocidas son a Dios todas sus obras desde la eternidad. Por lo cual yo juzgo, que no se moleste a los que de los gentiles se convierten a Dios; sino que les escribamos que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de estrangulado y de sangre. Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado. Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir varones de ellos, y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé; a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos. Hechos 15:12-22
Hoy es el día de la conmemoración de Santiago, el hermano de nuestro Señor. “Santiago” es una forma de “Jacobo“, el nombre de uno de los patriarcas del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Jacobo era hijo de Isaac, hijo de Abraham. Dios cambió el nombre de Jacobo a Israel (Génesis 32: 22-32), el mismo nombre que la nación elegida. Santiago era un nombre común en la época de Jesucristo y encontramos a más de un hombre llamado Santiago o Jacobo en el Nuevo Testamento.
Ejemplo, Santiago, hijo de Zebedeo, uno de los 12 apóstoles que estaba presente con su hermano, Juan y San Pedro en el monte de la Transfiguración.
Santiago, el hermano del Señor, no era uno de los doce apóstoles, y antes de su resurrección no era un creyente en Jesús como Señor y Salvador (Marcos 3:21). Sin embargo, Pablo dice que el Señor se apareció a Santiago, su hermano, después de su resurrección (1 Corintios 15: 3-8) y luego se convirtió en el líder de la iglesia en Jerusalén. Se le conoce como Santiago el obispo de Jerusalén, o Santiago de Jerusalén.
Mateo 13: 54-58 menciona a los hermanos y hermanas de Jesús. Cuando Jesús predicaba en la sinagoga de Nazaret, la gente decía: “¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, ha este hombre todas estas cosas? ” Así que el Señor también tuvo hermanas, pero no se nombraron.
La iglesia romana enseña que María permaneció virgen después del nacimiento de Jesús, y que estos hermanos y hermanas deben ser primos o hijos de un matrimonio anterior de José. Como luteranos creemos que María era virgen cuando estaba embarazada de Jesús, pero no hay evidencia de que fuera virgen después del nacimiento del Señor. Jesús era conocido en Nazaret como el hijo de José el carpintero, como los otros mencionados. Por lo tanto, el entendimiento más simple es que José y María tuvieron hijos al igual que otras parejas. No tiene sentido dudar de que Santiago era el hermano de nuestro Señor.
Pues bien, Santiago, el hermano del Señor, era el líder de la iglesia en Jerusalén. ¿Qué pasó en nuestro texto? Convocaron el primer concilio de la iglesia cristiana en Jerusalén, donde vivían la mayoría de los primeros cristianos. Además, la mayoría de los primeros cristianos nacieron y se criaron como judíos, de acuerdo con las tradiciones de los judíos.
Sin embargo, en sus viajes misioneros, Pablo y Bernabé proclamaron el evangelio a los gentiles, personas que no nacieron como judíos. Y ellos creyeron. Algunos cristianos nacidos como judíos dijeron que los cristianos que no nacieron como judíos deberían obedecer la Ley de Moisés. Deben ser circuncidos y otras cosas. Pablo y Bernabé les dijeron, no, tenemos libertad en Cristo.
Con la Ley de Moisés, Dios hizo un pacto con el pueblo de Israel de vivir como pueblo de Dios, con muchas reglas y ceremonias, para prepararlos para la venida del Mesías o Cristo. Pero cuando Cristo vino, cumplió perfectamente la Ley de Moisés e hizo un nuevo pacto en Su sangre. Por tanto, no es necesaria la circuncisión, solo el bautismo que Cristo nos ha mandado. Los sacrificios de animales no son necesarios, porque Cristo hizo un sacrificio perfecto en la cruz. El nuevo pacto es para todas las naciones, entonces no hay necesidad de observar las reglas para preparar a Israel para la venida de Cristo.
El concilio afirmó la libertad espiritual en Cristo. Pero Santiago, el hermano del Señor, hizo una propuesta para mantener la paz entre cristianos de diferentes raíces. Condenó la inmoralidad sexual y la idolatría. La Ley de Moisés se basa en la ley moral universal de Dios, es decir, “Amarás a Dios con toda tu mente, alma y corazón” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Los Diez Mandamientos nos enseñan lo que no es el amor a Dios y al prójimo. Pero la ley moral es más antigua que la ley de Moisés y es para todas las naciones. Por ejemplo, Dios instituyó el matrimonio en los primeros capítulos del Génesis, antes del pacto del Sinaí.
El consejo de Santiago también era que los gentiles evitaran la carne que contuviera sangre o animales que habían sido estrangulados cuando comían con hermanos judíos. Para mantener la paz y el amor entre los cristianos, el juicio del concilio fue evitar algunas cosas, no por mandato divino, sino por amor mutuo. Cuando la iglesia ha establecido algunas reglas para este propósito, debemos respetarlas. No porque estas reglas sean absolutas, sino por amor a los hermanos. La libertad espiritual no es licencia para hacer lo que queramos, sino para hacer lo que mantiene la paz y el buen orden entre nosotros.
Padre celestial, pastor de tu pueblo, tú levantaste a Santiago el Justo, hermano de nuestro Señor, para que guiara a tu iglesia. Permiténos seguir su ejemplo de oración y reconciliación y haz que samos fortalecidos por el testimonio de su muerte. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que reina y vive contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.