En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Porque la predicación de la cruz es locura a los que se pierden; pero a nosotros los salvos, es poder de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la inteligencia de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este mundo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Y ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por medio de la sabiduría; agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señal, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los griegos locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 1 Corintios 1:18-25
En el mundo antiguo, la crucifixión fue una muerte vergonzosa y la cruz un símbolo de terror. Por causa de Jesucristo, la cruz fue convertida en un simbolo de la victoria sobre la muerte y la esperanza de la vida eterna para todas las naciones. Hoy en día hay muchas variaciones de este símbolo.
La Cruz de Jerusalén se compone de una cruz griega rodeada por otras cuatro cruces de la misma forma y menor tamaño, llamadas crucetas, situadas en cada uno de los cuadrantes delimitados por sus brazos. El diseño más esquemático de la Cruz de Jerusalén es conocido como “Cruz de las Cruzadas”, ya que fue la insignia entregada a los cruzados por el papa Urbano II durante la Primera Cruzada.
Sin embargo, la verdadera cruzada no es una campaña militar, sino la proclamación de paz entre Dios y los hombres, no por espada, sino por la predicación y administración de los sacramentos. Para nosotros, entonces, las crucetas simbolizan los cuatro puntos cardinales por los que el mensaje de Cristo se difundió desde Jerusalén. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15) y “me seréis testigos, a la vez, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Misericordioso Padre, tu Hijo Jesucristo fue levantado sobre la cruz para cargar con los pecados del mundo y atraer a todas las personas hacía sí. Permite que los que nos gloriamos en la muerte que Él padeció por nuestra redención oígamos atentamente su llamado a tomar nuestra cruz y seguirlo por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.