Todopoderoso Dios, que has edificado tu iglesia sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo mismo la cabeza y piedra angular; Concédenos que por la doctrina de ellos guardemos la unidad del Espíritu de tal modo que seamos hechos un santo templo aceptable a tus ojos. En el nombre de tu Hijo, amén.
Y en el mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Hechos 12:1-2
Herodes Agripa I tenía poder sobre todo el territorio gobernado por su abuelo, Herodes el Grande. Él subió a su puesto actual en una manera gradual, habiendo recibido primero la tetrarquía de Felipe, un poco más tarde la tetrarquía de Lisanias, con el título del rey, poco después la tetrarquía de Herodes Antipas (Galilea y Perea), y finalmente Samaria y Judea. De repente, sin ocasión especial, este Herodes dejó que su mano dura golpeara a ciertos miembros de la iglesia en Jerusalén, para tratarlos mal, torturarlos y molestarlos. En primer lugar, mató a Jacobo, también conocido como Santiago, el hermano de Juan y hijo de Zebedeo. A propósito, Lucas no usa una palabra para designar una ejecución, incluso con alguna demostración de derecho, pero aplica la palabra apropiada: asesinato.
Según algunos observadores, más cristianos han muerto por la fe en los siglos XX y XXI que en los primeros siglos de la iglesia. En la superficie, parece que hay varias fuentes de la violencia. Musulmanes militantes en Nigeria, por ejemplo. En otras partes, como China o Corea del Norte, regímenes ateos. Igualmente, los cristianos antiguos sufrieron la persecución primeramente de los judíos que rechazaron el mensaje de Jesús de Nazaret como Mesías. Luego, los paganos fueron sus primer perseguidores, aun por mecanismo del estado romano. Sin embargo, los fieles entienden que “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra malicias espirituales en las alturas”, como San Pablo escribe en Efesios 6:12.
Pablo dice también en 2 Timoteo 3:12. “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución”. En diversos tiempos y lugares, la persecución puede ser sutil, por medio del engaño de falsas doctrinas, tantas veces simpáticas a un oído cristiano poco atento, tantas veces camufladas detrás de la bandera del respeto por la diversidad de opinión. Pero ahora hemos entrado una época de persecución abierta con la violencia física inclusivo del asesinato de los creyentes y quemado de las iglesias. Aun en los países con una historia de libertad religiosa hay una tendencia a cambiar las leyes civiles para restringir la evangelización y la expresión de la doctrina pura.
En esta temporada peligrosa, los cristianos son tentados a dudar de su fe y de la confesión que han hecho acerca de Cristo. Pero, tenemos la promesa que nuestro Señor está con nosotros hasta al fin del tiempo y la victoria es suya y nuestra también. Damos gracias a Dios por el testimonio de los mártires de las generaciones pasados, porque sus sacrificios nos aseguran que las promesas de Dios son seguras y su Palabra no pasará.
Oh clemente Señor, tu siervo y apóstol Santiago fue el primero entre los doce en sufrir el martirio por el nombre de Jesucristo. Derrama sobre los líderes de tu iglesia el mismo espíritu de abnegación, para que estén dispuestos a renunciar a toda atracción falsa y pasajera y te sigan sólo a ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.