Como cristianos nos reunimos cada domingo para escuchar la Palabra de Dios y recibir su cuerpo y sangre en la misa. Según la Apología de la Confesión de Augsburgo, Artículo XXIV: No abolimos la misa, sino que la conservamos y defendemos escrupulosamento Porque entre nosotros se celebran misas todos los domingos y en otros días de fiestas, y se administra en ellas el sacramento a quienes los desean recibir, después de haber sido examinados y absueltos.
Comenzamos la liturgia o oficio divino, con la invocación trinitaria que trae a nuestra memoria al bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo (Mateo 28:19. Por medio de esta invocación expresamos que estamos conscientes de haber entrado en la presencia de Dios y que de Él esperamos la bendición divina.
Después de la invocación, el Pastor invita a la congregación a confesar sus pecados juntos. Es propio para nosotros pecadores prepararnos y purificarnos mediante el arrepentimiento y la oración antes de entrar en la adoración plena de Dios. No menospreciamos la confesión privado, sin embargo, el Catecismo Mayor dice, Debemos y podemos confesarnos públicamente ante cada cual y nadie ha de temer al otro.
La confesión pública es la parte más antigua de la sección preparatoria. En épocas pasadas, el pastor confesó por todos, pero en la Iglesia Luterana, se convirtió la confesión pública en un acto congregacional.
Un pastor ordenado por la iglesia y por Cristo debe pronunciar las palabras de absolución. Esta absolución pastoral tiene su fundamento en Mateo 16:19; 18.18; y Juan 20:22-23.Debemos recibir la absolución del pastor como de Dios mismo, creyendo firmamente de que nuestros pecados están perdonados ante Dios en los cielos.